Como Cataluña ya no puede liderar al resto de España en prosperidad económica, orden público o seguridad jurídica, ha decidido concentrar la innata creatividad de sus sufridos empresarios en los únicos espacios que deja libres una producción jurídica autonómica y municipal encaminada a ahogar cualquier progreso y a hacer de las grúas en su territorio animales salvajes en vías de extinción. Por esta vía se han consagrado nuevas categorías laborales que en tiempos mejores en los que nos gobernaba gente que no nos odiaba ni se contemplaban por no ser necesarias.
Una de ellas es las así llamadas 'empresas de vigilancia y seguridad', que mediante la correspondiente señal en el edificio o solar que tienen que proteger, normalmente un cartel con la imagen de una rueda ininteligible para el peatón desavisado pero perfectamente clara para los delincuentes, deja evidente al aspirante a okupa que ese edificio o espacio tiene dueño y que, por supuesto dentro de la ley, no se va a andar con bromas con el que se atreva a poner un pie dentro.
Son las únicas que de verdad pueden garantizar la seguridad de sus inversiones en una región en la que no está del todo claro de qué lado se posicionan los que mandan sobre las fuerzas del orden
Estas empresas, con todos sus papeles en regla y ya en plena madurez profesional, ofrecen al constructor, sea este grande o pequeño, diferentes paquetes de servicios para la plena satisfacción de sus necesidades, que no es lo mismo la vigilancia 24 horas de un edificio goloso que ir a dar una vuelta tres veces al día a un descampado. Los empresarios del sector las conocen y contactan con ellas por peculiares que sean sus oficinas, porque son las únicas que de verdad pueden garantizar la seguridad de sus inversiones en una región en la que no está del todo claro de qué lado se posicionan los que mandan sobre las fuerzas del orden, y una vez se inicia la colaboración profesional con una de ellas se las mima todo lo posible, porque tienen más ofertas de trabajo de las que pueden sacar adelante y son ellas las que eligen a sus clientes.
Otra posibilidad de carrera profesional que se ha abierto en Cataluña a raíz de la filosofía en materia de vivienda, que ya lleva en vigor unos años y ahora va a sufrir el resto de España, es la del okupa de confianza. Muchas empresas del sector tienen en nómina a sus propios okupas, que suelen ser trabajadores de mucha confianza que hasta ahora desempeñaban otros menesteres en la empresa. La labor del okupa de confianza es clara y en principio tranquila, aunque puede contar con picos de enorme tensión, como sucede con los anestesistas. Pongamos un ejemplo: una empresa inmobiliaria X compra un piso okupado y con enorme esfuerzo y tras tensas negociaciones que en muchos casos implican el desembolso de grandes cantidades de dinero, consiguen que la mafia okupante consienta en el desalojo del piso en cuestión. Inmediatamente entra a okuparlo el okupa de confianza, cuyo trabajo consiste en quedarse dentro y no salir más que lo esencial, asegurando así que el piso no va a ser okupado de nuevo por la misma mafia que acaba de cobrar, mientras se llevan a cabo las obras de acondicionamiento necesarias para poder proceder a su venta.
Uno de sus okupas de confianza había tenido que salir por necesidad a un recado urgente y aprovechando su ausencia se habían colado en el piso unos indeseables
Si eres fuerte, responsable y te gusta estar tranquilo en casa leyendo es tu trabajo ideal. Y digo fuerte porque una vez me postulé para el puesto y me denegaron dicha posibilidad porque las mujeres, en general, solemos carecer de la presencia física necesaria para desaconsejar el intento de sustituirnos en el puesto por parte del okupa malo. Me contaron entonces que el trabajo tiene sus complejidades y que no hacía mucho tiempo, uno de sus okupas de confianza había tenido que salir por necesidad a un recado urgente y aprovechando su ausencia se habían colado en el piso unos indeseables. Avisada la empresa por un vecino, ésta se puso en contacto con el okupa de confianza que inmediatamente y a la carrera volvió a su puesto de trabajo. Él solo, y con sus habilidades y pundonor profesional, abortó pacíficamente el intento y la cosa se solucionó rápidamente. Una vez terminadas las obras del piso y las llaves en manos del comprador, el okupa de confianza, con la satisfacción del trabajo bien hecho, salió del piso rumbo a su nuevo destino laboral. Los vecinos le despidieron entre aplausos, haciéndole el pasillo como en las bodas de los marinos de guerra, solo faltaron los sables y las flores. Un trabajo más que digno que mejora la vida de todo el vecindario.
Que sepan qué se siente cuando tu casa está en peligro y no tienes a tu disposición personal la protección de las fuerzas policiales
La naturaleza aborrece el vacío. Si las leyes son injustas y favorecen al delincuente, los ciudadanos honrados encontrarán la forma de hacerles frente legalmente en la medida de sus posibilidades, pero en el proceso muchos, los más vulnerables, se quedarán fuera. Esa señora viuda que vive de su pisito de alquiler no tiene posibilidades económicas de contratar okupas de confianza ni conoce ni tiene forma de contactar con las empresas de vigilancia que sí están dispuestas a protegerla de forma eficaz. Esta ley abandona a los más débiles para defender a los más fuertes, los que entran pegando una patada en la puerta en lo que debería considerarse más sagrado: la casa ajena. Y los que las proponen, desde la seguridad de sus mansiones protegidas por la policía, no deberían ser revalidados en sus puestos tras los distintos procesos electorales que se van a celebrar durante lo que queda de año. Que sepan qué se siente cuando tu casa está en peligro y no tienes a tu disposición personal la protección de las fuerzas policiales. Si por las razones que sea tienen que dejarla por un tiempo y necesitan que alguien se la proteja, a alguien que de verdad lo haga, que se busquen entre los infinitos cargos de confianza de su cuerda que cesarán con el cambio de gobierno, a alguien que no sea del todo inútil. Ofrézcanle ser su okupa de confianza. Y que se lo paguen de su bolsillo.
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