Los balbuceos del Gobierno social comunista de Sánchez por boca del ministro Illa ante la epidemia que asola al mundo son comparables con los de la portavoz de la Generalitat, señora Budó. La oposición jamás fue capaz de provocar tamaño estupor en quienes aseguran gobernarnos. Es normal. Aquellos a quienes las urnas encomendaron regir los destinos de esta tierra no saben por dónde empezar. Lo suyo son los discursos populacheros, las mentiras del tamaño de la Catedral de Burgos o las réplicas chocarreras carentes de ingenio. No están hechos para la durísima disciplina que supone gobernar, con todo lo que comporta: sacrificios, decisiones a veces impopulares y un alto sentido de Estado. Que las ministras sanchistas chupimegaguays acudieran a la manifestación del ocho de marzo – con guantes, eso sí –, igual que la regidora Ballarín lo hacía en Barcelona, solo indica el grado de bobería malsana de esta gente, que priorizan una manifestación antes que la salud pública, incluyendo la suya.
Que Sánchez sabe muy bien que el coronavirus no es ninguna broma es evidente, igual que lo es su falta de coraje para prohibir la pasada manifestación o emplear a las fuerzas armadas como en Italia para auxilio y refuerzo de los cuerpos de seguridad. Ese temor a quedar mal entre tus contertulios fanfarrones de rojerío barato nos va a salir carísimo a los de siempre. Escudado tras un portavoz, cuando debería ser el presidente del Gobierno quien apareciese dando la cara y poniéndose al frente, coordinando comunidades autónomas, ayuntamientos y pactando con los grandes partidos un protocolo de actuación rápida, Sánchez nos demuestra una vez más que es un chiquilicuatre, un pobre hombre.
Lo mismo podemos decir del separatista Torra, que ni está ni se le espera, enviando a su consejera de Sanidad a los medios para no decir nada, salvo que los expertos ya decidirán y que Cataluña no se ve afectada de pleno por el impacto que asola todo el territorio nacional. Deben de creer que el coronavirus se acojonará ante la estelada como hizo en su día Rajoy o como hace ahora Sánchez. Que la sanidad pública no esté preparada para el colapso que está empezando a vivir les da lo mismo; que se haya pasado de considerar al virus como una gripe algo cabrona que solo afecta a viejecitos con afecciones respiratorias, a una enfermedad seria, de la que apenas sabemos nada, no parece tener importancia para los que ostentan responsabilidades públicas.
¿Era necesario tomar medidas desde hace al menos una semana? Claro que sí. Pero nadie tuvo los redaños de decir la verdad
El Congreso ha cerrado sus puertas a cal y canto y esa es la mayor señal de alarma. Estamos pagando el “aguántame el cubata” de la clase política. De toda, ojo, ahí tenemos a Ortega Smith afectado por el virus, al que deseamos una pronta recuperación, igual que a todos quienes lo sufren.
¿Era necesario tomar medidas desde hace al menos una semana? Claro que sí. Pero nadie tuvo los redaños de decir la verdad. Qué falta de respeto. Es triste que la miseria de nuestros gobernantes no la hayan evidenciado ni el PP, ni Ciudadanos, ni Vox. Ha sido el coronavirus. Ah, y de la crisis que nos ha caído encima, con las bolsas desplomándose y lo que comportará para una clase media que a duras penas estaba recuperándose del anterior batacazo, hablamos otro día. Si acabamos en la miseria sería bueno que, por lo menos, pudiéramos decir: “Al menos, tenemos salud”. Tampoco es pedir tanto.