Las ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros se han convertido en una ceremonia mortificante para cualquier espíritu democrático. Lejos de una recensión sobre lo tratado por el Gabinete, tras lo que se procede a abrir un turno de preguntas, en esa sesión se expelen consignas, se recitan eslóganes y se lanzan proclamas sin control, medida o rubor. Como en un tenderete de feria o un estand de mercadillo. Dieter Brandau y su muy perspicaz equipo de esRadio, lleva a cabo, desde tiempo inmemorial, un seguimiento de estas deposiciones ministeriales que se desarrollan entre el exceso y el ridículo. El resultado es lo más parecido a un esperpento relatado por Jardiel.
Isabel Celáa abrió el cartel de las portavozas. Dotada de una oratoria agria y ramplona, incapaz de una expresión certera o un adjetivo adecuado, la también ministra de Educación y ahora embajadora ante el Vaticano, inauguró esta costumbre de convertir la rueda de Prensa en una apasionada arenga en favor del Gobierno y en un bombardeo inclemente contra las fuerzas de la oposición. María Jesús Montero, su sucesora, actual titular de Hacienda, mudó la forma pero no el fondo. De verbo florido y cantinflesco, ininteligible por lo redundante y atropellado por una ansiedad casi concupiscente, la segunda vocera del Consejo de Ministros más que rechazo por la virulencia de su empeño contra el PP cosechaba cada semana una catarata de carcajadas. Tal era el ridículo altivo. Isabel Rodríguez, quien ocupa ahora ese sillón junto al de Política Territorial, prometió, en su presentación ante los medios, evitar las críticas a la derecha, huir de la politización en los mensajes y no ir más allá de lo que estrictamente establecido. Como si viviéramos en democracia, vamos. Apenas cuatro funciones mantuvo su promesa. Rodríguez, sin duda la menos dotada para el cargo ya que muestra alguna tentación a evitar la mentira y una lejana sensibilidad ética (sencillamente, algo más de vergüenza), tuvo que hacer frente a un antojo propagandístico de Sánchez, que improvisó una doble cita del Gabinete a la semana sin apenas guion ni contenido. Una encerrona que desgastó el escaso presente y desbarató el inexistente futuro de quien en su día fue brillante alcaldesa de su pueblo. Otra mártir por la causa del señorito.
El sanchismo todo lo corrompe. Ha convertido la Moncloa en una especie de sucursal de Ferraz con derecho a BOE, desde donde se organizan campañas, se lanzan improperios de toda índole contra los rivales y se acribilla a los disidentes
En estos días de fervor y recogimiento, surgió en una tertulia radiofónica el debate sobre estos excesos propagandísticos desde la Moncloa. En su infinita ingenuidad, el conductor del espacio preguntaba a sus tertulianos si tal asunto es normal o merecería algún tipo de reproche más sonoro. La cuestión no era baladí puesto que incluso la oposición dio por perdida esta batalla y optó por dejarla correr. Este martes, sin embargo, a la factoría de ficción de Presidencia se le fue la mano y remitió a la sala de Prensa a tres ministros sin nada que contar, con el único objetivo de sacudirle con saña a un PP que acaba de estrenar un presidente y que se comportó con escrupulosa corrección tras la burla de que fue objeto en su visita al Palacio monclovita.
El pacto con Vox en Castilla y León, la tentación ultraderechista de Feijóo y hasta el repunte de Le Pen en las elecciones francesas fueron los proyectiles utilizados por la portavoz Rodríguez, que contó con el respaldo de los ministros de Interior y Justicia, Marlaska y Llop respectivamente, para protagonizar uno de los episodios más bochornosos de cuantos se han celebrado en ese decorado espectral. El sanchismo todo lo corrompe. Ha convertido la Moncloa en una sucursal de Ferraz con derecho a BOE, desde donde se organizan campañas, se acribilla a los adversarios, se denuesta a los disidentes y, en suma, se envilece una de las tres instituciones en las que se sostiene nuestro maltrecho Estado de Derecho.
Desde RTVE a la Corona
Cierto que, como le ocurría al inadvertido conductor radiofónico, semejante comportamiento ya no debe mover a escándalo alguno. Desde su llegada a la colchoneta del poder, Sánchez no ha titubeado a la hora de que invadir, sojuzgar y ocupar los órganos institucionales, empezando por RTVE y el CIS, apoteosis de la vergüenza demoscópica, pasando por la CNMC, la CNMV, la Fiscalía General del Estado y ahora, merced a su pacto con Pablo Casado, que en buena hora fuese, el Tribunal de Cuentas, el Constitucional y con el CGPJ a la espera. Y veremos la Corona, siempre en el alero, sin apenas nadie que la defienda y hostigada por mil enemigos, visibles e invisibles.
La nueva dirigencia del PP no debe permitir ni una sesión más de ese vergonzante uso del Consejo de Ministros en el que los comparecientes degradan la verdadera función de su cargo, que es contribuir y velar por el bienestar y prosperidad de los ciudadanos, para convertirlo en una herramienta sectaria y partidista. Ni un esperpento más sin respuesta, ni una ofensa más sin reproche, ni una burla más sin réplica. Este ejercicio de cinismo, sin parangón en gobiernos auténticamente democráticos, ese atropello de las normas de la convivencia política más elementales, ha de acabar. Punto final, nunca más. "Mira, Pedro, le espetó tiempo atrás un veterano opositor, esa mesa es sagrada". A ver si te enteras.
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