La corrupción es un paquete, una maleta llena de pudrición moral, intelectual económica y política. Empecemos por las dos últimas. El PSOE ha ocupado las instituciones con la inestimable ayuda del PP y ha destruido la separación de poderes mientras hace negocios muy turbios.
Llegados a este punto, los diseñadores socialistas de esta corrupción política quieren que tal estado de cosas sea irreversible, es decir que esta apestosa corrupción sea instituyente, se institucionalice y sea aceptada por el común como algo natural. Y lo advirtieron en 2020: Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad. Era un ensayo de control total, abierto a discrecionalidad y arbitrariedades, sobre las actividades de los españoles mientras la banda de Sánchez se lucraba. Así, pervertidas las instituciones, la corrupción económica ha discurrido a placer, sin controles efectivos. Y sólo ahora empiezan a verse algunas de las ramificaciones internacionales de los múltiples mercadeos. ¿Consolidarán esta corrupción instituyente? Desgraciadamente tienen demasiadas entidades y medios bajo su control. Desde la UE no hay intención de parar al tirano. No es descartable un pucherazo al modo venezolano. Empobrecen y atemorizan a la población a la vez que sube el paro, promueven la inmigración y aumentan los impuestos. ¿Qué puede salir bien?
Semejante estado de postración coincide con un nuevo belicismo internacional. Sin que medie consulta democrática, los españoles se pueden ver metidos en alguna absurda guerra europea. Si todas las guerras son detestables, aún lo son más las inducidas por políticos corruptos a quienes el bienestar de la población no les importa nada, como vienen demostrando. Además, un estado de guerra es excusa socorrida para prescindir de unas elecciones. Piensen ustedes en que la corrupta ONU, la corrupta UE dirigida por la corrupta Úrsula, deciden que hay que destruir Rusia y que el ejército español integrado en la OTAN debe participar.
Y así debiera ser analizada la servil posición de nuestro ejército ante estos peligrosos escenarios internacionales. No podemos ignorar que estamos siendo invadidos desde África mientras enviamos 150 militares a Rumania a las órdenes de la OTAN
A España lo que menos le conviene es alinearse con ninguno de los dos grandes bandos que se perfilan: la OTAN que defiende los intereses de la anglosfera y los Brics que forjan alianzas en torno a China y Rusia y que incluyen regímenes iberoamericanos corruptos y antiespañoles. Sánchez hace acercamientos a China, porque así se lo manda Maduro, a la vez que no se atreve a plantar cara ni a la OTAN ni a Marruecos. Como dice Pio Moa, a España le conviene la neutralidad. Esa sería la gran baza geoestratégica que la corrupción instituyente no quiere que sea ni siquiera debatida. Y es que esa corrupción es rabiosamente antiespañola. Y así debiera ser analizada la servil posición de nuestro ejército ante estos peligrosos escenarios internacionales. No podemos ignorar que estamos siendo invadidos desde África mientras enviamos 150 militares a Rumania a las órdenes de la OTAN.
De lo que sí se habla en España es de algo muy relacionado con la corrupción moral e intelectual. La polvareda Errejón extiende su brumosa densidad sobre el régimen podrido del 78. Es boira otoñal en la que se recortan siluetas, perfiles, fantasmas y fantoches. El zurderío exhibe sin pudor su grotesca prostitución semántica y parte de la derecha no sabe lo que exhibe. Eso que Garmsci diseñó como la estrategia de la hegemonía cultural izquierdista consiste esencialmente en la desintegración de los cimientos del saber y de la ética consustanciales a la Civilización Occidental.
Errejón insiste en hacer creer que sus fantasías ideológicas constituyen una verdad. En la izquierda, a este desprecio absoluto por la sindéresis lo califican como “un gran valor político”. Tania dixit. Se comprende que, para esta gente, la política es alcanzar el poder desde la mentira y ejercerlo para enriquecerse, extender la ignorancia, erradicar la sabiduría almacenada en la cultura popular y todo ello con impúdica ostentación de habilidades en la propagación de infundios. Verbi gratia: el heteropatriarcado.
Persona y personaje
Su exhibicionismo narcisista no esconde su tosquedad, adquirida, sin duda, en sus paseos por nuestra Universidad, satélite de la anglosfera. Va y dice: “He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona”. Persona es un término que proviene del griego prósōpon, cuyo significado literal es “algo delante de la cara”, esto es, “máscara”. En el teatro de la antigua Grecia servía para designar simultáneamente al actor y a su apariencia como personaje dramático. Parece que la máscara tenía ciertas cualidades acústicas para la amplificación de la voz.
Este sujeto ha gozado de toda clase de altavoces, de modo que su persona, su máscara, ha podido participar con fruición en todos los procesos de corrupción moral e intelectual a los que ha sido invitado por el régimen del 78. A esos procesos inicuos él los llama “lucha ideológica” por “construir formas de vida y relaciones mejores, más cuidadosas, más solidarias y, por tanto, más libres”. ¡Ja, ja, ja! Da risa, pero puede que lo diga en serio. Cavilemos un título algo dadá para su mascarada: “Los peligros de fingirse neoliberal disoluto siendo rojo depravado”.
Reconozcamos en este episodio un síntoma grave, una categoría siniestra del comportamiento, no sólo de Errejón, sino de demasiados políticos: son farsantes sin escrúpulos, máscaras con micrófono. Resulta inquietante la ceguera de cierta derecha que, para criticar a Errejón, normaliza sus propias barbaridades conceptuales. Así colaboran en la corrupción instituyente. La izquierda ha visto que no tiene excesiva oposición real a sus tropelías y le viene muy bien la danza de máscaras del “todo a cien” de Génova 13 y sus muecas huecas.
La llamada batalla cultural, si se queda en peleas ideológicas de superficie, tiene poco de cultural y mucho de impostura. Ante la destrucción cultural que padece España, ya no cabe una guerra -que ya se ha producido y ha reducido la cultura a escombros- sino una reconstrucción que tiene que empezar en la Universidad y extenderse desde ahí a las aulas de los demás niveles de enseñanza. Sin eso, los medios seguirán siendo canales vacíos. Y la Hispanidad será una melancólica ensoñación sin ningún peso geoestratégico. ¿Nos salvará Argentina?
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