Primeros días de campaña y es complejo determinar de qué va. Estamos ante una de las campañas más anárquicas de los últimos años, donde golpes de efecto se entremezclan con errores propios y silencios estruendosos. Tradicionalmente, las campañas electorales tenían una agenda que imponía el ritmo y los temas de los que se hablaba, una agenda muy relacionada con las inquietudes y prioridades de los votantes. La economía, la ampliación de derechos, la casta frente al pueblo o lo nuevo contra lo viejo han sido ejes de confrontación electoral reconocibles, donde cada partido se situaba de la manera más estratégica posible. En esta campaña electoral la anarquía campa a sus anchas, cada partido comunica lo suyo sin relación ni concierto con los anhelos revelados de la ciudadanía.
El Partido Socialista tiene una estrategia muy definida: aprovechar el viento de cola de las encuestas y los errores del contrario en boca de los portavoces del partido, dejando al presidente un papel institucional. Poca notoriedad e influencia en la agenda de campaña han tenido las 110 medidas presentadas hace una semana, puesto que el verdadero programa del PSOE han sido sus decretos aprobados recientemente y un presupuesto social que se frustró por la negativa de independentistas y nacionalistas, ergo, no había pacto con ellos. En esta campaña no se esperan grandes sorpresas: mantener un rumbo, en modo “moderación y sensatez frente a los crispadores”, que parece apuntar a una clara victoria y polarizar con Vox y la amenaza que representa para la democracia española.
El verdadero programa del PSOE no son sus 110 medidas, que apenas han alcanzado notoriedad, sino sus decretos aprobados en los ‘viernes sociales’
El Partido Popular parece algo más desconcertado. La tarea titánica de frenar las fugas de voto hacia sus contrincantes de derechas, y al tiempo situarse como la alternativa a Pedro Sánchez, descentra el tiro estratégico de Pablo Casado. Uno no puede apuntar a varios objetivos a la vez, porque cuando lo hace no acierta a ninguno. Para el PP puede ser una de las campañas más difíciles de su historia reciente. Desde los 90, cuando José Mª Aznar reunificó todas las fuerzas políticas de la derecha, el PP había tenido un único adversario, el PSOE, contra quien diseñaba sus campañas y sus mensajes. En esta ocasión, el recién estrenado candidato debe andar en “misa y repicando en la campaña”, una esquizofrenia que lo conduce a cometer errores que sus adversarios le devuelven como si de una llave de yudo se tratase. Tiene toda la campaña para centrar su objetivo y, sobre todo, para tratar de emerger como el voto útil de la derecha, un pódium que no le van a regalar sus adversarios ni de izquierda, ni de derechas.
Casado tiene la campaña para centrar su objetivo y emerger como el voto útil de la derecha, un pódium que no le van a regalar sus adversarios
Ciudadanos inició su campaña electoral mediante un holograma de Albert Rivera, una imagen virtual que parece una metáfora de su estado en la campaña. Desde un pequeño pueblo enviaba un mensaje a la capital, pero físicamente no estaba en ninguno de los dos. Esta ubicuidad es la que le lanzan, en forma de reproche y advertencia, sus adversarios diariamente, acusándolo de ser la muleta del otro. La paradoja naranja es evidente: un partido que ha pactado con PP y PSOE, ahora es recriminado por hacerlo, pero tras el 28 de abril volverá a ser el objeto de deseo de los dos grandes partidos. Ciudadanos sí parece poner en valor su propia agenda política, ha presentado un programa electoral que intenta mimar a los nuevos modelos de familia: maternidad subrogada, ayudas a las familias monoparentales y numerosas, con una destacada bajada de impuestos. Sin embargo, los dos anclajes temáticos tradicionales de Ciudadanos han desaparecido de su agenda; en primer lugar, la lucha contra la corrupción, un discurso que parece no vender electoralmente; en segundo lugar, la defensa de la unidad de España, un tema en el que le ha salido un duro competidor.
La paradoja de Cs es la de un partido que ahora es criticado por haber pactado con PP y PSOE, pero que tras el 28 de abril volverá a ser el objeto de deseo
Podemos intenta sobrevivir a su corta e intensa vida. Sólo han pasado 5 años desde que un grupo de jóvenes profesores universitarios lanzaran un partido político que ha envejecido mucho y muy rápido. De la ilusión a la confrontación, del éxito a la superviviencia, de Vallecas a Galapagar, las contradicciones de este lustro lastran a un partido que parece probado que fue objeto de espionaje de aquellos a los que venía a combatir. El escándalo de las cloacas del estado ha venido a corroborar el discurso morado de la casta en un momento donde el concepto ya no es trendy, demasiado tarde. Aunque Pablo Iglesias ha vuelto más combativo que en los últimos dos años, las críticas han pasado de tener credibilidad ha pasar inadvertidas, seguramente porque el sistema te atrapa en sus garras y criticarlo cuando eres parte de él reduce tu credibilidad. Iglesias critica a los medios de comunicación desde sus tribunas, las formas de la política tras quedarse con el monopolio del poder orgánico, la división de la izquierda desde la “des-fluencia” con sus socios; es lo que tiene la política que una vez dentro te ahoga con sus contradicciones, las que viniste a denunciar.
Iglesias se esfuerza, pero, Galapagar mediante, aparece atrapado por el sistema que vino a combatir y que ahora critica con escasa credibilidad
Cada uno va a lo suyo, lo que no está muy claro que sea lo de todos. Cada vez más ensimismados en debates endogámicos que versan sobre ellos mismos, las pensiones, el movimiento feminista, la eutanasia o el modelo territorial han pasado a mejor vida. La agenda de campaña está siendo tironeada por cada partido, pero ninguno de ellos consigue imponerla, las piezas informativas de los medios de comunicación van saltando de tema en tema y de polémica en polémica sin relación entre ellas. Cada día es como un episodio de la serie “black mirror”, sin nada que ver con el anterior. Lo que descubriremos el domingo electoral sobre las 22:00h es el grado de efectividad entre los votantes, si se han sentido interpelados y por quien o si abrazan la abstención ante tanto ninguneo.
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