En el momento de escribir este artículo todavía no se conoce el escrutinio de las elecciones francesas, pero todo indica que Marine Le Pen y su Agrupación Nacional son los ganadores. Con un aumento de la participación que va entre el 65,5 y el 69,7% eso que denominan “extrema derecha” sin mayores matices ha dejado atrás al Nuevo Frente Popular de izquierdas y al macronismo, tercero en la disputa. Hija del parachutiste vocinglero Jean Marie Le Pen, al que conocí y me pareció un perfecto histrión, ha conseguido llegar donde su padre no pudo. Que el antiguo Front Nationale estuvo a punto de ganar, y que en la segunda vuelta la izquierda y la derecha francesas tuvieron que apelar al voto útil, no es nuevo. Pero que, por primera vez, la propuesta política de Le Pen haya conseguido interesar a las clases medias y trabajadoras sí lo es. E indica que en Europa los problemas de la calle acaban imponiéndose a las estrategias oficiales, porque su dimensión ha crecido y es imposible esconderlos debajo de las alfombras. Es lo que entendió Meloni. Por eso socialistas, populares y liberales la han dejado de lado a la hora de repartirse ese pastel que ellos se guisan, se comen y pagamos usted, yo y todos.
No es la inmigración ilegal o el enquistamiento de una Europa compuesta de viejas naciones que son como Biden, perdidas, sin rumbo, sin ideas. Es más profundo y complejo. Si leen la propuesta de la Agrupación Nacional verán que habla de restablecer el orden constitucional, cortar por lo sano la delincuencia, hacer respetar la propiedad, suprimir medidas sociales que han acabado en manos de delincuentes, luchar contra los separatismo, evitar, en suma, que el caos se apodere de Francia. Habla de la egalité que siempre ha sido bandera de la república francesa. Y de ese principio que en España se echa tanto en falta, el que todos los ciudadanos seamos iguales, con los mismos derechos y deberes.
Si ustedes no han visitado una banlieu y creen que Le Pen es el peligro a combatir viven en un error suicida. El peligro en Occidente no es la extrema derecha. El peligro es la izquierda woke, las políticas buenistas
Si ustedes no han visitado una banlieu y creen que Le Pen es el peligro a combatir viven en un error suicida. El peligro en Occidente no es la extrema derecha. El peligro es la izquierda woke, las políticas buenistas, el cinismo de los zurdos cuando hablan de acoger mientras ellos viven en sus torres de marfil. Paseen por los Campos Elíseos y verán lo que quiero decir. El respeto a la ley no existe para según que colectivos y es por eso que la mayoría de comercios han decidido tapiar sus escaparates puesto que saben que si Le Pen gana habrá unos disturbios enormes. Las turbas “antifascistas” no irán a asaltar el Elíseo, lo que harán será destrozar los comercios más lujosos y practicar el vandalismo, el robo y los ataques a ciudadanos. Por esa sensación de vivir indefensos ante la delincuencia disfrazada de ideología muchos franceses que hace cinco o diez años abominaban de Le Pen la han votado este domingo. Porque sin ley y orden no puede existir la libertad y mucho menos la democracia. Esa es la razón de que la mal llamada extrema derecha se haya convertido en la fuerza emergente en Europa. Porque no es extrema derecha ni mucho menos – de hecho, el antisemitismo es, a día de hoy, la bandera preferida de la izquierda -, es reconocer la realidad que ha de sufrir el ciudadano de a pie, harto de ver como le roban, agreden, insultan y la ley lo desampara frente a colectivos que tienen patente de corso.
Si Marine Le Pen gana, habrá conseguido darle la vuelta a la Omelette francesa. No es ni bueno ni malo, es lógico. La gente está muy harta. Veremos la segunda vuelta.
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