Opinión

La no-identidad del PP

El PP no sólo carece de programa sino que se dirige a no molestar demasiado a la izquierda (política, mediática y ciudadana)

  • Alfonso Fernández-Mañueco y Alberto Núñez Feijóo. -

Consenso, diálogo, moderación, pluralismo, tolerancia, ¿cuántas veces oímos estas palabras al día? ¿Y cuántas veces representan lo que su significado original reivindica? Evidentemente, y teniendo en cuenta los niveles a los que hemos llegado, en política son sólo armas arrojadizas para arrogarse superioridad moral por encima de los oponentes. En los medios de información no está mucho mejor la cosa. Los que hablan de moderación ahora son los mojigatos del centro-centrado, ¿se darán cuenta de que, en este contexto, apelar a esta virtud es simplemente sinónimo de miedo al adversario? ¿Que repitiendo el concepto una y otra vez lo único que demuestran es su falta de ideario? Recuerdan a un famoso chiste gráfico, en el que aparece un político en una tribuna manteniendo un diálogo con sus posibles votantes:

-Votadme porque no soy mi contrincante

-¿Y usted qué defiende?

-Defiendo no ser mi contrincante.

-¿Cuál es su nombre?

-No me llamo como mi contrincante

El PP ha fiado siempre su estrategia justamente a esto, a no ser los malotes del PSOE y a rescatarnos de sus pifiadas económicas. Su esperanza reposa sobre la abstención del votante socialista. Qué triste que toda tu identidad dependa de la de tu oponente: de no ser él, de ser aceptado por él, y por ser supuestamente mejor que él en algo. Ahora, además, le ha surgido por la derecha un partido que le saca los colores por algo tan básico como tener ideas. Ideas que, además, se salen del marco establecido por la izquierda sobre lo que es justificable y lo que no.

El PP, en sus tristes esfuerzos por ser tolerado por la izquierda española, parece empeñado en ser lo que el PSOE debería ser

El PP aplica con Vox lo mismo que con el PSOE: no somos ellos. Esto les deja en la ridícula situación de, por un lado, consistir en un vacío infinito -eso sí, moderado- pero, por otro, tener que posicionarse en determinados temas. Cada declaración se convierte entonces en fuente de cabreo en relación con los votantes que desea captar: los indecisos PP-Vox y los indecisos PP-PSOE. Muy gallego hay que ser para lidiar este miura y no salir corneado. Pero, ante todo, resulta patético y a la larga le condena a la desaparición. El PP, en sus tristes esfuerzos por ser tolerado por la izquierda española, parece empeñado en ser lo que el PSOE debería ser, y no la casa de locos y de putas en que se ha convertido. El partido socialista, sin embargo, no desaparecerá nunca, pues la socialdemocracia recorre los genes de la población española, que ignora que partidos como el PP serían calificados de comunistas si explicáramos su ideario a un estadounidense.

Hasta en su punto fuerte el PP depende de sus adversarios, pues la esperanza de los populares radica en la debilidad del PSOE y de Vox. La crisis económica, más las pifiadas y escándalos legislativos propician el aumento de intención de voto que acapara el PP. Vox es todavía bisoño: la ley D'Hondt y el voto útil, el voto del miedo, juegan en su contra, además de la escasez de figuras carismáticas en sus filas.

El PSOE puede legislar a favor de los independentistas, de la malversación, puede tratar de controlar las instituciones, de promulgar leyes que sacan violadores a la calle, que aquí todos callados. Ahora, propón tu ofrecer información a una paciente y toda España pone el grito en el cielo

Podríamos decir que en la próxima legislatura -si finalmente gana- el Partido Popular tiene su última oportunidad para diseñar y defender con resolución una identidad propia, algo que tiene realmente complicado. No sólo porque lo de manejar ideas no es un concepto con el que se sientan familiarizados sino porque la ventana de Overton -aquella que establece qué discursos son aceptables o no- está escandalosamente escorada a la izquierda. Lo sucedido tras la medidas a favor de la natalidad de Gallardo resultan un ejemplo muy elocuente. El PSOE puede legislar a favor de los independentistas, de la malversación, puede tratar de controlar las instituciones, de promulgar leyes que sacan violadores a la calle, que aquí todos callados. Ahora, propón tu ofrecer información a una paciente y toda España pone el grito en el cielo.

El PP no sólo no tiene programa, sino que este va dirigido a no molestar demasiado a la izquierda (política, mediática y ciudadana). Hablar en este contexto de moderación, consenso, tolerancia y diálogo se convierte tan sólo en una broma de mal gusto: ¿con quién vas a dialogar, alma de cántaro, si lo raro es que toleren tu presencia en las Cortes?

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