Uno de los episodios más bochornosos de la teoría economía dominante de las últimas décadas era el ataque inmisericorde, publicitado en los distintos tabloides de medio mundo, contra el gasto y la deuda pública. Ello se tradujo en reglas ad hoc de política económica que limitaban el déficit público y el stock de deuda pública sobre PIB. Mientras se bajaban los impuestos a las rentas más altas, y las grandes corporaciones implementaban prácticas fiscales elusivas o delictivas, se recortaba el estado del bienestar en nombre de la eficiencia y eficacia económica. Todo ello era aderezado en un coctel donde se obviaban las dinámicas de la deuda privada, consecuencia lógica de promocionar otros ingredientes más “fuertes”, como la eficiencia de los mercados, la racionalidad de los inversores, y distinto brebajes de igual calado, como lo chupi guay que eran los bancos privados auto-gestionando su nivel de riesgo, de mercado y crediticio. Se trataba de un ejercicio de fake news, quizás más bochornoso de la historia reciente, digno del guión de una futura película, bajo la batuta de Allan McKay, director de esa joya recientemente estrenada, Don’t look up. ¡Qué grande Meryl Streep en su papel de Isabel Díaz Ayuso!
Pero no nos distraigamos. En un reciente artículo publicado en el Financial Times bajo la rúbrica “The EU’s fiscal rules must be reformed”, Mario Draghi y Emmanuel Macron pedían lo obvio, reformar las absurdas y tramposas reglas fiscales de la Unión Europea. Para ello Draghi y Macron ponen en valor la política fiscal frente al repudio por parte de los neoliberales de distinto pelaje que pueblan las derechas patrias. “Necesitamos una estrategia de crecimiento de la UE para la próxima década, y debemos estar preparados para aplicarla mediante inversiones comunes, normas más adecuadas y una mejor coordinación, no solo durante las crisis… La capacidad de desplegar la política fiscal para proteger a nuestros ciudadanos y transformar nuestras economías ha sido, y sigue siendo, fundamental para esta estrategia. Así pues, junto con todos los demás Estados miembros de la UE, una vez que hayamos definido un conjunto de principios y objetivos macroeconómicos comunes, tendremos que debatir la forma correcta de traducir estos objetivos en un nuevo marco fiscal sensato”.
Por otro lado, ambos dejan claro lo absurdo de las actuales reglas fiscales, “Antes de la pandemia, las normas fiscales actuales de la UE ya necesitaban una reforma. Eran demasiado oscuras y excesivamente complejas. Limitaban la actuación de los gobiernos durante las crisis y sobrecargaban la política monetaria. Tampoco proporcionaban incentivos para priorizar el gasto público clave para el futuro y para nuestra soberanía, incluida la inversión pública…. Necesitaremos un marco que sea creíble, transparente y capaz de contribuir a nuestra ambición colectiva de una Europa más fuerte, sostenible y justa. No cabe duda de que debemos reducir nuestros niveles de endeudamiento. Pero no podemos pretender hacerlo mediante una subida de impuestos o recortes insostenibles del gasto social, ni podemos ahogar el crecimiento mediante un ajuste fiscal inviable”.
La UE debe reavivar el espíritu que impulsó las medidas que tomó al inicio de la pandemia en 2020. Una nueva estrategia de crecimiento y, a continuación, un marco fiscal reforzado
Finalmente, terminan con un propósito loable, desarrollar una estrategia de crecimiento, que es incompatible con el marco fiscal actual, “La próxima presidencia francesa del Consejo de la UE tendrá como objetivo desarrollar una estrategia global compartida para el futuro de la unión… La UE debe reavivar el espíritu que impulsó las medidas que tomó al inicio de la pandemia en 2020. Una nueva estrategia de crecimiento y, a continuación, un marco fiscal reforzado en este sentido contribuiría en gran medida a garantizar que la UE disponga de los medios necesarios para hacer realidad sus ambiciones.”
Para entender lo absurdo de las reglas fiscales de la UE, permítanme recomendarles un artículo académico que echa por tierra los argumentos usados. En “Nonlinearities in the relationship between debt and growth:(no) evidence from over two centuries” publicado en 2019 en Macroeconomic Dynamics, el autor, en un análisis para 27 países, desarrollados y en vías de desarrollo, no encuentra pruebas de una relación de equilibrio a largo plazo entre la deuda pública y el crecimiento económico. Dado que una relación de equilibrio a largo plazo representa un requisito previo para cualquier causalidad a largo plazo entre ambas variables, ésta no existe. Termina el artículo en su último párrafo diciendo: “Los resultados que se presentan en este documento socavan algunas de las conclusiones populares sobre este tema tan cargado de política que representan el ajuste fiscal como una necesidad para la estabilidad y la sostenibilidad económica a largo plazo..... En realidad, destaco la ausencia de pruebas de no linealidad, como el popular umbral del 90% de la deuda soberana en relación con el PIB, o de especificaciones polinómicas en la relación a largo plazo entre la deuda soberana y el crecimiento y desarrollo, que ha sido el objetivo explícito de la literatura empírica que cito y reviso”.
Lo que sí es negativo
Los mismos economistas –neoclásicos, neokeynesianos- que repudiaban el papel del sector público, y la importancia de la política fiscal a corto, medio y largo plazo, como instrumento de política activa para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, se despreocuparon de la deuda privada. Como corolario, obvio, ni olieron atisbo de Gran Recesión. Lo peor es que muchos de ellos, a fecha de hoy, aun siguen sin comprender las balanzas sectoriales de Wynne Goodley, y por lo tanto no pueden inferir que en toda recesión de balances privados aumenta la deuda pública, y que dicho aumento es el motor de la recuperación económica.
Pero la deuda privada, sí que importa, y mucho. Vayamos de nuevo a la ciencia, a los datos. Para ello me apoyo en otros dos artículos académicos. En uno de ellos, “Household debt and business cycles worldwide” publicado en 2017 en The Quarterly Journal of Economics, los autores, ortodoxos, afirman “Un aumento de la relación entre la deuda de los hogares y el PIB predice un menor crecimiento del PIB y mayor desempleo a medio plazo para un panel de 30 países desde 1960 hasta 2012”. Curioso, ¿verdad? Sin duda esa conclusión era obvia para cualquiera que hubiese estudiado la hipótesis de inestabilidad financiera de Hyman Minsky.
Durante la Gran Recesión, el racionamiento del crédito se vio acompañado de un aumento de la colateralización con efectos significativos y adversos sobre el crecimiento económico
En el segundo de ellos, “Persistence in the private debt-t -GDP ratio: evidence from 43 OECD countries”, publicado recientemente, en julio de 2021, en Applied Economics, los autores investigan econométricamente la persistencia de la relación entre la deuda privada y el PIB en 43 países de la OCDE. En casi todos ellos, muy especialmente en España, se encuentra que dicha relación es altamente persistente. Ello sugiere efectos de larga duración de cualquier perturbación sobre la relación entre la deuda privada y el PIB. Por ejemplo, durante la Gran Recesión, el racionamiento del crédito se vio acompañado de un aumento de la colateralización con efectos duraderos significativos y adversos sobre el proceso de desapalancamiento y el crecimiento económico. Por lo tanto, concluyen los autores, es clave la política macro-prudencial como uno de los pilares de la política macroeconómica. En definitiva, otro artículo que valida la hipótesis de inestabilidad financiera de Hyman Minsky.
Por lo tanto, cosas de la vida, mientras que la deuda pública y la política fiscal no eran esos ogros que algunos, por instinto de clase, nos vendían, se coincide en lo nocivo es un endeudamiento privado masivo que pueda poner en jaque a la economía global. Esperemos que Macron y Draghi consigan que la UE abandone las absurdas reglas fiscales. Si además, Draghi, que conoce la Teoría Monetaria Moderna, puede empujar a favor de su implementación, sin duda sería el mejor regalo para los ciudadanos europeos en este 2022 que está a punto de comenzar.
Estimados lectores, os deseo un Feliz Año Nuevo, y que cada día sea el mejor día del año.
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