Concluida la función que significa cada campaña electoral y ya bajado el telón electoral, los españoles nos disponemos a iniciar una nueva legislatura marcada en su inicio por el auténtico drama que ha supuesto la anterior y por las constataciones evidenciadas de cuanto representan quienes forman parte de la dirigencia política del PSOE.
La economía española está en peores condiciones que las que tenía al inicio de la legislatura finiquitada. Somos más pobres pues tenemos menos renta disponible. Debemos mucho más pues nuestra deuda pública se ha disparado. Somos menos libres pues pagamos muchos más impuestos. Y así podríamos seguir hasta … Con todo, lo peor ha sido constatar durante estos años pasados que la ética, pública y personal, de los dirigentes del PSOE se encuentra a un nivel auténticamente freático. Y habiéndose constatado sobradamente a lo largo de la pasada legislatura, así se ha confirmado por la campaña electoral que han realizado ¡Qué horror! Y no refiero a su mayor o peor calidad y eficacia que eso lo dejo para los expertos en el marketing político. No, me refiero al agrio coktail de mentiras, maldades y manipulaciones al más puro estilo de lo que es el sanchismo, solo que aún más desatado por estar en carrera electoral. Y, eso sí, con el acompañamiento del iluminado Zapatero, más iluminado que nunca, imaginando infinitos y universos, … para acabar leyendo o amando pero, eso sí, tras atribuirse de manera asquerosamente indigna el triunfo sobre el terrorismo de ETA.
Desde luego España tiene un problema. Con la actual dirigencia del PSOE es imposible construir conjuntamente nada. Ni consensos de Estado, ni estrategias de país, ni climas políticos sosegados … nada. Sánchez y los suyos solo tienen como fin el poder por el poder, para conseguirlo no respetan límite alguno, y en la confrontación política no hacen prisioneros. Siguen la máxima atribuida a John Wayne en la legendaria película de John Ford con una ligera adaptación, de manera que para los sanchistas "el único rival bueno es el muerto". Solo cuando Sánchez pase definitivamente a la historia podremos vislumbrar en España un escenario político normalizado en el que el debate y la confrontación entre partidos se asemeje al existente en los países más avanzados de la Unión Europea.
Sánchez desaparecerá del todo, antes o después, pero el numeroso conjunto de los que le han votado permanecerá. Ante eso, es inevitable preguntarse si es posible la reconstrucción regeneracista del PSOE
Lejos de mí la intención de caer en el pesimismo, pero es imposible ignorar que un personaje tan siniestro, pernicioso y peligroso como Sánchez haya obtenido ayer en torno a un 30% de los votos emitidos lo que supone que le han respaldado varios millones de españoles. No todos son militantes del PSOE sin que, en mi opinión, la militancia exonere de la responsabilidad de haber votado a semejante crápula, pero si es un atenuante. Ahora bien, ¿dónde está el nivel ético de todos aquellos que, sin el atenuante reseñado, han entregado su voto a Sánchez? Me temo que casi tan abajo como el de los dirigentes sanchistas, y eso constituye un problema de futuro para el PSOE y para España. Políticamente, Sánchez desaparecerá del todo, antes o después, pero el numeroso conjunto de los que le han votado permanecerá. Ante eso, es inevitable preguntarse si es posible la reconstrucción regeneracionista del PSOE.
Pese a todo lo expuesto, es de justicia reconocer que no pocos de los socialistas conocidos como históricos sí han demostrado una conciencia y moral pública laudable
Pese a todo lo expuesto, es de justicia reconocer que no pocos de los socialistas conocidos como históricos sí han demostrado una conciencia y moral pública laudables. Muchos se han atrevido a denunciar públicamente la lacerante deriva del sanchismo. Sin hacerlo, otros se han negado a dar su apoyo a Sánchez. Unos y otros han demostrado que no todo el socialismo español está degenerado. Pero ciertamente, las señales que con su acción u omisión han enviado a su electorado no han encontrado el eco que debieran haber cosechado. De ahí que siendo Sánchez el mayor problema político que afronta España, nuestras dificultades no se acaban con él.
Es preciso que entre la gente de izquierdas se extienda como principio ético que los fines -sus fines- no justifican cualquier medio. Deben interiorizar que ser socialista no representa ninguna superioridad moral. Que el socialismo no el bálsamo de fierabrás o panacea cervantina. Que serlo no es más legítimo que no serlo. Y que, por todo eso, cuando un socialista resulta tan dañino para España y para la sociedad española como lo es Sánchez, éste debe ser expulsado del olimpo de su partido y de sus votos.
Mientras no suceda lo expuesto, España no acabará de superar la noche tenebrosa en la que nos ha sumergido Pedro Sánchez.
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