Una tesis doctoral es un ejercicio de aprendizaje. Con él, el graduado se familiariza con el método de análisis científico de la parcela de conocimiento en el que se va a especializar. En mi caso, la Economía, supone ante todo el ampliar tus conocimientos sobre la materia, entender los procesos lógicos que generan nuevo conocimiento y, con la tesis, aplicarlo para aportar algo novedoso al acervo. Algo que suponga un avance marginal. En una sola frase, doctorarse representa el hito de creación de un investigador.
Para lograr tal conversión son necesarios muchos años de estudio, dedicación y ante todo de tutorización. Es este último el factor más relevante del proceso. Hacer la tesis no se aprende solo en las aulas mientras se asiste a clases magistrales. Esta se aprende especialmente en las largas reuniones con el director o la directora donde te explicarán cuáles son las herramientas mentales y técnicas necesarias para tu avance. Observándolos, analizando sus reflexiones y comprendiendo sus críticas y enfados, es cuando uno aprende realmente.
No obstante, esto no quiere decir que no sea fundamental qué aprendas mientras asistes a los cursos de doctorado. En ellos recibes conocimientos y método. Ambos necesarios para luego, con el tutor o la tutora llevarlo al límite con la aportación marginal que uno buenamente pueda hacer.
Una buena tesis es por lo tanto el compendio de tres factores. Un buen alumno. Un buen tutor. Un buen programa. La confluencia de estos tres elementos terminan por crear un producto de calidad o excelencia que normalmente suele validarse mediante publicaciones con valor añadido.
Que haya tesis mediocres es normal. No todos podemos estar al nivel de los mejores. Que las haya malas, o muy malas, ya no es tan habitual
Sin embargo, en España, los incentivos han permitido que, a pesar de los numerosos programas de doctorado y de tutores que cumplen con requisitos mínimos de calidad, otros hayan terminado por crear un envoltorio de mediocridad a los primeros. Estos incentivos, son varios: endogamia universitaria con la extendida idea de que el doctorado es una lanzadera para instalarse en el departamento elegido, el de los mentores o amigos; una escasa autocrítica, acompañada de la ausencia de control externo durante el proceso de elaboración de la tesis; la falsa excelencia, concretada en redes de publicación y favores “editoriales” y muchos más. Todo ello crea un cóctel perfecto dentro del que han nacido tesis más propias de trabajos de grado mediocres que de aportaciones al conocimiento.
Pero este defecto de los procesos de creación de personal investigador no deben empañar una realidad más amplia. Por suerte cada vez son más los recién doctorados que salen de sus programas no solo capacitados sino con la etiqueta de excelencia. Hay programas, al menos en mi campo que es la Economía, cada vez más competitivos y para los cuáles hay una fuerte demanda no solo de graduados españoles sino de otros países. Tenemos doctores en organismos internacionales, universidades de primera línea o publicando en revistas “top” y que hicieron sus cursos y su defensa en universidades españolas. Y cada vez son más.
Que haya tesis mediocres es normal. No todos podemos estar al nivel de los mejores. Que las haya malas o, como estos días se habla, muy malas, es más que habitual. Pero podemos pensar que estas son las menos y, lo mejor, cada vez más raras.
De lo que podemos criticar a día de hoy a algunos doctores, universidades y tutores es de no haberse tomado en serio un proceso tan importante como es el de crear a un investigador. Más aún, y yendo más allá, es profundamente rechazable la existencia en algunos ámbitos concretos de la Universidad española de la prostitución del título. No cabe duda de la necesidad de denunciar y de erradicar estas prácticas, más, si cabe, si tienen como objeto facilitar el acceso a un título que debería estar reservado a quienes realmente se han esforzado en ello. Pero a menos que podamos establecer líneas divisorias claras e identifiquemos caso por caso, nunca será fácil poder exigir responsabilidades simplemente por gestar una tesis mala. Que esta lo sea así depende, como he dicho, de muchos factores, e identificar la responsabilidad y las razones es tarea compleja.
La endogamia universitaria crea un cóctel perfecto dentro del que han nacido tesis más propias de mediocres trabajos de grado
En todo caso, y en la tesis que nos ha traído al debate tan intenso sobre la materia en los últimos días, no hay que mirar sólo al doctorando, sino en especial a su responsable y al programa en el que se circunscribe. También al tribunal que la aceptó. Al primero, porque el visto bueno para su defensa solo le atañe a él o a ella. También porque es su obligación el de que el trabajo se “pasee” por congresos o encuentros donde ir exponiendo parte de los resultados de la tesis. Esta buena costumbre limpia y da esplendor al trabajo del tutor y del doctorando. Esto, entre otras cosas, dilata la creación de la tesis. De ahí que es complejo aceptar que esta se liquide en tan solo un par de años. No hacer esto ya nos da una idea de lo que se pretende con la tesis en marcha.
A los segundos, el programa de doctorado, porque se debe imponer un cierto control externo al ejercicio del doctorando, una especie de auditoría, en las fases previas a la defensa. Solo se defienden trabajos que haya sido convenientemente criticados. En muchos países hay una vista previa que devuelve el ejercicio con deberes y enmiendas parciales o totales. Si no se procede a tales controles, los departamentos que mantienen programas de doctorado se juegan en este caso su nombre y reputación.
A los últimos, el tribunal, por dar por bueno un trabajo que puede llegar a ser evidente que no lo es. Y en el caso unánime de que la tesis sea deficiente, todos y cada uno de ellos quedan desprestigiados tanto o más si cabe que el autor.
Pero esto es a lo más que podremos llegar a decir con esta y otras tesis, siempre y cuando no se demuestren deficiencias mayores, como el plagio o la actuación políticamente interesada de todos estos actores, o incumplimientos de la norma fijada por Tercer Ciclo. Mientras tanto, solo podremos decir que estamos ante un ejemplo no poco habitual de un sistema que quiero creer está en retroceso.
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