Opinión

El orgullo de Ahmad

Ahmad abu Mahria.
Ahmad abu Mahria.

Ahmad abu Marhia, un joven palestino de Hebron, tuvo que escapar de Palestina a Israel en 2020, a la edad de 23 años. Había recibido amenazas de muerte por ser homosexual y su vida corría peligro en su ciudad natal. Como todos los que en esa zona huyen en busca de la libertad personal, se exilió en Israel, el único país libre de la zona. Allí vivió durante dos años en un refugio para miembros de la comunidad LGTBI+, mientras esperaba que Canadá, donde quería vivir el resto de su vida,  le concediera el asilo definitivo. No hubo tiempo. El 7 de octubre de 2022, durante una visita a Hebrón, probablemente para visitar a su familia, apareció decapitado.
La activista Natali Farah dijo en declaraciones al periódico israelí Haaretz, que era una persona muy querida por todos y que  toda la comunidad LGTBI+ le estaba llorando.
Muchos gays palestinos han intentado, como Abu Mahria, encontrar la libertad en Israel. Este mismo año 2024, una sentencia del Tribunal de lo contencioso administrativo  falló a favor de un palestino de 29 años que apeló tras ver denegada su solicitud. El juez Michal Agmon-Gonen rechazó la posición gubernamental sobre refugiados palestinos -recordemos que esta sentencia se ha producido en pleno conflicto- estableciendo que tienen derecho a asilo cuando corren peligro de persecución por su posición política o su opción sexual.
El influyente intelectual Hen Mazzig aseguró a propósito de la sentencia que si bien Israel no es un país perfecto, aún es seguro para la población homosexual, y aunque todavía no se ha aprobado el matrimonio gay, se han ido dando pasos en esa dirección en los últimos cinco años, aparte de estar protegidos desde hace décadas.
Y todo ello en enero de 2024. En plena guerra.

Ser mujer en los países donde gobiernan partidos islámicos es lo equivalente a ser condenada a la esclavitud y a la lenta agonía de ver sus expectativas e ilusiones amputadas una a una


En un video pavoroso, el lider de hizbullah, Hassan Nasrallah, mirando a la cámara muy fijamente, nos dice a todos los que creemos en la libertad personal que la homosexualidad, esa tara irrecuperable, solo puede ser castigada con la muerte. Ese es el destino que le espera a cualquier gay en el nuevo estado que pretende alzarse sobre Israel pisando sobre su propia comunidad LGTBI+ desde el río hasta el mar.
En Irán, tras el accidente de helicóptero en el que perdió la vida el carnicero de Teherán, las mujeres que se juegan literalmente la vida luchando por la libertad básica de no tener que vivir el resto de sus días envueltas en un asfixiante sudario negro, celebraron el suceso por todos los medios a su disposición. Ser mujer en los países donde gobiernan partidos islámicos es lo equivalente a ser condenada a la esclavitud y a la lenta agonía de ver sus expectativas e ilusiones amputadas una a una.
“Estas son las mujeres que se pueden embarazar” decían  los terroristas de Hamás en presencia de las aterrorizadas rehenes israelíes en los últimos videos que han podido verse. En esa frase va incorporada la visión que tienen sobre la mujer. Un objeto, un animal hembra para ser usada y descartada a continuación. Sea palestina o sea de las  israelí. Todas, por el hecho de ser mujer, enemigas.

La angustia debajo del velo


La guerra es el territorio del exceso y del dolor. El fracaso de cualquier posibilidad previa de solución pacífica del conflicto. Pero hay una diferencia entre el modo de actuar de unos y otros, enemigos íntimos que se conocen a fondo. Hamás inició la guerra con un ataque de una bestialidad tal que garantizara que no fuera posible un arreglo diplomático. Sabía que actuando así ponía en riesgo a su población civil, a la que jamás ha protegido, sino por el contrario, ha usado siempre como escudo. Israel podrá ser culpable de excesos y errores terribles, pero bastaría con que se devolvieran los rehenes para que la crisis pudiera empezar a encauzarse. ¿Por qué no lo hacen? ¿Por qué siguen poniendo en riesgo mortal a sus mujeres y a sus hijos? Mujeres que por debajo de sus velos y de su angustia tienen que ver como el valor de la vida de sus criaturas es menor para sus maridos que el de la presunta causa.

Este mes de junio, el mes del orgullo, volveremos a ver las dos causas imposiblemente mezcladas en las calles de Madrid. Porque no hay Orgullo en las calle de Gaza, ni antes, ni ahora ni nunca, ya sea en guerra o de vuelta a la paz


Las mujeres no tienen cabida en pie de igualdad en una sociedad gobernada por la Sharia. Los homosexuales ni siquiera tienen derecho a vivir, y se hace muy cuesta arriba ver a las mujeres de la sección femenina del régimen que nos gobierna, encastilladas en el ministerio de Igualdad, defendiendo a los que los asesinan y las maltratan. Mujeres que odian a las mujeres y jóvenes homosexuales adoctrinados y confundidos vitoreando a los que no les dejarían vivir en paz. No será porque no está ahí la información para enterarse de lo que de verdad sucede. Si yo la tengo ellas también la tienen. Lo saben, y aún así, los defienden.
Este mes de junio, el mes del orgullo, volveremos a ver las dos causas imposiblemente mezcladas en las calles de Madrid. Porque no hay Orgullo en las calle de Gaza, ni antes, ni ahora ni nunca, ya sea en guerra o de vuelta a la paz. El único lugar al que un joven homosexual palestino puede acudir a divertirse y celebrar en paz su amenazada condición es en Israel, en el Orgullo de Tel Aviv.
Ahmad abu Mahria ya no puede hacerlo. Acabaron con su joven vida en Palestina el 7 de octubre de 2022. Por homosexual.
Quė extraña y siniestra fijación tienen los terroristas de Hamas con esa fecha. La misma que tienen con la comunidad LGTBI+ y con nosotras las mujeres.

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