Causa pavor digno de una rueda de prensa de la chiqui ministra observar cómo transportistas, agricultores, ganaderos, gente del sector de la caza o del toro se manifiestan sin llevar una pancartita en contra del heteropatriarcado, en reivindicación de los talleres de saber comer coños, perdón, pero las gilis los llaman así, o siquiera en contra del cambio climático. Así no se puede. Fachas, que son unos fachas. Dicen que ayer en Madrid capital fueron ciento cincuenta mil las personas -rozaron los cuatrocientas mil, pero la verdad importa un higo saharaui- que, abducidas por Abascal, Putin, la internacional cárnica o el gang del chicharrón -guiño de ojo a los seguidores de Mortadelo- salieron a la calle a decirle a Sánchez que se meta el tofu por donde amargan los pepinos y que menos zascandilear y más atender a las protestas justas y serias de los que lo están pasando fatal en el campo y la ganadería. Lo mismo podríamos decir de los pescadores, la construcción, docentes, científicos, militares, sanitarios o cualquier rama en la que sus miembros aspiren a ganarse la vida según su leal saber y entender sin necesidad de un marido líder del proletariado o un cuñado que te dé contratos marrulleros.
No son la señora Botín ni el IBEX; tampoco son politicastros de campanario, chantajistas territoriales, admiradores de Otegui, del Che o de ningún otro espécimen semejante. Son gente trabajadora y por eso el gobierno se niega a recibirlos
Quienes ayer llenaron la Castellana son la mejor representación de esa España facha, según Sánchez y sus acólitos, simplemente porque representan a la real, la que suda la camiseta. No son la señora Botín ni el IBEX; tampoco son politicastros de campanario, chantajistas territoriales, admiradores de Otegui, del Che o de ningún otro espécimen semejante. Son gente trabajadora y por eso el gobierno se niega a recibirlos. Gente con botas manchadas de barro, manos callosas, ásperas, frentes surcadas de arrugas, hipotecas que no saben cómo pagar y angustias diarias por ver que se arruinan, que no llegan, que toda una vida y quizá una saga se va al garete por culpa de un puñado de políticos. No se reunirán con ellos porque no son divinos ni se puede conversar con ellos acerca de perspectivas de género aplicadas a la agricultura, que igual te mandan a la mierda.
A Sánchez la calle se le ha ido de las manos. Como el calentamiento no es global, sino ciudadano, y no hay sindicato al que llamar y decirle que haga el favor de parar, se empieza a escuchar un cierto run run en Moncloa. La ideología mega guay de Greta, Garzón y otras hierbas se pulveriza cuando la contrastas con la realidad de quien tiene que cosechar la tierra. Es la derrota de las ocurrencias frente a la dureza del trabajo. Por eso los medios pro gobierno se emplean a fondo con estos compatriotas tildándolos de fachas, ultraderechistas o nostálgicos del franquismo.
Pero ahí están en pie de guerra quienes trabajan de verdad sin necesidad de Álvarez ni Unai, de chiringuitos ni paguitas. Ahí está la gente de bien que, piense como piense, ha dicho que hasta aquí hemos llegado. Lo dicho, no hay fascismo pa tanta gente, porque cualquier currante que se lleve las manos a la cabeza ante el robo sistemático de este gobierno es, como poco, facha. Como diría Maki Navaja, pos fale, pos malegro, pos norabuena.
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