La semana del Orgullo Gay ha constituido una olimpiada de triunfo y exaltación no solo de la homosexualidad -el lesbianismo, como siempre, ha quedado oscurecido por el exhibicionismo masculino- sino también de la llamada autodeterminación de género. Este es el estilo de los tiempos. Ya no hay distinción de sexos, ya no existe ni la naturaleza ni la biología ni la construcción corporal de la especie mamífera que somos los humanos. El postmodernismo ha venido a descubrir que cada uno se define y se presenta a sí mismo como su fantasía le sugiera. Este constructo lingüístico del género que pusieron de moda algunas profesoras universitarias estadounidenses, adoptado con enorme admiración y papanatismo por las nuestras, sirve para abolir la realidad. Con las nefastas consecuencias de que ya no se hace un análisis materialista de la realidad sino que el destino humano depende de las patologías mentales que hoy se han de considerar normalidades.
A este monstruoso delirio están contribuyendo, muy eficazmente, los medios de comunicación más prestigiosos. Periódicos nacionales de amplia tirada y prestigio e incluso los medios públicos como Radio Nacional y Televisión Española. Con desprecio absoluto por la biología, la psicología, la anatomía y la fisiología humanas, realizan una continua campaña en defensa del proyecto de ley trans, que con ahínco digno de mejor causa la ministra de Igualdad -y aguanten semejante definición- defiende desde hace varios años. A partir de su aprobación, será posible que niños de 8 años cambien su inscripción de sexo en el registro Civil y después pueden sufrir el interminable calvario de hormonaciones o bloqueadores de estas, cirugías y mutilaciones, convirtiéndose en enfermos crónicos los que eran niños o niñas sanos. Y, a continuación, todas las interferencias en el mundo femenino por parte de varones que tienen la ocurrencia de querer convertirse en mujeres.
Ninguno de estos medios contrasta la campaña realizada por los activistas de esa doctrina, considerados portavoces de la verdad, con informes científicos ni con las denuncias que muchas víctimas están haciendo ya del calvario que sufren en su deriva transicional
Este futuro, cercano, que denuncia el feminismo desde hace varios años, está promocionado, difundido y defendido por Radio Nacional en programas semanales de muchos minutos, publicitado por Televisión Española y constantemente repetido por El País, que se ha convertido en el periódico trans más prestigioso de nuestro país. Ninguno de estos medios contrasta la campaña realizada por los activistas de esa doctrina, considerados por portavoces de la verdad, con informes científicos ni con las denuncias que muchas víctimas están haciendo ya del calvario que han sufrido en su deriva transicional, ni con los argumentos que desde el feminismo se están realizando en contra de semejante agresión física y mental a las personas que han sido engañadas por la doctrina queer.
Esos medios no cumplen con la ética indispensable que se reclama para el periodismo: contrastar las informaciones, dar espacio y palabra a todas las opiniones, en definitiva, ser medios democráticos de información y no voceros y propagandistas de una única ideología.
Países avanzados como el Reino Unido, Suecia, Noruega, Finlandia, que aceptaron sin crítica ni investigación la transformación de los sexos, están corrigiendo el nefasto error de haber permitido la hormonación y la mutilación de genitales y de mamas a adolescentes a los que han convertido en inválidos y mutilados los que eran muchachos y muchachas sanos. En España el ejemplo de esas naciones no sirve de enseñanza, y esos medios de comunicación mantienen un silencio culpable sobre tales consecuencias de los experimentos anteriores.
Será la irrupción chulesca de hombres disfrazados de mujer que ocuparán los espacios higiénicos y sanitarios de las mujeres, competirán en los deportes en las ligas femeninas, se instalarán en las cuotas políticas y educativas que con tanto trabajo consiguió el feminismo
Si la ley trans se aprueba, será el comienzo de una epidemia de imitación por parte de muchos niños y niñas, de desestabilización emocional de adolescentes, y de irrupción chulesca de hombres disfrazados de mujer que ocuparán los espacios higiénicos y sanitarios de las mujeres, competirán en los deportes en las ligas femeninas, se instalarán en las cuotas políticas y educativas que con tanto trabajo consiguió el feminismo. El movimiento feminista dejará de existir. Puesto que si no hay hombres ni mujeres no es preciso reclamar la igualdad de trato, de oportunidades, de justicia, que todavía tenemos que conquistar en un mundo desigual.
Es evidente que esta estrategia está diseñada por el antifeminismo que se ha desencadenado contra los avances del feminismo, y tiene sus beneficiarios: empresas y laboratorios farmacéuticos, clínicas de cirugía, profesionales de variadas especialidades y constituirá un triunfo del Patriarcado contra el que las feministas llevan luchando dos siglos.
Y este será el gran triunfo de Irene Montero, titular de Igualdad, que tan asombrosamente ha hecho de la defensa de la ley trans su único objetivo, mientras la violencia contra la mujer, el acoso sexual, las violaciones, la prostitución, la pornografía, los vientres de alquiler, la desigualdad salarial, la feminización de la pobreza, lacras que llevan a la tumba y a la desgracia a miles de mujeres, no constituyen para ella ni penosas realidades a combatir ni son competencia de su ministerio. Nunca habíamos retrocedido tanto en nuestra penosa e interminable lucha contra la injusticia y la desigualdad.
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