Lejos queda aquel tiempo en que el criminal Heinrich Himmler visitaba Montserrat, siendo recibido por los monjes con una frialdad total, aparejada con no poco coraje. Ahora, la montaña sagrada para muchos catalanes forma parte del imaginario separatista. Si San Benito levantase la cabeza…
'El català no és ben casat si no porta a la dona a Montserrat'
Así se ha dicho de toda la vida, si no vas con tu mujer a rezarle un padrenuestro a la Moreneta, la Virgen de Montserrat, no puedes considerarte bien casado. Esa virgen negra –dejo para mi buen amigo y tocayo Miguel Aracil, experto en misterios, las explicaciones simbólicas acerca de estas singulares vírgenes que proliferan por toda Europa– está considerada como patrona de Cataluña, así como la comunidad benedictina que rige su abadía siempre se vio como refugio de perseguidos y cuna del conocimiento.
Fue a ese lugar al que se dirigió el nefasto Reichsführer de las SS Himmler a buscar el Santo Grial, que creía podía estar oculto en las criptas secretas de la montaña. En ella misma se recluyó Ignacio de Loyola para escribir sus famosos ejercicios. Es un lugar de paz, espiritualidad y sosiego, un monasterio en el que puedes alquilar una celda espartana y pasar unos días viviendo con los monjes, participando de su espíritu. La Orden Benedictina ha sido, y esto es algo constatable históricamente, el último baluarte en la preservación del conocimiento, especialmente en los lúgubres tiempos de la Edad Media, donde se arrojaba a la pira todo lo que no fuese ortodoxia.
Tal parece que el Padre Abad actual, Dom Josep María Soler, ha olvidado el principal mandato de su Orden, Ora et Labora, con el que San Benito quiso advertirnos acerca del cuidado que debemos tener los seres humanos con las horas, con nuestro tiempo finito. La Regula Sancti Benedicti, que el propio Carlomagno recomendó a todos los monasterios de su vasto Imperio por considerarla pertinente y óptima, recomienda no desperdiciar ni un solo segundo en lo mundano, en tanto en cuanto que efímero y engañoso. Habla del equilibrio que debe existir entre el trabajo, la meditación, la oración y el sueño. ¿Qué diría el Fundador si supiera que uno de sus hijos pierde el tiempo visitando a presuntos presos por delito de prevaricación, malversación de caudales públicos y sedición?
Porque eso es lo que hizo Su Paternidad el miércoles pasado. Visitó a Jordi Sánchez y a Jordi Cuixart, dirigentes de la ANC y Ómnium, respetivamente, en la prisión de Soto del Real. Si lo hubiera hecho como hacían los frailes Trinitarios, que auxiliaban con sus cuidados a los presos en los Baños de Argel entre los cuales se encontraba nada menos que Miguel de Cervantes, sería encomiable y respondería a un espíritu netamente cristiano. No ha sido ese el motivo central del encuentro. El Abad, que se ha mostrado siempre en favor del llamado derecho a decidir, como, por otra parte, la mayoría de la Iglesia en Cataluña, cursó una visita política, así, sin más. No es la primera vez que el benedictino se muestra favorable a los de la estelada. El año pasado ya se lamentaba de que la cárcel dificultaba construir puentes de diálogo. Crítico con la aplicación de la legalidad vigente, ha tomado parte en un asunto que divide a la sociedad en Cataluña, dejando sin la referencia eclesial montserratina, por lo tanto, a más de la mitad de los catalanes entre los que, modestamente, me encuentro.
El propio Jordi Pujol, católico practicante, se ocupó en mimarla a cambio de darle esa pátina de catalanidad a macha martillo"
El mismo error que cometió el Cardenal Gomá durante la guerra civil, poniéndose junto a un bando, dejando al otro abandonado. Qué error, que inmenso error. Porque, que se sepa, Cristo no diferenciaba por colores políticos o idiomas, para Él, todos éramos hijos de Dios.
Las esteladas de unos, colgadas en iglesias de todos
La iglesia en Cataluña ha tenido desde siempre un tinte nacionalista. El propio Jordi Pujol, católico practicante, se ocupó en mimarla a cambio de darle esa pátina de catalanidad a macha martillo. Como en muchos otros terrenos, su labor de zapa dio frutos, si bien aquel era tierra fértil para su mensaje. Desde el movimiento de los Boys Scouts a las corales, todo lo que pasa por manos eclesiales en mi tierra tiene la impronta catalanista.
No es de extrañar, por lo tanto, que más de trescientos sacerdotes y diáconos de las diez diócesis catalanas emitieran un comunicado en el que decían cosas como que “conviene que sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán”, “estas ideas están en sintonía con nuestros obispos” o “es legítimo y necesario la celebración de un referéndum – se referían al del pasado 1-O – ante la imposibilidad de pactar las condiciones para llevarlo a cabo de manera acordada”. Finalizaban “invitando a los católicos y a el conjunto de la ciudadanía catalana a reflexionar sobre la importancia de los acontecimientos y votar en ejercicio del derecho fundamental que tiene cualquier persona a expresar libremente sus posturas”.
No son un caso aislado. Los religiosos que participan en las tesis independentistas son, me atrevo a decirlo, mayoría en las iglesias catalanas. La misma jerarquía, incluso el citado Abad de Montserrat, así como el de Poblet, Octavi Vilà, alientan ese espíritu. Puedo dar fe de ello y, como ejemplo, citaré un caso en el que, tangencialmente, me vi afectado. En septiembre pasado, Radio Estel, la emisora confesional de la Iglesia en Cataluña, inauguraba un nuevo programa matinal dirigido por mi viejo amigo y extraordinario profesional de la radio Ricardo Aparicio. Ricardo, de la escuela de Luís del Olmo, como servidor, quería hacer una especie de Protagonistas, pero la falta de medios le obligaba a ser modesto, contentándose, en principio, con dar noticias y tener una tertulia. Dos horas de programa, en suma. Duró un mes escaso. Desde la dirección de la emisora, debido a presiones eclesiásticas, se fulminó a Ricardo y a su programa. ¿El motivo? A las tertulias acudíamos personas que no éramos partidarias del proceso separatista. No importaba que estas fueran escrupulosamente equilibradas o que personas destacadas en el campo separatista como, por ejemplo, David Minoves o Agustí Colomines fuesen asiduos participantes. Solo por contar con voces que no comulgasen con el dogma oficial, aquello no podía ser. Tengamos en cuenta que hablamos de septiembre pasado, en plena ebullición del referéndum, las leyes de Transitoriedad y el amordazamiento del Parlament por parte de los independentistas y la tensión política que desembocó en el 1-O y todo lo que vino después.
Quizás sea un misterio para que lo resuelva Fray Guillermo de Baskerville, el Franciscano creado por Humberto Eco que osó enfrentarse a Bernardo Gui y al establishment católico"
Qué poco cristiano, que miserable. La Iglesia, por mediación de sus encargados, evitando la libertad de expresión como si del demonio se tratase. Eso da el nivel, uno más, del estado de censura y falta de información al que el bando de la estelada tiene sometida a la población catalana, secuestrando uno de los derechos fundamentales, ya que tanto le gusta hablar de ellos: el derecho a la libre información, a la pluralidad, a la disidencia.
Que en no pocas iglesias ondeen banderas esteladas no es casual, como tampoco lo es que en muchas homilías se repitan desde el púlpito las consignas emanadas de la ANC. Ahora bien, me gustaría preguntarles a Sus Excelencias Reverendísimas como compaginan ese amor por la secesión y aquellos que la defienden con lo que dicen las CUP, ya saben, “La única Iglesia que ilumina es la que arde”, o como ven que pretendan convertir a la Catedral de Barcelona en un centro para sus okupas.
Quizás sea un misterio para que lo resuelva Fray Guillermo de Baskerville, el Franciscano creado por Humberto Eco que osó enfrentarse a Bernardo Gui y al establishment católico en una abadía abandonada de la mano de Dios. Aquí, sin embargo, su novela no podría titularse El nombre de la rosa; sería más acertado El nombre de la estelada. Dos abadías, dos manifiestas negaciones del espíritu de Jesucristo, dos concesiones a lo mundano. Ora et Labora.
Rezo por usted, señor Abad.
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