Opinión

Nuestro Rufián

En Cataluña no se puede decir que el emperador va desnudo o es un tarado por muy verdad que sea  sin que eso te pase una factura instantánea

Érase una vez un chico de barrio que coincidía todas las mañanas en el metro con una chica muy guapa. Le gustó desde el principio y verla a diario era el momento de mayor alegría de sus jornadas. Tardó en decidirse a abordarla la friolera de diez meses, y cuando lo hizo, ocurrió de la siguiente manera: Le dio un papelito con su nombre, email, teléfono y una frase: “Porque eres mi mejor noticia de cada día”. Y así, en el metro de Barcelona, se fraguó su historia de amor.

A una, que en el fondo, aunque sea abisal, es una romántica, no le puede caer mal el protagonista de esta bonita historia, pese a que le desquicie muchas veces. Gabriel Rufián se ha convertido en los últimos días el asunto principal de muchas columnas de periodistas que están en sus antípodas políticas, si es que tiene alguna ideología más allá de su legítimo interés personal, cosa que dudo, y eso me hace pensar que su carrera en ERC está ya acabada. En Cataluña no se puede decir que el emperador va desnudo o es un tarado por muy verdad que sea  sin que eso te pase una factura instantánea.

El buscavidas simpático de Santa Coloma, el chaval que fue despedido de la única empresa en la que trabajó antes de meterse en política por absentismo laboral, (“estuvo meses sin venir y ponía excusas absurdas” se quejaba su antiguo jefe) ha aguantado en Madrid mucho más de los dieciocho meses que él mismo había establecido como su límite en el cargo. Y es que, en las Cortes, este independentista de ocasión se mueve como pez en el agua.

Sus jefes de ERC le mandaron a Madrid para no contaminarse ellos mismos con el trato con españoles, pero, con el paso de los meses, han percibido que quizás se han equivocado

Rufián es más listo que inteligente, pero tiene el olfato de la calle y percibe antes que nadie por dónde sopla el viento. Sus jefes de Esquerra lo mandaron a Madrid para no contaminarse ellos mismos con el trato con españoles, pero con el paso de los meses han percibido que quizás se han equivocado. Madrid es una ciudad seductora y llena de oportunidades, fueron intuyendo, y quizás lo que antes consideraban apropiado para el chaval de Santa Coloma, hijo de la emigración, ahora lo quieren para otros personajes más pata negra del partido.

Rufián se caracteriza por decir la verdad de vez en cuando, (el famoso tuit de las monedas, la definición desacomplejada de Puigdemont), y mentir con desparpajo el resto de las ocasiones, pero es entretenido y comprende de forma innata cómo emitir sus mensajes para su audiencia digital. Sospecho que este peculiar portavoz en el congreso de ERC nos cae mejor a sus adversarios políticos que a sus compañeros de lucha épica, que perciben vagamente, pero con razón, que el escenario más favorable a los intereses de su todavía líder en Madrid es un procés que no se acabe nunca y le permita seguir brujuleando por la Carrera de San Jerónimo y que se le cuadre la Policía Nacional.

Por si les interesa saberlo, aquella historia que se fraguó en el metro no acabó bien. Su protagonista prosperó y se enamoró nuevamente de una señora importante del PNV. Esta vez no hubo esperas de diez meses ni notitas. Otros tiempos y otras moquetas. Que les vaya bien.

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