Periódicamente, especialmente en esos momentos en los que con más claridad comprobamos, gracias al PSOE de Sánchez, el protagonismo de Bildu en la política nacional, oímos o leemos a alguien que nos vaticina que todo puede empeorar… y que Arnaldo Otegi será más pronto que tarde lehendakari. Sería algo así como el resultado lógico de tanta indecencia, la cuadratura del círculo, el estadio final de todos los males padecidos, la derrota definitiva de los demócratas. El último en asegurarlo ha sido Fernando Savater, quien acaba de afirmar que está convencido de que "veremos a Otegi de lehendakari". Lo dijera como exorcismo o como vaticinio, niego que tal hecho pueda producirse. No, Arnaldo Otegi no va a ser Lehendakari.
Es cierto que en las elecciones autonómicas de 2020, EH Bildu logró los mejores resultados de su historia: casi 250.000 votos, segunda fuerza en el Parlamento Vasco y 21 diputados (de 75). Es verdad que cada día tiene un mayor protagonismo en la política nacional: por un lado, consecuencia de su actitud más pragmática, al más puro estilo PNV, justo aquella forma de actuar que criticaban a los jeltzales mientras ellos se dedicaban a pegar tiros o a justificarlos; por otro lado, consecuencia de la falta de remilgos y límites morales del PSOE y de Podemos, que prefieren sostener la gobernabilidad del Estado en aquellos que quieren destruirlo antes que buscar apoyos en el ámbito democrático. Además, es probable que según pasen los años se irá diluyendo y olvidando (más incluso de lo que ya está) su pasado de confraternización, colaboración y soporte de la banda terrorista ETA y de justificación y apoyo a sus acciones terroristas. Sin embargo, aun siendo todo eso cierto, sigue y seguirá representando a un sector relevante pero minoritario de la sociedad vasca y, en todo caso, insuficiente para alzarse con la Lehendakaritza. Además, las posibilidades de que Otegi fuera lehendakari pasarían por una de estas dos opciones: o un tripartito formado por Bildu, PSE y Podemos o la conformación de un frente nacionalista de Bildu con el PNV. En ninguno de los dos casos lo veo posible.
No veo al PSE convirtiendo a Otegi en lehendakari, no tanto por los límites éticos de semejante decisión (los veo capaces de traspasarlos) como porque los obligaría a romper los puentes que los unen al PNV
En cuanto a la primera de las dos opciones, a día de hoy hay al menos dos elementos que la imposibilitan: por un lado, Podemos sigue perdiendo peso y lejos quedan los días en los que llegó a ser la fuerza más votada en el País Vasco (elecciones generales de diciembre de 2015, con 315.000 votos, 15.000 más que el PNV), lo cual dificultará la formación de ese tripartito; por otro lado, aunque dirán y harán más cosas que nos helarán la sangre, como escribió la madre de Joseba Pagazaurtundúa a Patxi López, no veo al PSE convirtiendo a Otegi en lehendakari, no tanto por los límites éticos de semejante decisión (los veo capaces de traspasarlos) como porque tal decisión los obligaría a romper los puentes que los unen al PNV; y esto son palabras mayores (tanto por el miedo reverencial que tienen al partido de Ortuzar como por lo bien que viven al cobijo del nacionalismo). Así que esta primera opción queda descartada.
En cuanto a la segunda de las posibilidades, esto es, la conformación de un frente nacionalista con Otegi de lehendakari, la veo aún más remota si cabe y por una razón fundamental: el PNV no va a votar nunca a un lehendakari que no sea del PNV. Si tal frente se conformara (y, efectivamente, podría conformarse en función de la evolución de los acontecimientos en Cataluña y en el conjunto de España), sería con lehendakari del PNV, pero nunca con Otegi. El PNV defenderá con uñas y dientes su gran poder alcanzado en Euskadi y no va a mover ahora el árbol después de haber recogido las nueces.
La derrota militar de ETA por la que tanto luchamos no trajo consigo una derrota de su proyecto político, que sigue vivo y en los parlamentos
Así que alejemos el fantasma de Otegi convertido en lehendakari, que bastantes problemas ya confirmados padecemos hoy día. Es verdad que los constitucionalistas vascos y españoles podemos sentirnos frustrados por el devenir de los acontecimientos: por un lado, porque la derrota militar de ETA por la que tanto luchamos no trajo consigo una derrota de su proyecto político, que sigue vivo y en los parlamentos; por otro lado, por la fuerza de la que disponen aquellos que siguen sin condenar el terrorismo de ETA y por el trato que reciben por parte del PSOE o de Podemos. Pero todo ello no implica pensar que una persona con la trayectoria criminal de Otegi pueda llegar a ser elegido presidente de Euskadi. Solo mentarlo ayuda a pensar que quizás sea posible, cuando realmente no lo es en absoluto. No dan los números ni las circunstancias.
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