Opinión

Órdago a la Chica

El nuevo gobierno, con aplastante mayoría de mujeres,  empieza a cuajar cuando Pedro Sánchez decidió que el 8-M no había pasado en balde, y que había llegado la hora de empezar a pensar en femenino

Todo pareció empezar un 8 de marzo. Ese día, Podemos decidió que ya estaba bien de soportar un déficit de voto femenino injusto, porque se esfuerzan más que el resto de partidos por moverse en esas coordenadas. Las múltiples convocatorias por toda la geografía española fueron un éxito rotundo y contaron con apoyos políticos, mediáticos y sociales. El 9 por la mañana todo el mundo se levantó convencido de que había pasado algo importante y que se estaba ante una posibilidad de empezar a cambiar las cosas, a pensarlas en femenino. Hasta el gobierno del PP maniobró para no quedarse atrapado entre mujeres y pensionistas.

Pero la realidad es tozuda, y un mes más tarde, entre el 1 y el 10 de abril, el Centro de Investigaciones Sociológicas realizó su barómetro de abril, uno de los que contiene intención de voto. Era un buen momento para saber por dónde se movía esa sensibilidad que explosionó el 8 de marzo. No se habían producido cambios sustanciales. Pese al esfuerzo de Pablo Iglesias y los suyos por aparecer al frente de la manifestación, seis de cada diez mujeres encuestadas por el CIS dijeron que “con toda seguridad nunca votarán a Podemos”. Una barbaridad que convierte en bastante improbable una victoria electoral. Este apartado se disparaba hasta el 70,6 por ciento cuando las mujeres entrevistadas se dedican a “labores del hogar sin remuneración”, vamos, amas de casa de toda la vida. Con tamaño rechazo no se llega muy lejos.

Si el equipo formado por Sánchez funciona bien, es probable que el PSOE haya colocado la primera piedra de una remontada que hace apenas unos días parecía una quimera.

Podemos, entonces, seguía confirmando que, pese al exitazo del 8-M, no vence la desconfianza femenina que lastra sus expectativas electorales. La sorpresa vino porque no estaba solo. En voto más simpatía, Iglesias cosechó 6,8 mujeres por cada 9 hombres, pero es que el barómetro del CIS desveló que el emergente Ciudadanos lo tenía peor, y que si un 19,4 por ciento de hombres estaban dispuestos a votar a Albert Rivera, las mujeres se quedaban en el 15,9, un dato que, por mucho que se cocine demoscópicamente, el día de las urnas supone un déficit de votos notable. No es un problema de un día, porque al mes siguiente, en el barómetro de mayo, se reconfirmó que Iglesias y Rivera siguen cayendo en apoyo femenino mientras, en ese aspecto, el PSOE está que se sale.

Y todo eso antes de que Pedro Sánchez, con la elección de ministras y ministros, jugase el comodín de decretar que el 8-M no había pasado en balde y que había llegado la hora de empezar a pensar en femenino, mucho más allá de hacer concesiones, que era a lo que estábamos acostumbrados ante los empujones reivindicativos.

Con esto no quiero decir que esa fuera la única razón por la que nuevo presidente haya puesto la lupa en la búsqueda de mujeres válidas para su equipo gubernamental. Posiblemente sirvió con evaluar sus capacidades sin ningún prejuicio. El caso es que estoy deseando ver la próxima encuesta seria para comprobar qué tal les va a los representantes de la nueva política, Iglesias y Rivera, en esta carrera por superar el recelo femenino. Desde luego, si el nuevo equipo de Pedro Sánchez funciona bien, es probable que el PSOE haya colocado la primera piedra de una remontada que hace apenas unos días parecía una quimera.

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