Opinión

O faja o caja

Estando como estamos tan cerca de la noche de Reyes, me voy a permitir darles una idea, por si tienen que hacer un regalo a alguien inteligente, audaz y educado. Sí, un libro para un lector inquieto con la historia de España de los dos últimos siglos. Lo

Estando como estamos tan cerca de la noche de Reyes, me voy a permitir darles una idea, por si tienen que hacer un regalo a alguien inteligente, audaz y educado. Sí, un libro para un lector inquieto con la historia de España de los dos últimos siglos. Lo han escrito 37 historiadores de fuste coordinados por José Álvarez Junco y Adrián Schubert: Nueva historia de la España contemporánea (1808-2018). Galaxia Gutenberg. Cuando digo de fuste es porque el lector puede leerlo sin un chaleco antibalas o una tila bien cargada. Simplemente hechos, datos, fuentes y conclusiones respetuosas con, otra vez, los hechos. O sea, lo mismo que nuestra narrativa política actual. El libro tiene la delicadeza -en realidad, la honradez- de contarnos antes de empezar su lectura quiénes son, qué han hecho y escrito los historiadores que lo han escrito. Se agradece, ya digo, aunque solo sea por aquello del gato y la liebre.

Me lo recomendó el periodista Julián Barriga, sabedor, quizá, de mi afición por los Episodios Nacionales de Galdós y mi interés por los siglos XVIII y XIX de nuestra historia, dos centurias pésimamente estudiadas por los españoles y, sin embargo, tan determinantes a la hora de explicar acontecimientos recientes que, por inextricables, asumimos como inexplicables. Pensar, por ejemplo, que Sánchez es un producto nuevo es ignorar el pasado. Es un prototipo que la historia ha repetido caprichosamente, si bien es difícil competir con él en su devoción por la mentira, pero antes millones de españoles tuvieron que padecer a políticos similares, y España siguió adelante a pesar de ellos.

Sánchez en versiones dispares hubo, luminosos y agazapados, en la Guerra contra los franceses, en la Constitución de Cádiz, al lado de Fernando VII, con la Gloriosa y la Restauración. Absolutistas y moderados, carlistas, progresistas, regalistas, republicanos y conservadores, católicos y masones. El siglo XIX es el periodo de la decadencia del imperio y la crisis de poder junto a un debate permanente y violento entre monarquía y democracia, tradición y modernización, que al parecer tantos años después seguimos sin resolver. La esperanza en que los sedicentes políticos que nos gobiernan cambien el devenir de la historia es igual a cero.

El libro que les traigo está bien escrito, y en muchas de sus páginas hay que decir que magistralmente escrito, es claro, bien articulado y ameno. Los autores han tenido la buena idea de colocar al final -son 800 páginas- unas cuantas breves biografías de actores muy principales del periodo del que tratan. De Fernando VII a Adolfo Suárez, pasando por la condesa de Espoz y Mina, Emilia Pardo Bazán, Ortega, Azaña, Falla o Dolores Ibárruri. Pasa uno por algunos de estos retazos biográficos y con facilidad reparo en que nos gobiernan unos cuantos tenderos ascendidos por la voluntad de minorías disolventes y antiespañolas que, eso sí, nunca tuvieron precedente en la historia del XVIII y XIX.

Soy de los que sostiene que el actual presidente -el nuestro, qué se le va a hacer-, está sobrado de algunas cosas, quizá las peores, pero es deficitario de otras, entre ellas de lecturas

No diré que esas biografías se leen fácil, porque fácil nunca es la lectura de un buen libro, pero sí que el lector se queda con ganas de saber más. Es el caso de la que ha escrito el profesor Gregorio de la Fuente Monge sobre Juan Prim, uno de nuestros políticos más importantes de la España del XIX, pero que hoy habita en el pabellón del olvido y también, para quien le pueda interesar, en el panteón de los Hombres Ilustres de la basílica madrileña de Atocha. Prim había nacido en Reus, y estaba hecho de la misma pasta cambiante de los actuales políticos, y por eso fue muy español cuando tocaba y muy catalán cuando convino. ¿Hasta cuándo hemos de ser tratados como esclavos? ¿Somos o no somos españoles?, dijo Prim en uno de sus discursos más importantes pronunciados en las Cortes en 1851. Político audaz y caprichoso a la hora de asociar libertad y orden, pasó de buscar la complacencia de Isabel II a la que calificó de gloria de la patria y del honor catalán, a terminar sus discursos en tierras catalanas con un ¡Abajo los borbones! Prim cambiaba de opinión con la misma facilidad que lo hace ahora quien gobierna España. Nada nuevo bajo sol. El de Reus tampoco mentía, cambiaba de opinión.

Cuenta Gregorio de la Fuente que Prim, recién nombrado gobernando militar de Barcelona -antes lo fue de Madrid-, tuvo que sofocar una revuelta centralista en Cataluña conocida como La Jamancia. Ante el desacato a su autoridad, Prim optó en esta ocasión por ser fiel al Gobierno de España y reprimir con dureza a los insurrectos. A los milicianos que lo increpaban les dijo que había dos opciones en ese momento: "O caja o faja". O el ataúd o la gloria que trae siempre la obediencia más pragmática y perruna.

Soy de los que sostiene que el actual presidente -el nuestro, qué se le va a hacer-, está sobrado de algunas cosas, quizá las peores, pero es deficitario de otras, entre ellas de lecturas. Sabido es que el que ha copiado una tesis, pongamos de ejemplo, ha necesitado leer poco. Su pobre expresión verbal lo delata como un indigente en lo tocante a la lectura y su posterior reflexión. Da un no sé qué verlo cuando no tiene un papel y le da por improvisar. Ha terminado leyendo en aluvión los discursos que le hacen algunos novelistas fracasados metidos ahora al oficio de negro.

El instinto y la osadía son su alimento. Su forma de sobrevivir se detalla en una ideología simple y fácil de entender. Esa que hace 180 años inspiro Juan Prim para la eternidad

Pero que no haya leído no quita para que tenga la audacia de quien lo ha hecho. Desde que gobierna España, pero de forma especial desde que él se parece al PSOE y no el PSOE a él, ha trabajado con el detalle y la desvergüenza del Prim más ambicioso. Caja o faja, y todos sin excepción han elegido la faja. Es desalentador observar que no hay nadie a su alrededor que no esté cerca del acatamiento y la sumisión. Ve y escucha uno a Escrivá, a Marlaska, Robles, a Patxi López, Gabilondo, Óscar López, Antonio Hernando, López Aguilar y tantos otros que un día fueron y ya no son, que es fácil concluir con esos tan retórico de que la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa.

A Sánchez no le ha hecho falta leer a Marx. El instinto y la osadía son su alimento. Su forma de sobrevivir se detalla en una ideología simple y fácil de entender. Esa que hace 180 años inspiro Juan Prim para la eternidad. El que en el actual quilombo español le quiera seguir sepa que no hay más disyuntiva: O caja o faja. Y así cuatro años más, digan lo que digan las últimas, envenenadas e inútiles encuestas de estos días.

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