Cuando entonces hablábamos de la derecha civilizada con la que era posible entenderse. Ahora, Machado Libros acaba de publicar uno de imprescindible lectura antes de entrar en la confusión del torbellino electoral de las municipales y autonómicas. Su título completo es “Alt-ríght: La derecha alternativa. De 4chan a La Casa Blanca”. Su autor es Mike Wendling, corresponsal que fue de la BBC en Washington. Su objeto describir cómo reventó el ecosistema digital durante el segundo mandato del presidente Barack Obama.
Para Wendling se trata de “un giro gradual, del que todos participamos, y que terminó por hacernos confundir la irreverencia con la rebeldía, la intolerancia con el derecho a la opinión y el cinismo con la adopción de una actitud crítica hacia un mundo injusto”. Su prologuista Álvaro L. Pajares estima que a lo largo de este viaje fue la alt-right quien lideró la batalla cultural, convirtiendo la transgresión y la ironía, dos dispositivos estéticos tradicionalmente utilizados por la izquierda, en sus principales armas discursivas. Llegados aquí, conviene advertir que fue el propio Partido Demócrata y los medios de su órbita quienes más se encargaron de dar alas a la ultraderecha con sus continuas referencias a los troles de Internet en sus discursos. Una advertencia que valdría tener en cuenta aquí, en el ruedo ibérico para evitarnos males mayores.
“Si las personas racializadas y las mujeres se pueden beneficiar de un paquete de medidas debido a su identidad, lo que tienen que hacer los hombres blancos es reclamar un paquete de medidas para sí mismos"
El libro de Wendling analiza la jerga de este movimiento, entendiendo que había surgido en las redes y que las había abandonado para mudarse e instalarse en el discurso público, como así ha pasado. Nuestro autor considera que la alt-right es una reacción a la potencia, tanto teórica como hegemonizante, que tuvieron tanto el feminismo como el antirracismo de tercera ola que deconstruyó con todas sus consecuencias políticas, las categorías modernas de raza y género hasta deshacerlas lo que afectó a los sujetos privilegiados que gozaban de estar en la cúspide de la sociedad: los hombres blancos y heterosexuales. De modo que “si las personas racializadas y las mujeres se pueden beneficiar de un paquete de medidas debido a su identidad, lo que tienen que hacer los hombres blancos es reclamar un paquete de medidas para sí mismos". Wendling separa muy bien la alt-right dura de la alt-light, versión más blanda: ambas quieren políticas de identidad, solo que la “dura” lo que reclamará es un etnoestado para “salvar” a los blancos, mientras que la alt-light solo querrá un paquete de medidas para los hombres blancos, entendiendo así todas las identidades como en una jerarquía horizontal, teniendo que competir entre ellas para conseguir medidas que les beneficien.
Para Wendling, la alt-right si bien respeta -como toda la extrema derecha- la distinción binaria sexo-género, considera que tanto hombres como mujeres pueden adoptar dos roles totalmente diferenciados. Para los hombres tendríamos dos diferenciados por grados de masculinidad: "los alphas hipermasculinizados y misóginos imbuidos de la nostalgia de un supuesto hombre pasado, y los betas ·los nuevos hombres”, que son blandengues y que han perdido toda su masculinidad por estar subordinados al feminismo hegemónico y a las mujeres. Igualmente, para las mujeres cabrían dos tipos de roles: las normies, o las mujeres feministas que han perdido toda feminidad y valor social para la alt-right, y las tradwifes, traditional wifes, que son aquellas que encuentran su valor al ocupar el antiguo papel de la mujer y al encarnar una feminidad totalmente subordinada al hombre. Atentos.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación