Un chaval de 25 años, cuyo máximo triunfo en la vida ha sido dar patadas a un balón desde los 14 años, y hacerlo muy bien por lo visto, proclama al mundo que hay que frenar a la ultraderecha y votar a la ultraizquierda y todo el mundo encantado. Nuestros políticos le hacen la ola y los ciudadanos que insisten en tragar cada cambio de opinión de Sánchez le aplauden con las orejas. El chaval no puede presumir de estudios ni de formación, precisamente. Sí puede presumir de, a su corta edad, ser un multimillonario que puede permitirse decirle a los franceses, incluso a los que ganan 1.400 euros al mes, lo que tienen que votar, mientras él se va con un contrato millonario a vivir a otro país. Y la gente lo aplaude.
Ahora bien, si eres un músico, compositor y productor consolidado, que ha dedicado toda su vida al mundo del espectáculo, acumulando éxito tras éxito, convirtiéndote también en empresario y creando cientos de puestos de trabajo, no te puedes permitir decir que no eres de izquierdas ni comunista porque no eres idiota y has viajado.
Cómo se te ocurre, Nacho Cano, decir estas barbaridades o mostrar tu agradecimiento a Ayuso por no haber cerrado los teatros durante la pandemia y haber mantenido la ciudad de Madrid viva. ¿Acaso no sabes que el mundo de la cultura es de izquierdas? ¿Que en este país cualquier hortera sin talento, vestido de capitán piruleta en una alfombra roja, puede mendigar dinerito del Gobierno para financiar sus bodrios, no recaudar en taquilla ni lo que dos voluntarios del Domund en un fin de semana en la calle Serrano, y aún así ser laureado con el noble título de “intelectual y persona de la cultura”?
Por más que acumule éxitos este señor, por más que posea una cantera de artistas que dan el salto mortal camino del triunfo desde el trampolín de Nacho Cano, por más que se deje medio millón de euros en pagar nóminas cada mes, en España siempre será el facha de Mecano. Porque somos así de agradecidos con nuestros genios y nuestro talento.
Si eres Almodóvar, Bardem, Miguel Ríos o Ana Belén siempre tendrás un puesto de honor en los escenarios del socialismo como “pèrsona de la cultura” y no solo se te permitirá, sino que se te invitará a sermonear a los ciudadanos con un “No a la guerra”
Los pocos valientes que en el mundo del arte se han atrevido a ir contra la izquierda, han pagado cara su osadía. Ahí tenemos los ejemplos de José Manuel Soto, atacado por las hordas de la izquierda en redes sociales un día sí y otro también; al compositor José Luis Campuzano, (Sherpa, quien fue cantante y bajista de Barón Rojo), que ha sufrido cancelaciones en salas de conciertos por declaraciones políticas no bien vistas; o a Pitingo, que sufre campañas de boicotear sus conciertos, aún cuando estos son benéficos para niños con cáncer.
Todos sabemos que puedes defraudar a Hacienda, tener denuncias de empleados por explotación y maltrato, no haber lanzado al mercado un éxito en 40 años, que si eres Almodóvar, Bardem, Miguel Ríos o Ana Belén siempre tendrás un puesto de honor en los escenarios del socialismo como “pèrsona de la cultura” y no solo se te permitirá, sino que se te invitará a sermonear a los ciudadanos con un “No a la guerra”, un “paz para Palestina” o un “Free Bego”, dependiendo de la senda que marque el PSOE en ese momento.
Pero lo que no esperábamos era que la policía empezara a perseguir a los artistas que no son afines al socialismo, con dificultarles trabajar ya creíamos que era suficiente. No pensábamos que llegaría el día en el que la policía persiguiera a los disidentes, en el que un señor, puesto a dedo por el ministro de Interior, mandara una docena de policías para amedrentar a unos chavales que han venido de México a estudiar y formarse con una beca en la escuela de Nacho Cano y su producción musical Malinche.
Hace tiempo que observamos ciertas actuaciones por parte de estos cuerpos policiales que nos recuerdan a la policía política de Venezuela
Escuchar la declaración de estos chicos, que han denunciado a la policía, pone los vellos de punta. Si, supuestamente, la policía estaba realizando una investigación por contratación de inmigrantes en situación irregular, cosa que ya huele mal cuando no son trabajadores, sino estudiantes becados enviados directamente por la Fundación Casa de México, ¿a qué se debe esa insistencia preguntando repetidamente a las bailarinas si Nacho Cano había tenido algún comportamiento inapropiado con ellas? ¿Si le habían escuchado frases racistas o xenófobas? ¿Si les había tocado de manera inapropiada? Y todo esto, reteniéndolos horas en la comisaria, requisando y revisando sus móviles y sin su consentimiento.
No voy a decir desde aquí que no podemos confiar en la policía, aunque entiendo el enfado, la impotencia y la frustración que han llevado al productor musical a asegurar que los delicuentes son los policías, pero sí me voy a atrever a afirmar que hay una fracción de policías que está al servicio del Gobierno y, por tanto, del PSOE, y no al servicio de los ciudadanos. Hace tiempo que observamos ciertas actuaciones por parte de estos cuerpos policiales que nos recuerdan a la policía política de Venezuela.
Y a los incautos que creen que el Gobierno tiene cosas mejores que hacer que montar tramas para cerrar la boca a los disidentes o desviar la atención de las corruptelas propias, les invito a enterarse de cuántos disidentes hay en las cárceles de Cuba, ese maravilloso país destruido por el totalitarismo y el comunismo, que nuestra izquierda se empeña en denominar democrático.
Son malos tiempos para el disidente. Malos tiempos para el que quiere ir por libre y no someterse a las soflamas socialistas.
No temo por Nacho Cano, pues le tengo por un hombre viajado, vivido e inteligente que cuenta además con todos los recursos necesarios para defenderse. Temo por mí e incluso por usted, que me está leyendo ahora. Temo por un futuro en el que yo no pueda escribir lo que pienso ni usted leer lo que quiera. Temo perder lo poco que tengo, que es mi pluma y mi libertad para usarla, pero, aún con ese temor, tengo que decirlo también: no soy de izquierdas ni comunista porque no soy idiota.
Gracias, Nacho.
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