Opinión

No te lo perdonarán jamás, Casado

Haría falta un Tito Livio para reflejar, con aproximada exactitud, el bestial enfrentamiento desarrollado esta semana en las filas del Partido Popular ante el pasmo, asombro y rechazo del auditorio

Haría falta un Tito Livio para reflejar, con aproximada exactitud, el bestial enfrentamiento desarrollado esta semana en las filas del Partido Popular ante el pasmo, asombro y rechazo del auditorio nacional. Nunca hasta ahora se había asistido en forma tan cruel y despiadada a la demolición, en vivo y en directo, de un proyecto político. En este caso, el del partido elegido por los españoles para ejercer de alternativa al actual Gobierno que chapotea alegremente en la Moncloa.

El espectáculo de sádico ensañamiento protagonizado por los jerifaltes de la familia popular, esa pareja, contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, atiende a insondables motivos que, a estas alturas, muchos adivinan, otros intuyen y la mayoría sospechan. Celos, envidias, rencores han alimentado un guion sorprendente y mefítico, que apesta como el sobaco de una aspiradora y repele como unas purgaciones de quilombo. Todo empezó por la fecha de un congreso regional. Tal cual. Siguió luego por un plante inocente y culminó con un desparrame de absurdos episodios, personajes de sainete y situaciones grotescas, con detectives, mascarillas chinas, un hermano comisionista, alcaldes que medran, amigos que apuñalan y un señor de Murcia que es quien, en definitiva, lo ha organizado todo.

Miles de millones dilapidó el ex Ábalos en lo peor de la pandemia, con empresas sospechosas, amigos luciferinos, tramposos por doquier, compras truchas, respiradores sin oxígeno, y aún no se ha visto ni una factura

Esto es 'una explosión nuclear', resumía gráficamente un viejo militante del PP, pasmado y estupefacto ante la desabrida necedad de sus correligionarios. Resulta imposible alcanzar las cotas de perversa estupidez que han redondeado estos dos rectores de Génova, uno con más testosterona que talento y otro con menos agallas que melindres. Han acusado sin pruebas a la estrella más rutilante y querida de su formación. Le han tachado de corrupta, sin datos ni pruebas. Ayuso les ha tapado la boca con la factura de los 55.000 euros de su hermano. Se acabó. Ni una palabra más sobre el supuesto mangoneo de dineros públicos, el manoseo de compras en favor de la familia, el soltar fondos oficiales y mirar para otro lado mientras entraba la mercancía. Miles de millones dilapidó el ex Ábalos en lo peor de la pandemia, con empresas sospechosas, amigos luciferinos, tramposos por doquier, compras truchas, respiradores sin oxígeno, y aún no se ha visto ni un recibo, una factura, ni un maldito papel. Ah, no pasa nada. Nadie en su partido le pidió explicaciones. Simplemente, llegado el momento, su presidente le mandó a la calle y chitón.

Pablo Casado está aún a tiempo de superar la asignatura más difícil de su máster maldito. La del liderazgo. No se puede aspirar a dirigir un país si no controlas tu partido. O peor aún, si no sabes en qué líos te está metiendo tu mano derecha. Feijóo, en lo de FJL de esRadio, se lo dijo bien claro este viernes: el presidente es el único que ha de resolver este lío, que está a dos pasos de llevarse las siglas por delante. "Cuanto antes", insistió el barón gallego. Nada de esperar al congreso del verano. "En días", añadió. Más que un intento de mediación, sus palabras sonaron a exhortación, interpelación. Casi una orden.

Feijóo pidió disculpas "a todos los españoles, nos votaran o no". Casado aún no lo ha hecho. Y debería. Lo pudo frenar y no lo hizo

"Soy consciente del daño que esto le hace al PP", reconocía Casado en lo de Herrera. "¿Esto?" Debería haber dicho "el daño que le hago". ¿Quién empezó todo? ¿Quién aireó el montaje imaginario? ¿Quién pretende cargarse a Ayuso? Feijóo pidió disculpas "a todos los españoles, nos votaran o no". Casado aún no lo ha hecho. Y debería. Lo pudo frenar y no lo hizo. Le entregó todo el poder del partido a su particular Fouché de provincias y ha provocado un estropicio de dimensiones quizás insalvables.

En un momento clave para la Nación, en el que se advierte la fatiga de materiales del hediondo sanchismo, con un calendario favorable, sondeos optimistas, en el que la anestesiada sociedad española ofrece muestras evidentes de voluntad de cambio, acribillada por la escalada desorbitada de los precios, la insaciable inflación, el desempleo, en este momento a los mozalbetes de Génova les da por jugar al quita niña, que me estorbas y me tapas la luz. El PP era el partido de la esperanza para los millones de españoles que anhelan el final del gobierno más pernicioso de nuestra democracia. Esta conjura de los desnortados dinamita buena parte del sueño de un país, la confianza de una sociedad en un futuro distinto, sin rastro al fin de los desalmados de Frankenstein. Con sus estúpidos juegos contra la lideresa han llenado de combustible el convoy de esa pesadilla que conduce al desastre. Aún se está a tiempo de enmendar el mal infligido o esta gente no te lo perdonará jamás, Casado.

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