Los impresionantes progresos técnicos de las últimas décadas dejan por los suelos los avances en mejoras sociales. La pretendida lucha por la igualdad parece no tener solución, y ya se han olvidado de ello los partidos de izquierdas, que solo hablan de la igualdad de la mujer, pues eso da más votos. El pleno empleo ha dejado de ser objetivo, les conviene las subvenciones, dan más votos. Tampoco parecen importarle que no existan las leyes que impidan que los estados se hundan económicamente. Aún no se han inventado. Y lo peor, el palmarés de guerras, que debían haber desaparecido desde hace mucho, siguen tan vigente como en épocas remotas.
Los judíos no habían sido especialmente proclives al uso del armamento mientras fueron errantes y carentes de nación, pero desde la creación del estado de Israel resultan ser los mejor preparados para la guerra junto con las grandes potencias.
Los identificamos desde Abraham (alrededor de 2000 a.C.) hasta hoy. Un caso único. Solo explicable por la fuerza de la religión, que los ha unido desde siempre y para siempre. Todos los pueblos que en el pasado convivieron con ellos desaparecieron diluidos entre multitudes de etnias y tipos. Los judíos, no. A ningún otro pueblo podemos seguir, unidos como piña, durante cuatro mil años de historia.
Primero fueron conducidos por José, biznieto de Abraham, hacia Egipto, que eran los Estados Unidos de la época. Salieron de allí, según la Biblia, y volvieron a Israel guiados por su líder espiritual Moisés, hoy admirado y venerado por las tres religiones monoteístas, que numéricamente alcanzan a casi la mitad de la población mundial. Para los judíos, como para los cristianos, Moisés es el autor de los cinco primeros libros de la Biblia; para los musulmanes, el profeta más importante del Corán, tan paralelo a Mahoma como a Jesucristo.
Los judíos solo tuvieron casa durante cuatrocientos años, desde que el rey Davíd fundó una dinastía hacia el año 1.000 a.C. hasta que el territorio fue conquistado por Babilonia y fueron deportados. Tampoco desaparecieron cuando Alejandro Magno helenizó el territorio a pesar de la fuerza de la cultura griega, y ni siquiera cuando los romanos se adueñaron de él. Fue entonces, al principio de nuestra era, cuando sufrieron su tercer y más largo exilio.
En compensación, y por muchas otras razones, los ingleses les cedieron un territorio unos 2.600 años después de haber sido independientes
Siguieron siendo perdedores allí donde se encontraron, y perseguidos y expulsados de Inglaterra, Francia, Alemania, España y Portugal entre otros reinos, hasta llegar al exterminio más cruel, el holocausto. En compensación, y por muchas otras razones, los ingleses les cedieron un territorio unos 2.600 años después de haber sido independientes. No era precisamente un oasis y, además, rodeado de musulmanes que no existían cuando lo abandonaron. Llevaban un periodo tenso, pero tranquilo, cuando los terroristas de Hamas, a quienes no les importa morir si previamente hacen una matanza de judíos, aniquilaron por sorpresa a unos 1.400 jóvenes mientras celebraban una gran fiesta.
Jesús fue judío y nunca renunció a serlo; Pablo de Tarso fue judío, y la Virgen María, y los doce apóstoles y los primeros papas… El filósofo que inspiró al comunismo, Karl Marx, fue judío, y los pensadores metafísicos del capitalismo, Samuelson y Friedman. Los principios de la bolsa se los debemos al judío Markowitz, y los del psicoanálisis a Freud, y la forma de administrar insulina a Landsteiner. Los grandes directores de orquesta como Leonard Bernstein o Daniel Baremboim, los diseñadores de ropa, Calvin Klein, Ralph Lauren o Donna Karan; Levi Strauss, Albert Einstein, Kafka, Ana Frank y los inventores de las vacunas contra la poliomielitis, el cólera, o la tuberculosis fueron judíos. A 75 años del Holocausto, el pueblo judío tiene una nación floreciente y moderna en el mismo lugar en que sus vecinos no consiguieron más que miseria y desierto. Hoy es el único estado realmente democrático, moderno, occidental, limpio y laico de todo medio, próximo y lejano Oriente.
¡Ah! Y olvidaba a los hermanos Marx, Spielberg, Harrison Ford, Paul Newman, Kirk Douglas, Jessica Parker, Dustin Hoffman y Barbra Streisand así como más del 20% de los Premios Nobel. Israel tiene un altísimo promedio de lectores, de universitarios, de documentos científicos, de inventos médicos, de aprovechamiento del agua, de ayuda a otros países… y una larga lista de méritos que los distinguen. Al islamismo lo impulsó la guerra santa, y de sus conquistas no han perdido más territorio que el recuperado para Portugal y España. Hoy cuenta con unos 1.500 millones de adeptos. Al catolicismo le dio espacios el Imperio romano. Hoy cuenta con unos 2.300 millones de seguidores. El judaísmo ni tuvo ejército, ni emperador, por eso solo son unos 16 millones, la mitad en Estados Unidos, donde no hay conflicto, y los otros en Israel.
Las guerras están vivas en una época en la que la humanidad se despierta todos los días con un móvil inteligente en la mesita de noche que luego va al bolsillo, viaja a la Luna y a Marte
No parece una buena idea que los ingleses sembraran el odio al instalar en Palestina, cuyos habitantes nada habían hecho para merecerlo, un estado para los judíos, que es algo así como darles casa propia para que dejaran de vivir de alquiler. Hoy ya no tiene marcha atrás. La única solución es negociar la paz, pero uno de los bandos prefiere la guerra, aunque sepa que la va a perder, porque desde 1948 se defienden desproporcionadamente con la intención de acabar con los ataques inesperados. Los cristianos organizaron guerras de religión, las cruzadas, para recuperar los santos lugares, pero eso es ya historia. Los musulmanes nacieron con la guerra, siguen con ella y han hecho de la guerra, no digo que todos, una práctica tan sagrada como la oración o el ramadán.
Las guerras están vivas en una época en la que la humanidad se despierta todos los días con un móvil inteligente en la mesita de noche que luego va al bolsillo, viaja a la Luna y a Marte, coloca en órbita a un millón y medio de kilómetros un telescopio para observar el universo, está a punto de dominar la energía de fusión, acaba de crear la Inteligencia Artificial y pronto duplicará la duración de la vida humana. ¿Cómo puede ser que todavía no hayamos inventado el antídoto de las guerras?
La violencia es instinto animal; el odio, humano; el perdón, de dioses. La venganza iguala en idiotez, la clemencia riega los estados de ánimo, facilita el bienestar, libera de obstáculos al pensamiento, da brillo a la emoción y ennoblece el espíritu.
Hay quien se complace, sin embargo, en atacar con odio y violencia; y líderes que hacen su campaña a gritos de hostilidad y degüello; y justicieros que, amasando el rencor, se recrean en modificar la realidad para adaptarla a sus deseos. Puestos a manifestarse, aunque sea una boutade, yo lo haría por buscar con urgencia una vacuna universal contra las guerras, tan anacrónicas en la era espacial.
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