Habría bastado con un “da usted pena, señor presidente”. Solo eso. Más aún después de que Sánchez repitiera, como en tantas ocasiones en las que se ha visto contra las cuerdas, que la derrota de ETA fue obra del PSOE, que es lo que quería decir, aunque no lo dijera exactamente así. Apropiación indebida, debería llamarse. Como si los demás no hubieran hecho nada, no hubieran mirado un día, y otro día, y otro, los bajos del coche. Como si nada tuvieran que ver en el fin de la banda la Guardia Civil (ya te vale Rufián), el Cuerpo Nacional de Policía, la Ertzaintza, los vascos que nunca le perdieron la cara a los asesinos, bien es cierto que pocos, y el resto de españoles, que pusieron la mayoría de viudas y huérfanos. Como si los muertos, también, claro, los del Partido Socialista de Euskadi o del Partido Popular, no fueran los muertos de todos.
Con la brocha gorda en la mano siempre gana Sánchez. Esta vez Núñez Feijóo abandonó su hábitat natural y eligió la brocha gorda. Y no perdió, pero tampoco ganó. O perdió porque, dadas las circunstancias, no ganó, elijan ustedes. No parece muy inteligente espetarle de entrada a Sánchez que “es usted un presidente más generoso con los verdugos que con las víctimas”. Los españolitos ya saben sacar sus propias conclusiones. No fue precisamente una hábil maniobra regalarle a Sánchez la coartada sobre la que justificar la afirmación que ya llevaba escrita y que, en todo caso, y en su urgencia por esquivar el demoledor impacto de la denuncia de Covite (las listas de Bildu salpicadas de etarras, siete de ellos con crímenes de sangre a sus espaldas), iba a terminar diciendo: “El PP ha hecho lo imposible para impedir el fin de ETA”.
Quizá habría debido aprovechar la ocasión para confrontar maneras, sin miedo a Vox, confirmando la oferta de un nuevo estilo de hacer política en el que Sánchez ya nunca tendrá sitio"
Dijo eso al tiempo que, en aparente contradicción, acusaba a los gobiernos del PP de negociar con ETA, como si el PSOE no hubiera hecho lo propio. Probablemente habría sido más cómodo no hacer nada, pero González, Aznar y Rodríguez Zapatero asumieron que en su sueldo entraba correr ese riesgo. Porque era su obligación. Y si al final salió bien fue porque todos ellos hicieron lo que tenían que hacer. Incluso Rajoy, quien le dio carta blanca a Zapatero: “Haz lo que tengas que hacer”. Sin esos fracasos, sin esos intentos, que pusieron de manifiesto la escasa voluntad de los terroristas por poner fin a su actividad, que abrieron los ojos a las autoridades francesas, argelinas y a muchos vascos, el final de ETA no habría sido el que fue. Sin la tenacidad, eficacia y sacrificio de las Fuerzas de Seguridad puede que aún estuviéramos anhelando la paz. Este es el relato real, y por tanto el democrático, de la lucha contra ETA, no el urgido y ventajista del presidente del Gobierno.
Quizá habría sido mejor decirle todo esto por adelantado a Sánchez, haber aprovechado la ocasión para confrontar maneras, sin miedo a Vox, confirmando la oferta de unas nuevas formas, de renovado compromiso con un futuro consenso, de un nuevo estilo de hacer política en el que Sánchez ya nunca tendrá sitio. Se equivocó Feijóo porque puso en la bandeja de Sánchez el pretexto de la utilización electoral del terrorismo (lean y escuchen a los afines), cuando bastaba con lo básico, con decirle a la cara “yo sí que nunca convertiré a Bildu en socio de mi gobierno”. Erró Feijóo, porque con su estrategia cedió a Sánchez el titular, conformándose con el subtítulo. Tropezó Feijóo, porque en esta ocasión no hacía falta levantar la voz. Habría bastado con dejar, casi en silencio, que todo el mundo viera sin ningún filtro en qué se ha convertido Sánchez.
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