Opinión

No habrá amnistía para este Gobierno

A primera hora, en los bares próximos al Congreso era imposible tomar un café. Las barras estaban invadidos por la infantería de Marlaska, porra en ristre (o churro), reponiéndose quizás de la jarana de la noche anterior en Fer

A primera hora, en los bares próximos al Congreso era imposible tomar un café. Las barras estaban invadidos por la infantería de Marlaska, porra en ristre (o churro), reponiéndose quizás de la jarana de la noche anterior en Ferraz. Manifestantes frente a la portalada de los Leones apenas habían llegado dos. Un jubilado de Albacete con la bandera de España y una señora que esperaba que abriera El Corte Inglés.

La histórica jornada amaneció anoréxica. El Hemiciclo se ofrecía tan despoblado como el cerebro de Patxilópez. Vox no compareció a la cita en respuesta a la actitud censora de doña Francina, la presidenta de la Cámara. Diputados varios también optaron por evitarse el madrugón. ¿A quién narices le importa lo que diga Bildu o lo que expectoren esos semovientes del grupo mixto, salvo una honrosa excepción? ¿Sigue por ahí la diputada canaria, tan arrebolada de alientos, rendidita al encanto de don pirimpón?

Cuando Mertxe Aizpurúa sube al atril, el Congreso se convierte en una gran bola polvorienta y detestable, un recinto en el que hasta lo imaginado da pavor.

Sánchez arrancó la mañana en la misma actitud de humillación con la que se fue a la cama la noche anterior. Luego de lamerle las medias a la vocero de Puigdemont tocaba ahora hacerle cariñitos a una condenada por ensalzamiento del terror. Cuando Mertxe Aizpurúa sube al atril, el Congreso se convierte en una gran bola polvorienta y detestable, un recinto en el que hasta lo imaginado da pavor. "Hemos recibido muchas amenazas estos cuatro años". Dijo. Ella, la chica de la banda. Y amenazó: "Esto no es un cheque en blanco". Bien lo sabe Sánchez, de ahí los requiebros y las carantoñas. La suelta de etarras iba implícita entre tanto guiño complaciente. El 'pacto encapuchado' que denunció el líder del PP. Marlaska ya ha tomado nota.

Discurría mustia la mañana hasta que apareció Aitor Esteban, jovial bufoncillo de la caverna carlista quien incluso tuneó el viejo chiste de Rajoy, en variante cochambrosa dedicada a Feijóo: "Alberto, tu tractor/tiene gripado el motor/por usar aceite Vox". Deslizó también la anécdota de la jornada: "Algún día desvelaré lo que nos ofrecieron hace un par de meses. Iba a ser muy llamativo", dijo mirando al tendido de la derecha. "Dilo, dilo, dilo", clamaban algunos escaños de la izquierda entre la sonrisa zangolotina del orador.

Dejó en el aire una carretada de condicionales para acompañar su 'sí' al candidato. "Esto es una patada a seguir", dijo. Le gusta el rugby, confesó al autidorio. De momento se lleva para casa un cargamento de millones, infraestructuras, seguridad social y demás prebendas provechosas con las que el gran caudillo del progreso compensa estos días a sus amigos.

Sólo la ceremonia del voto logró rescatar a Sánchez de las cavernas lóbregas de Dite, el dios de los infiernos tal como lo pinta Dante. Una suma de 179 escaños, alguno más que en la anterior investidura. Mucho más trabajados, eso sí. El chantaje de los liliputienses de la periferia es muy alto. No se trata tan solo de la amnistía de Puigdemont y la pandilla de cuatreros que asolaron Cataluña durante el golpe y el postgolpe. "Esto es el principio del estado plurinacional", había recordado la dama vinagre de Bildu. Y algo más.

Este lunes, dicen, el gran narciso pasará la podadora por la bancada azul. Va a hacer una escabechina, sugiere un asesor de Moncloa, viejo experto en estas lides

Será una legislatura muy complicada y corta, susurraban los del PP en avanzada búsqueda de consuelo. Es posible. Tras ser bendecido por la mayoría absoluta de la Cámara, Sánchez recuperó su gesto de vincitor, su desplante retador. El mal trago ya había pasado. Cambio de guion. La muchachada socialista se desparramó por los bares de la zona manoseando las cábalas sobre el futuro gobierno. Ahora toca hablar del reparto de sillones. Patxilópez (su intervención de cierre del show estuvo a la altura de su consumada cretinez) dicen que a Interior; Margarita a Exteriores; acomodo para Fernández Vara y Puig, caciquillos derrotados, tan obsequiosos con su líder en estas últimas fechas. Y vuelta a casa las trillizas de provincias, Pilar Alegría, Isabel Rodríguez (todas sus palabras parecen erratas) y aquella Morant, al parecer Diana, la dama imperceptible e inédita. Dos certezas tan sólo: no habrá sillones para Podemos -ladra Pablo, ladra- y Calviño bracea despavorida rumbo a Bruselas para escapar del tremendo quilombo que tiene aquí montado. Este lunes, dicen, el gran narciso pasará la podadora por la bancada azul. La escabechina va a ser de órdago, sugiere un asesor de Moncloa, viejo experto en estas lides. Salvo Yolanda, Ribera y Eme Jota Montero, apenas hay alguno que tenga asegurado su puesto. Será un gobierno con peso político, aseveran. El año que entra hay tres citas con las urnas.

Advertencia a los medios

Ese juego tan divertido de poner nombres a las carteras amainó levemente el ambiente de acíbar repugnante en el que se desarrolló la investidura más infausta de la democracia Española. El Estado rendido ante Puigdemont. La ley ultrajada alegremente por los dinamiteros de la Constitución. Sánchez, carcajeándose como ese joker que pide a gritos una camisa de fuerza. ¿Hasta cuándo? Antes de ser bendecido con otro nuevo mandato, el déspota de la Moncloa, arrebatado de un odio del tamaño del universo, señaló el próximo objetivo: los medios de comunicación, "tanto en las redes como en papel". Sólo le gusta escuchar el cantito de sus papagayos. Advertidos quedamos. La libertad de expresión casa muy malamente con las autocracias.

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