La promesa llena los discursos en campaña. “Si me votas (aplíquese a cualquiera de los partidos del arco parlamentario) aplicaremos un cambio de modelo productivo”. Pasa la visita a las urnas y la realidad devuelve a la economía española a la misma condena. A sobrevivir a costa del sol, la gastronomía, las playas y la fiesta. El paraíso para nuevas burbujas. El sector servicios como locomotora del PIB ahora que la industria del ladrillo se afana por resucitar de entre las cenizas. ¿De verdad hay interés por moldear un nuevo modelo productivo? Para ello habría que aunar políticas de Estado que sitúen a la innovación, la industrialización, la formación y el empleo de calidad en el centro de la agenda nacional. Más allá de coyunturas políticas. Con la participación y el consenso de todos los agentes sociales.
Los derroteros en esta nueva legislatura no dibujan un cambio de tendencia. Todo lo contrario. El sector industrial se lamenta de que haya faltado un guiño en el giro del dibujo ministerial que ha dado Mariano Rajoy al área económica. “La industria ha sido la cenicienta en todo este cambio”, reflexiona un responsable de una importante multinacional. En el desglose de la antigua cartera de Industria y Energía, la primera ha quedado reducida a una Secretaría General dentro del área ministerial de Luis de Guindos. “Sabíamos que era complicado que hubiese un ministro del ramo, pero al menos sí merecíamos una Secretaría de Estado”, prosigue la fuente.
"Necesitamos que haya sensibilidad por la política industrial en el Congreso y las formaciones políticas"
El único premio se reduce a que desde Economía se haya decidido mantener a Begoña Cristeto como Secretaria General de Industria y de la Pequeña y Mediana Empresa. “Conoce los temas, las sensibilidades del sector y es una defensora acérrima de la reindustrialización de este país”, sostiene el responsable de una importante asociación industrial. Pero el chasco en la industria del automóvil, el papel, la química, la alimentación, el cemento o la siderurgia es notable ante la falta de un referente con mayor peso político. “Necesitamos que haya sensibilidad por la política industrial en el Congreso y las formaciones políticas”, se quejan.
Para que pueda encontrarse esa sensibilidad en el Congreso, primero debe encontrarse un orden. El reparto de las diferentes comisiones se ha efectuado antes de la configuración del nuevo Gobierno. Y ahí ha llegado el lío. Los partidos y la mesa del Congreso debaten estos días cómo solucionar la anomalía de una comisión para dos ministros: Luis de Guindos y Álvaro Nadal. Desdoblar la comisión, la vía que parece más lógica, supone un aumento del gasto y no todos los partidos, como Podemos, están por la labor de incrementar las cuentas públicas por las primas en las remuneraciones al nuevo presidente y portavoces. Además, existe otra pelea política de fondo. Los partidos son conscientes de la mayor trascendencia de la Comisión de Energía frente a la de Industria. De hecho, en caso de separarse, Ricardo Sixto, presidente de la unificada comisión, y miembro de Unidos Podemos, prefiere mantener su cargo en la comisión energética consciente del rédito político de un foro en el que se abordarán temas como el bono social, el despilfarro eléctrico o las puertas giratorias.
En el PSOE, el posible desdoblamiento de esta comisión también converge en la actual marea de fondo en el partido entre los partidarios de Pedro Sánchez y el sector oficial. Pilar Lucio, la experta socialista en Energía, debería convertirse en la portavoz. Sin embargo, su afinidad al anterior secretario general podría ser fundamental para que terminase vetada. En la parte de Industria, Patricia Blanquer es la actual portavoz socialista en la todavía unificada comisión.
Las grandes asociaciones industriales son partidarias del desglose de este foro parlamentario para, entre otras cosas, seguir dándole velocidad al comercio exterior. De hecho, el 85% de lo que actualmente fabrica la industria española se exporta. Incluso, desde otros foros industriales se reclama una serie de reformas en las estructuras de colaboración público-privadas, tomando como experiencia lo que se está desarrollando en Reino Unido a raíz del Brexit.
Nadie sabe cuáles serán los sectores de futuro, pero no debemos olvidar que España es muy competitiva en el sector servicios. La mayor parte de la inversión española en el exterior no está en el sector manufacturero (aunque algunas hay), sino en los sectores bancario, distribución, ingeniería, gestión y construcción de infraestructuras, hoteles, producción y distribución de energía, energías renovables, seguros, telefonía… Datos que demuestran, en definitiva, que cambiar el modelo productivo no es dejar de hacer lo que hacemos para empezar a hacer cosas diferentes, sino dejar de hacer como estamos haciendo, las cosas que sabemos hacer, para empezar a hacerlas de otra manera distinta. Si nos fijamos en aquellas empresas de referencia en España, su éxito radica en que hacen lo mismo de siempre (alimentación, comercio, textil, etc.) pero de una forma totalmente novedosa, incorporando nuevos modelos de actuación: internalización, incremento del valor añadido en base a innovación, preocupación por la sostenibilidad y la economía baja en carbono, apuesta por el conocimiento como eje vertebrador de toda su cadena de valor.
En este sentido, parece claro que innovar no es una elección, sino una necesidad. La financiación de la innovación, su gestión y su utilidad de cara a la productividad y competitividad de las empresas es decisiva. No habrá un modelo productivo viable y una economía sostenible si las bases para un futuro postcrisis no se asientan en una estrategia para la reindustrialización de España. El tejido industrial es clave porque aporta aproximadamente el 60% de la inversión en I+D+i, hace de locomotora y arrastre sobre el resto de la economía y genera un empleo más estable y resistente a los cambios de ciclo económico. Incrementar el peso de la industria en el PIB, con el objetivo de alcanzar el 20% en 2020, no se improvisa. Se construye con un plan a largo plazo y unos objetivos claros. Precisamente, el cocktail que sigue faltando entre las huecas promesas electorales.
@miguelalbacar
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