La marginación del presidente español en la reciente reunión sobre la crisis de Ucrania marca un hito en la irrelevancia a la que el sanchismo está conduciendo a España. ¿Por qué nuestros aliados no cuentan con Sánchez? La filtración a El País de la carta de la OTAN a Vladimir Putin deja pocas dudas sobre el origen de la desconfianza. En la Alianza saben quiénes se sientan en la mesa del Consejo de Ministros español y cuál es su posición sobre seguridad europea.
Todas las cancillerías tienen anotada la primera ocasión en la que Pablo Iglesias y su partido se posicionaron. Recién elegido europarlamentario votó en 2014 contra el Acuerdo de Asociación UE-Ucrania, que calificó como una agresión contra Rusia. Frente a activistas primarios anti-OTAN, ¿cómo fiarse de un gobierno con estos socios? Las agresiones de Putin contra Ucrania representan la mayor amenaza actual contra la Unión Europea. Si se ignora la “sintaxis” obsoleta de la Guerra Fría y se leen los análisis históricos de Tony Judt en Postguerra, se entiende por qué la estrategia del jerarca ruso se centra en dividir y debilitar a la “nueva Europa”.
Las poblaciones que fueron dominadas por la URSS desean formar parte de la UE. Los propios habitantes de Ucrania, a los que la propaganda de Putin divide artificialmente en dos etnias, una ucraniana y otra rusa –“los que hablan ruso son rusos”- votaron en 1992 por la asociación con la nueva Europa en más del 90%. En 2014, en el Maidán, volvieron a demostrar masivamente sus aspiraciones. Que los batallones mediáticos les convirtieran en neonazis, los mismos que ocultan la limpieza étnica en Crimea, es solo otra indecencia más que encontró gran eco en muchos medios españoles.
Putin ha fabricado una red de aliados políticos y mediáticos imprescindibles para hacer circular su propaganda. Financia por igual a activistas de la izquierda y de la derecha
Han comprobado además que países como Lituania, Eslovenia o Chequia, con la mitad del Pib per cápita de la UE, hoy han superado al de España. Otros como Polonia están a punto de lograrlo. Cómo no aspirar a integrarse en ese club, antes que en la Rusia de Putin que, a pesar del gas, tiene una renta muy inferior y una situación social inaceptable.
Para subsistir, la oligarquía rusa, como señala Judt, ha aprendido a explotar la vulnerabilidad de la UE y sus carencias en políticas de Seguridad y Defensa. Para lograrlo, Putin ha fabricado una red de aliados políticos y mediáticos imprescindibles para hacer circular su propaganda. Financia por igual a activistas de la izquierda y de la derecha, como los que se reunieron en Madrid el pasado 28 de enero con Vox.
Timothy Snyder, autor del mejor estudio sobre el sistema de poder construido por Putin (El camino hacia la no libertad, 2018), se asombra de su capacidad para seducir a tantos líderes de opinión de la izquierda. Entre otros, analiza el caso de Seumas Milne, uno de los directores de The Guardian, referente de la extrema izquierda europea, que después de colaborar estrechamente con el Kremlin, se convertiría en director de comunicación de Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista cuando triunfó el brexit, apoyado por Rusia.
O de las televisiones sanchistas -casi todas- que informan sobre Ucrania como si estuvieran conectadas a la RT de Putin. ¡Esas entrevistas a “voluntarios” pro-rusos!
Para detectar colaboradores de Putin, sirve ver Russia Today (RT). En esa tv se exhiben activistas contra la Alianza euroatlántica como Iglesias o castrochavistas pro-rusos como Correa, el expresidente de Ecuador. Todos al servicio de la manipulación informativa masiva de los oligarcas rusos. En ese objetivo es muy útil contar con la colaboración de ministros de un Estado miembro de la OTAN. O de las televisiones sanchistas -casi todas- que informan sobre Ucrania como si estuvieran conectadas a la RT de Putin. ¡Esas entrevistas a “voluntarios” pro-rusos!
¿Se producirá una invasión rusa masiva de Ucrania? Si fuera así -con el permiso de China, interesada en que EEUU se desgaste en la zona-, estarían rompiendo con su fórmula exitosa del “conflicto enquistado” utilizado hasta ahora. Consiste en ocupaciones muy localizadas para presentarlas como un problema interno –“no hay soldados rusos”- que impediría que los países en cuestión establezcan relaciones con OTAN y UE. Para eso necesitan a activistas contra la Alianza y EEUU como Iglesias y Yolanda Díaz.
No se puede descartar una situación descontrolada que precipite acontecimientos, pero un simple contraste de presupuestos de defensa y Pib tendría que desanimar a Putin. Rusia apenas llega a los 60.000 millones de dólares/año en gasto militar -datos Sipri-. El presupuesto francés en solitario les supera. Y en Pib, para qué hablar. ¿Es Putin un loco capaz de poner en riesgo el poder dictatorial logrado en Rusia? No lo parece.
Pero, abandonen toda esperanza los que hablan de “solución diplomática”. De eso va el viaje a Kiev, más mediático que práctico, del ministro español de exteriores, José Manuel Albares. Putin necesita para mantenerse en el poder el conflicto permanente con el enemigo elegido, la UE y la OTAN. Si, como enseñaba Tucídides, se diferencia la propaganda para justificar la guerra de los factores reales que las provocan, habrá que acostumbrarse a gestionar un conflicto permanente con Putin. Demostración: la violación reiterada del tratado INF sobre la prohibición de armas de alcance intermedio, nucleares incluidas. Mejor, no fiarse de los filtradores.
El vínculo que Rusia quiere romper
En este contexto, resulta absurdo el debate sobre una defensa común europea como opción frente a la OTAN. En tanto la UE sea incapaz de desarrollar una defensa colectiva solvente, nuestra seguridad depende de la Alianza. De eso tendría que ir la cultura de Defensa que la opinión pública española necesita con urgencia.
Durante ocho años como portavoz del PSOE en Defensa y miembro de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN pude comprobar hasta qué punto la asociación entre el bien público de la seguridad que nos proporciona la asociación euroatlántica y el modelo europeo que disfrutamos son indisociables. Ese es el vínculo que Putin quiere romper. El que ansían poblaciones como las de Ucrania y por el que han demostrado estar dispuestos a dar su vida.
En Bucarest, en 2008, aprobamos abrir acuerdos de ampliación de la OTAN en la frontera oriental para aquellos países soberanos que lo decidiesen. Debe respetarse. Está en juego nuestro modelo social, el más envidiado del mundo. ¡Defendámoslo!
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