Opinión

Los obreros están hasta los cojones del separatismo

Lo decían quienes abuchearon en Llefiá el pasado viernes a la alcaldesa cupaire de Badalona. Pitada descomunal, cánticos de “Yo soy español, español, español” y consignas como la que da

Lo decían quienes abuchearon en Llefiá el pasado viernes a la alcaldesa cupaire de Badalona. Pitada descomunal, cánticos de “Yo soy español, español, español” y consignas como la que da nombre a este artículo fueron la tónica de un acto en el que una cosa quedó clara: a la clase obrera, la independencia no le gusta. “Hasta los cojones”, decían.

Lo que le dijo la sartén al cocinero

Ya conocen el viejo dicho, “tú me freirás el culo y yo te freiré los huevos”. Así andan las cosas en los barrios obreros del cinturón industrial barcelonés respecto a la cosa separatista. Dolors Sabater, tan cupaire y progre, tan anti xenofobia y tan revolucionaria, tuvo que aguantarse al escuchar como aquellos a los que dice representar se ciscaban en ella y lo que defiende. Normal. No la han votado jamás. Las barriadas más populares, más obreras, más de izquierdas de aquella Badalona que apoyaba como un solo hombre al PSC, ahora secundan a Xavier García Albiol. Uy sí, el malote, el pepero, el racista, dicen los perfumistas hipócritas de lo políticamente correcto. Pues eso, votan una persona que, independientemente de su partido, los escucha y hace suyos sus problemas.

Alguna cosita está pasando en esta Cataluña a la que Sánchez y su combo pesecero pretenden destensar. Fíjense qué cosa más curiosa. Precisamente cuando el gobierno del PSOE desea llegar a acuerdos vergonzantes con el separatismo –si no lo creen, esperen y verán-, es la misma sociedad, las personas normales y corrientes, sin cargo ni ganas de tenerlo, quienes están plantando cara. En Badalona ya lo hemos dicho. Votan masivamente al PP, algo increíble en una tierra en la que pertenecer a ese partido es poco menos que confesar que tú mataste a Kennedy. Y lo hacen porque se fían del candidato, de Albiol. Al final, lo dijo Mitterrand, en política las cosas acaban reduciéndose a una cuestión de nombres.

Silbar, abuchear y darle caña a las CUP es poco menos que noticia de primera página, porque lo habitual es que sean estas y sus hermanitos políticos los CDR quienes hagan lo propio contra los demás. Pero eso está pasando, no solo en Badalona, sino en muchos otros lugares de la geografía catalana. En San Andreu de La Barca, tristemente conocida por el acoso escolar al que fueron sometidos los hijos de guardias civiles después del 1-O, se manifestaban el pasado domingo medio millar de personas en apoyo de éstos. Esa población también pertenece al círculo virtuoso de municipios tradicionalmente considerados de izquierdas, de hecho, su actual alcalde es del PSC, aunque tal cosa no quiera decir demasiado en éstos tiempos de rojos pálidos y concubinato político.

Funcionarios que se atreven a denunciar cómo se utiliza sectaria y torticeramente el espacio que debería ser público para hacer propaganda separatista. Héroes, en suma"

Son dos ejemplos de los miles que podríamos poner. Personas anónimas que retiran cruces o lazis amarillos de playas, carreteras, rotondas o cunetas. Gentes que plantan cara a los indoctos supremacistas, hartos de tanta falsa superioridad. Funcionarios que se atreven a denunciar cómo se utiliza sectaria y torticeramente el espacio que debería ser público para hacer propaganda separatista. Héroes, en suma.

No solo son los obreros los que están hasta los cojones

De la Operación Troya, convocada en mayo por los Grupos de Resistencia para limpiar de simbología separatista calles y plazas, a los gestos individuales, no exentos de riesgo físico, de personas que deciden hacer lo propio por su cuenta, han pasado muchísimas cosas.

El separatismo, en tanto que movimiento de masas, se encuentra desmovilizado y disparando a ciegas. Ojo, eso no significa que esté muerto o que no sea peligroso, simplemente que la vuelta a la normalidad les deja sin el carácter de excepción en el que les gusta moverse. Cualquier cosa que los acerque a la realidad de gobernar, de hacer leyes pensadas para resolver problemas, les pone de los nervios. No saben ni tienen la menor intención de aprender. Lo suyo es la bravuconada tipo Ernest Maragall, que vocea la intención de persistir en lo de su república. Resulta interesante comprobar como en el discurso oficial es el único que habla todavía de independencia. El resto lo hace de democracia, libertad, presos políticos. A Puigdemont y sus comparsas que salieron por patas a la primera de cambio apenas se les cita. Y eso que todo lo que hacían era para que volvieran.

Unamos a eso que la indignación popular se ha ido concretando a raíz de la manifestación de Sociedad Civil Catalana del pasado otoño. Un millón de personas portando rojigualdas y señeras, reivindicando la constitución y el fin de la tiranía separatista no se había visto jamás en mi tierra. La gente se ha hartado del discurso oficial del que participan tanto nacionalistas como socialistas y no digamos los ex PSUC. ¿Alguien duda que el aumento de Ciudadanos en las plazas fuertes del PSC es casualidad?

Los del despertador a las seis, facturas que no saben como pagar y enfadados al verse relegados al papel de ciudadanos de segunda han empezado a elevar el tono de voz. No ahora, este es un proceso que viene desarrollándose desde hace tiempo. El implacable ocaso de los socialistas en Cataluña es el barómetro que mejor lo ha medido. Los ingenieros de la mercadotecnia sociata se olvidaron de que la izquierda no entiende de patrias ni de naciones, sino de defender intereses de clase. Sonará añejo, pero es así. Lo dijo Josep Borrell: “Tengo más que ver con un socialista de Australia o Francia que con un nacionalista de Barcelona”. Claro. Es de primero de izquierda.

Porque Urdangarin, Zaplana y demás están en el trullo por meter la zarpa. Pero Pujol 'and family' andan por ahí en total libertad y con más orgullo que Don Rodrigo en la horca"

Por eso lo de pretender destensar, palabreja que se han sacado de la manga los ministros y ministras de Pedro, es casi peor que una traición, es una monumental estupidez. Lo que debería hacer un gobierno que se reclamase social demócrata sería rematar al monstruo y no darle oxígeno. ¿Qué esperan a cambio? ¿Otro episodio de falsa pax romana hasta que se les ponga en sus reales partes volverla a liar?

Claro que los obreros, los autónomos, los profesionales liberales, el pequeño y mediano empresario, los comerciantes, y hasta las castañeras están hasta los cojones –y los ovarios, no se me enfade el censor de lo políticamente correcto-, y, si me apuran, lo están hasta los independentistas que comprueban como todo esto es pura pamema. La gente que se gana la vida con no pocos sinsabores ha visto como el auténtico fet diferencial català estriba en que la mayoría pagamos la fiesta de aquellos que tienen sus millonarios capitales en lejanos y seráficos paraísos. Porque Urdangarin, Zaplana y demás están en el trullo por meter la zarpa. Pero Pujol and family andan por ahí en total libertad y con más orgullo que Don Rodrigo en la horca.

Por eso le silban a la cupaire Sabater, por eso se manifiestan en apoyo de los hijos de guardias civiles, por eso retiran lazis. Porque los obreros, la gente de a pie no somos idiotas. Y se nos ha acabado la paciencia. Apúntate eso, Pedrito.

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