Ya es domingo, 28 de abril, elecciones generales, y seguramente cuando usted lea esto, ya habrá oído a algún candidato felicitarle para celebrar la fiesta de la democracia, al tiempo que apela a su buen hacer para asistir a las urnas y ejercer su derecho al voto. Todos los análisis coinciden: ha sido una campaña rara que entre pasos de Semana Santa y momentazos del debate ha pasado sin pena ni gloria. Muchos dirán que ha sido una campaña muy intensa y que llevamos escuchando políticos apelando a nuestro sentido común, responsabilidad y miedos demasiado tiempo, pero si lo piensan bien hemos tenido una campaña plana, sin grandes propuestas programáticas ni elementos realmente novedosos. Igual es que las campañas no van de innovar.
Hoy ya es tarde, algunos candidatos pueden arrepentirse de haber hecho una campaña plana, otros de haber anunciado fichajes que olían a traición, otros de querer parecer otro partido perdiendo su moderación, otros de no haber optado antes por un perfil más conciliador. Posiblemente, pero no confirmaran sus temores hasta esta noche cuando con el escrutinio a punto de acabar las estimaciones se convierta en escaños y se desvele el papel que les tiene reservado el futuro.
No se fíen, los primeros resultados son de los pueblos más pequeños, habrá que esperar hasta el 60% para hablar de datos estabilizados
Habrá ganadores y perdedores, sin duda, así, en plural. Porque ganar unas elecciones no siempre es sinónimo de acabar el primero. Todos aquellos partidos que superen sus expectativas tendrán un dulce sabor a victoria que les garantizará mantener sus liderazgos intactos, incluso reforzarlos, aunque pierdan. Otros pueden obtener un gran resultado que sepa a derrota, porque queden por debajo de los pronósticos más optimistas. Pero además, incluso ganando la elecciones puede ser que no se gobierne o que se esté obligado a hacerlo con aquellos de los que has renegado toda la campaña, y ese, es un sabor agridulce difícil de asimilar.
Todos esto escenarios, y algunos más evidentes, pueden resultar de la noche electoral, pero lo que se puede afirmar con toda seguridad es que los discursos hablaran de gran resultado, de movilización a pesar de las dificultades, de confianza en el futuro y de futuras alianzas, en negativo o en positivo. Sería realmente disruptivo, y la novedad de esta campaña, que alguno de los partidos hablara de malos resultados, de fracaso sin paliativos y de dimisión inminente. Todo podría ser, pero no parece lo esperado. Si miramos la hemeroteca, son los líderes progresistas los más proclives a dimitir por los batacazos electorales: Renzi, Rubalcaba o Almunia así lo hicieron; y Suárez, que es la excepción que confirma la regla.
Quedan pocas horas para conocer los resultados, la soberanía nacional está en estos momentos ejecutando su poder, los candidatos están votando y enviando su último mensaje antes de la hora decisiva, las 20.00 h. Después, todo sucede rápidamente, conoceremos las encuestas a pie de urna, las últimas predicciones de los trackings que no se han podido publicar durante la última semana, los pronósticos de los analistas de todos los programas especiales de los medios de comunicación, que darán paso a los primeros escrutinios. No se fíen, los primeros resultados son de los pueblos más pequeños, habrá que esperar hasta el 60% para hablar de datos estabilizados. Ya no queda nada, hoy se desvela el resultado; quién sabe si también el futuro gobierno.
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