Entender el mundo en el que vivimos es asunto complicado. Durante un tiempo ya lejano vivimos una época en la que teníamos respuestas a preguntas que siempre creímos esenciales, aunque no a todas, claro. Incluso una simple mirada nos ofrecía conclusiones que nunca o casi nunca fallaban en relación con el conocimiento, el esfuerzo, el mérito, la pobreza, el dinero, las relaciones sociales, el éxito y el fracaso, la política y la Justicia…la vida, en definitiva.
Aquellos tiempos en los que había trabajadores con salarios bajos, pero que no estaban en el umbral de la pobreza. Jóvenes que tenían un futuro asegurado tras pasar por la Universidad. Familias sólidas, colegios con profesores respetados y hasta una cierta paciencia para vivir, o no querer hacerlo todo on line, como ahora. Aquel tiempo en el que había sabios, pero no analfabetos con cientos de miles de seguidores en sus redes. La realidad es algo que no guarda relación alguna con las posibilidades.
Pocas noticias, mucha propaganda
Entender un mundo cuyos líderes son tipos como Trump, Putin, Biden o Netanyahu: entender por qué los partidos que no ganan las elecciones terminan gobernando, o por qué se suicidan algunas naciones que en otro tiempo fueron admiradas por el mundo. Por no entender ya no entendemos un partido fútbol dirigido por una máquina infernal inventada antes de que llegara la inteligencia artificial. Prepárense para lo que viene.
¿Y del periodismo, no dice usted nada de lo suyo? Y entonces no me queda otra que agachar la cabeza. Cierto, la democracia es fondo y forma cuando caminan juntas, pero cuando sólo vemos la forma, sus apariencias, el trampantojo asoma sin rubor. El escándalo envuelto en papel de celofán. El periodismo vive su propia desgracia embobado en lo previsible; el desenfoque de las noticias que se venden como tales cuando son sólo acontecimientos sabidos de antemano. Que hayamos solemnizado un acuerdo entre dos partidos -original y marca blanca-, para no hablar de otros asuntos dice poco de nosotros. Mientras hablen del pacto no hablarán de la amnistía ni de la forma infame en que Sánchez quiere ser presidente, pensarán. De la manera en que muchos de los nuestros se han convertido en voceros de la política y del poder hablamos otro día, que esto da para un artículo entero. Qué digo un artículo, una tesis doctoral. Decía Galdós que de las ruinas de la prensa nacen de las barricadas. ¡Qué grande don Benito! También de la pereza, el despiste y el olvido de nuestra única función: contar noticias que lo sean.
Al lado de Sánchez, Yo Yolanda Yo siempre está alegre, relajada; besa al presidente, lo acaricia con las dos manos y sonríe mientras dice cosas que provocan risa contenida
Este martes vimos y leímos en la portada de varios periódicos la gran exclusiva, que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz se dan cuatro años más de matrimonio político. Portada para un pacto que nunca murió, que dura cuatro años y durará lo que Puigdemont desee. Sumar no es más que un partido-muleta a mayor gloria de una señora que se acomoda al sanchismo con tremenda naturalidad. Al lado de Sánchez, Yo Yolanda Yo siempre está alegre, relajada; besa al presidente, lo acaricia con las dos manos y sonríe mientras dice cosas que provocan risa contenida: que ella no tiene ambición política, porque siempre hay que convencerla para todo. Si, pienso, sobre todo para ser vicepresidenta otra vez. Ella no baila sola, pero sonríe mucho cuando está con Sánchez.
Presentaron el acuerdo ayer en el Reina Sofía, y ahí Yolanda Díaz calificó la jornada de grande y feliz tras alcanzar un acuerdo para la ciudadanía en la que no están los empresarios, que son los que han de pagar la salida del SMI y asumir la reducción de la jornada laboral sin que se toquen los sueldos. Con pólvora del rey, vaya.
CEOE: ¡Es un atropello!
La propaganda venía del pacto destacaba la promesa de la reducción laboral y la subida del SMI. Pactan los partidos llamados progresistas, los empresarios al parecer nada tienen que decir, que la última subida del salario mínimo se hizo sin contar con ellos. La próxima, también. ¡Viva el diálogo social en este día grande y feliz! Dará igual, créanme, que diría la vicepresidenta en funciones. Palabras, pactos, documentos, brindis al sol, porque lo que han pactado tendrá algún valor sólo si Puigdemont le da su plácet el día que estos proyectos lleguen al Congreso. Esta es la verdad, señora vicepresidenta. Y hasta donde se sabe, el fugado de la Justicia es tan independentista como de derechas.
Los viejos socialistas, los que se conocen bien la historia del partido, han de estar felices con este nuevo pacto con los comunistas, que traerá un nuevo gobierno progresista con Otegi, Junqueras, Puigdemont más la derecha burguesa vasca que se cobija baja las siglas del PNV. Un día grande y feliz repetía la señora Díaz, vestida de rojo para la ocasión. Pero quien te cubre descubre, dice Cervantes en el Quijote.
Sin tener noticia cierta de que el presidente esté ya hablando con un prófugo de la justicia a cambio de quedarse durmiendo en la Moncloa cuatro más
Las fotos de Yolanda con Pedro las hemos visto. La rueda de prensa que los medios amigos dieron en directo, también. ¿Era necesario? Uno cree que no, y menos si mientras nos venden este álbum de fotos seguimos sin saber qué está pactando Sánchez con Puigdemont. Sin saber si el PSOE está dispuesto a traer al prófugo sin necesidad de que antes vea a un juez. Sin tener noticia cierta de que el presidente esté ya hablando con un prófugo de la justicia a cambio de quedarse durmiendo en la Moncloa cuatro más. Al menos la señora Díaz se hizo fotos sonriente y feliz con el tipo que declaró la república catalana durante unos segundos. Yolanda blanquea mejor pensarán en el PSOE. Pero hay que recordarlo: si hoy Carles Puigdemont entrara a España sería automáticamente detenido y puesto a disposición judicial. Este es el prenda con el que está negociando el partido que, según ellos, más se parece a los españoles.
Democracia bajo mínimos
Decimos que vivimos en una democracia, pero no sabemos qué se pacta, qué se habla con los que van a apoyar a Sánchez, qué están prometiendo a los independentistas, qué a Puigdemont. Hemos llegado a un punto en el que sólo sirven las fotografías. En el que cada vez hay menos ruedas de prensa y preguntar es un milagro, y repreguntar imposible. Una democracia en la que su presidente habla con tipos que fueron condenados por terroristas, secesionistas y malversadores, pero se niega a hablar con un partido al que han votado tres millones de españoles.
Hemos de prepararnos. La justicia será distinta para los españoles: si eres un prófugo catalán, una; si eres de Huelva o Lugo, otra. Pero la noticia es el pacto entre Sánchez y Díaz en el que no hay referencias al estado de la Justicia o la amnistía. Lo que venga lo sabremos cuando estén listos votos del prófugo y Sánchez le dé la orden a la presidenta del Congreso para que convoque pleno. Pronto llegará la epifanía de Sánchez, un político convencido de que lo contrario de la verdad no es la mentira, sino sus propias certezas.
Cuando llegue ese momento conviene que no olvidemos lo vivido, y aún más lo que está por venir. Leído al novelista Juan Gabriel Vásquez: “Es muy pobre la memoria que sólo recuerda hacia atrás”. Dicho queda.
Final
Yolanda Díaz estaba feliz este martes hablando desde el Reina Sofía, y recordó que frente al museo hay una estatua de Alberto Sánchez, el escultor toledano fallecido en la URSS en 1962. Díaz arropó el pacto con el nombre de la obra escultórica, a saber: El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella. Casi no pude soportar la emoción. ¿Hará falta que lo jure?
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