Opinión

Un optimista con información

Si medimos la evolución del PIB en tiempo real, podríamos decir que la economía española pudiera estar entrando en zona negativa y que la recesión podría haber empezado

Estamos a 5 de septiembre. Podríamos decir que el período de vacaciones, para la mayoría de los españoles, se ha acabado. Vacaciones que, según algunos economistas, serán las últimas. Sin embargo, no debemos ponernos tan dramáticos, aunque no sea menos cierto que las expectativas del crecimiento económico para los próximos meses no sean muy positivas, como parecen mostrar ya no pocos indicadores.

Durante las semanas de agosto, si usted no estuvo pendiente de la coyuntura por razones saludables y razonadas, algunos indicadores nos vinieron a contar que el crecimiento que ha caracterizado a la economía española desde el verano pasado ha comenzado a debilitarse. Las razones para este debilitamiento podríamos situarlas en tres.

En primer lugar, la elevadísima inflación, y que en Europa como ya ha señalado el Banco Central Europeo es eminentemente de oferta, ha detraído rentas tanto desde las familias como de las empresas. El simple hecho de tener que hacer frente a facturas que se han podido multiplicar por tres en estos meses ha reducido necesariamente la capacidad de gasto de unos agentes cuyas rentas nominales no han seguido la senda de los precios. Es simple cuestión de aritmética. Cuanto más dedicamos a pagar por una misma cantidad de un bien que ya se usaba con anterioridad y cuya demanda se caracteriza por ser inelástica a corto plazo, debemos dedicar menos al consumo de otros bienes.

Debemos recalcar que las posibles consecuencias en esta nueva probable crisis de una subida de tipos sobre los agentes privados estarán muy lejos de la que pudimos observar hace 14 años

En segundo lugar, tenemos otra razón que es una simple derivada de la anterior: la subida de los tipos de interés. No cabe duda de que el repunte en el euríbor, movido tanto por la inflación como por las expectativas de subidas de tipos oficiales, sustrae igualmente recursos a las familias y empresas endeudadas. Por el mismo mecanismo anterior, el efecto es un menor consumo y particularmente una menor inversión. Estamos hablando de dos de las componentes más importantes de la demanda agregada, ya que juntas suman más del 90% del producto interior bruto. Sin embargo, y a pesar de este posible efecto, debemos recalcar que las posibles consecuencias en esta nueva probable crisis de una subida de tipos sobre los agentes privados estarán muy lejos de la que pudimos observar hace 14 años. Durante estos lustros, tanto familias como empresas han saneado intensamente sus cuentas, por lo que buena parte de este endeudamiento no será tan nocivo en un entorno de subida de tipos como lo fue después de un boom inmobiliario.

En tercer lugar, tenemos el comercio internacional. La guerra en Ucrania, el covid en China, y las tensiones militares en otras zonas del globo, véase Taiwán, pueden elevar aún más los efectos en el crecimiento económico de un menor comercio. Bien es verdad que después de casi dos años las disrupciones comerciales como consecuencia de la salida abrupta de la pandemia casi han desaparecido. El precio de muchísimos bienes tanto industriales como en materias primas, o el de los fletes, así nos lo dice. Sin embargo, no cabe tampoco duda de que en Europa el peso de la guerra es muy elevado y su sombra será tanto alargada como oscura.

Las subidas de tipo previstas para la Unión Monetaria tendrán así un efecto posiblemente más nocivo en Europa que en Estados Unidos, donde la inflación posee un mayor componente de demanda

A estos tres puntos quiero añadir una cuarta razón extraída de un reciente trabajo publicado por el Banco Central Europeo y que ya he mencionado más arriba. Ya hemos contado en numerosas ocasiones que la naturaleza de la inflación actual, al menos en Europa, no es eminentemente de demanda, es decir, es una inflación que viene sobre todo por un aumento de los costes. Vean el trabajo del Banco Central Europeo que viene a reafirmar lo que ya otros habían encontrado y que tantas veces se ha analizado desde esta columna. Esto implica, como han señalado algunos economistas, en particular Martin Wolf en una reciente columna, que la reducción de la inflación va a ser complicada en tanto en cuanto no desaparezcan los elementos que han hecho subir los precios de las materias primas y los precios energéticos. Las subidas de tipo previstas para la Unión Monetaria tendrán así un efecto posiblemente más nocivo en Europa que en Estados Unidos, donde la inflación posee un mayor componente de demanda. A esto sumen, no lo olviden, que nosotros no poseemos fuentes energéticas fósiles, lo que agrava la situación.

Todo ello, y volviendo al principio de la columna, nos hace pensar que la situación puede deteriorarse de forma significativa y que, probablemente, ya lo esté haciendo en estas últimas semanas. Es más, si medimos la evolución del PIB en tiempo real, podríamos decir que la economía española pudiera estar entrando en zona negativa y que la recesión podría haber empezado. Ojalá estemos equivocados, pero estimaciones recientes así lo hacen sospechar. Por ejemplo, la AIReF en su modelo de medición de la evolución del PIB en tiempo real ya apunta para este tercer trimestre una caída del producto interior bruto español de 8 décimas. Otros modelos señalan una similar contracción.

Parece que la predicción se va cumpliendo y que la economía española, seguramente de la mano de la europea, entrará en este final de año en la senda de una posible contracción

Pero vamos a poner las cosas en su correcto lugar y con su adecuada medida. ¿Quiere decir que estas estimaciones en tiempo real predicen que el dato que publicará el INE dentro de un par de meses será igualmente negativo? No. El dato de la Airef es solo una estimación adelantada en tiempo real con información existente hasta la fecha, que aún es poca para el tercer trimestre, junto con estimaciones para los indicadores que necesitan rellenar sus “huecos” aún existentes. A medida que la información aún no existente vaya llegando, se modificarán las estimaciones. Aunque un escenario de contracción para este trimestre empieza a adquirir una elevada probabilidad, con lo que sabemos hasta hoy no podemos descartar que finalmente esta no suceda.

Por lo tanto, lo que sabemos hasta ahora es que algunos de los indicadores cuya información nos va llegando desde principios del tercer trimestre no son en su conjunto muy positivos. En todo caso, tendremos que esperar a que se vaya completando el panel para los meses que nos faltan para estar más seguro de lo que hoy tememos.

Sin embargo, y a modo de conclusión, parece que la predicción se va cumpliendo y que la economía española, seguramente de la mano de la europea, entrará en este final de año en la senda de una posible contracción. No hay que ser dramático, pero más vale un optimista con información que un optimista ingenuo.

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