La realidad es tan amplia y heterogénea que no se puede medir, sino tan sólo estimar. No obstante, hay variables que ayudan a apreciar por dónde van los tiros. Los audímetros indican este lunes que el principal acontecimiento televisivo de ayer por la noche se vio en Antena 3, donde un culebrón turco llamado Secretos de familia batió su récord de la temporada (11,6%), que no es poca cosa. La primera lección que se puede extraer de todo esto es que la política no resulta tan atractiva como transmiten quienes viven gracias a ella. Desde los representantes públicos hasta los periodistas más relamidos.
Hay quien disfruta de los escrutinios y de las cábalas... y hay quien se reboza con placer oscuro en la charca donde se ubica la decepción de los sabelotodo. Mientras el pasado 23 de julio hubo quien adoptó tono fúnebre después de que Pedro Sánchez salvara los muebles, reconozco que en mi cabeza sólo podía vislumbrar la imagen de Narciso Michavila. Resonaron en mi mente durante horas las bravuconadas que el 'genio de la demoscopia' pronunció en los días anteriores, como quien apoya el codo en la barra de la taberna y pontifica delante del camarero. El PP y Vox iban a conseguir una amplia mayoría absoluta, expresó, plenamente convencido (y nos arrastró en su optimismo, como a primos), ante cierto regocijo que no es bueno. No es propio de las buenas personas, pero resultó inevitable.
Algo similar me sucedió este domingo cuando conecté con LaSexta y observé a Angélica Rubio -chaqueta azul persa, gafas de institutriz severa, cara desencajada- tratando de transmitir a la audiencia que las maniobras de apareamiento de Pedro Sánchez con Junts no habían tenido nada que ver con el resultado de las elecciones gallegas, como queriendo quitar hierro a la derrota.
Era gracioso escuchar también a Xabier Fortes en TVE, que se empeñaba en recalcar que el Partido Popular había obtenido un porcentaje de voto muy similar, pero que, pese a todo, su resultado era inferior en dos escaños al de 2020. Nada que celebrar pese a la mayoría absoluta. Mientras tanto, Antonio Maestre sostenía que los populares solían perder muchos escaños durante el recuento de votos, por lo que las primeras fases del escrutinio podían dar una idea muy equivocada sobre lo que iba a suceder. La guinda del pastel la situó Estefanía Molina, quien apuntó: “Hoy se verá el porqué la estrategia plurinacional es tan potente para la izquierda cuando se trata de gobernar España”. Ignacio Escolar intentaba poner paños calientes tras el desastre del PSOE al afirmar que el BNG había presentado una muy buena candidata.
Una mala noche la tiene cualquiera
Decía que la realidad es insondable, aunque, por fortuna, es muy diferente a la que se dibuja en las mesas de tertulia o a la que Fortes y la Barceló describieron desde sus platós en la Plaza del Obradoiro santiaguesa. La lideresa informativa de la Cadena SER, caída la noche, se aventuró a afirmar que no iba a ser un buen día para la derecha.
Dijo: “Nunca antes el resultado había estado tan abierto. La incertidumbre es total. Pretendía el PP reforzar el liderazgo de Feijóo, pero las cosas no han salido como habían imaginado y el ambiente no es el de la victoria indiscutible”. Podrá comprobarse que esta señora se equivocó por completo. Describió un Murillo donde había una pared de gotelé... O un paisaje marítimo desde la Luna, que es donde parecía estar. A nadie le extrañaría que terminara la noche abrazándose al santo para obtener soporte, cautiva y desarmada.
Desde el ala contraria a la 'fachosfera', donde habita el orfeón de cantarines de las alabanzas de Pedro Sánchez, lo han intentado todo durante las últimas semanas para tratar de conseguir un cambio de rumbo en la política gallega. El resultado es que una buena parte de sus votos ha ido a parar al BNG, es decir, a otro de esos partidos nacionalistas que transmite entre su parroquia que las causas del declive económico de todo esto se encuentran en Madrid y que, por tanto, merece la pena vaciar su región de todo lo que huela a España para recuperar la prosperidad. Su despiste es incluso mayor que el de la Barceló, pues obvia variables fundamentales que explican la pérdida de poder de todo Occidente. Aun así, sus soflamas son efectivas y han calado en Galicia como en Cataluña, Navarra, País Vasco... o en esas regiones donde se ha respondido a esta problemática con la inyección de un regionalismo/tribalismo cateto.
El PSOE se ha apoyado en todos estos partidos para mantenerse en el Ejecutivo y eso ha sido respaldado por todas esas plumas y voces de tertulia, que son obedientes y agradecidas en el presente, pero que cambiarán de postura en el futuro y se volverán contra Pedro Sánchez cuando la realidad lo aconseje. Anoche estaban desolados. No entendían nada. Miraban hacia los escaños del PP porque el resto no les encajaba, como a todos lo que creyeron a Michavila en julio. “Pobriños”.
Una lágrima cayó en la arena llena de pellets
La traca final llegó cuando Diario Red -de Pablo Iglesias- le dedicó unos párrafos demoledores a Yolanda Díaz, que ha obtenido unos resultados ridículos en su tierra. Ni la marea de plástico le benefició, ni el Papa la bendijo, ni el gobierno palestino le concedió munición; ni su discurso adaptado para las personas con dificultades cognitivas sirvieron. Incluso Vox logró más votos que ella. Eso lo aprovechó Iglesias para acusarla en su panfleto de dividir a la izquierda; y eso ha valido algunos enfrentamientos entre 'los hunos' y los 'otros' en las redes sociales que también sirven para obtener un gozo oscuro en este lunes.
Lo más gracioso es que las críticas a la pobre Yolanda procedieron de un partido como Podemos, que ha sacado más o menos un número de votos similar al de la cantidad de abonados del Deportivo de la Coruña. ¿Dónde están todos los periodistas que defendían esa opción? Renegaron, como lo harán de Sánchez quienes hoy denuncian la existencia de una 'fachosfera' que intoxica y enfrenta a los españoles. Quedarán Angélica Rubio y unos pocos más. El resto tendrá que seguir ganándose el pan con la fórmula que utilizan a diario: hablando sin parar y pontificando, aunque se equivoquen todos los días.
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