Sucedió la noche del 28 de abril de 2019, el día de las elecciones que otorgaron a Pedro Sánchez su primera victoria electoral y la posibilidad de pactar un Gobierno de centro-progresista con los emergentes Ciudadanos de Albert Rivera. Un Gobierno que hubiera tenido 180 diputados y las manos libres para realizar todas las transformaciones que una España pre-pandemia ya necesitaba.
Fue en esa noche, digo, en la que tras conocerse la victoria del PSOE, decenas de militantes socialistas convenientemente dirigidos, según se supo después, por unos cuantos infiltrados y agitadores de Podemos, entonaron un grito futbolero que se hizo famoso: “Con Rivera, no”.
No han pasado ni dos años desde ese episodio, con una repetición electoral por medio en la que un erróneo cálculo electoral y una campaña lamentable hicieron perder a Sánchez cerca de 800.000 votos, y aquel “Con Rivera, no” se ha convertido mágicamente en un “Con Otegi, si”, sin un solo debate en sus órganos internos y en medio del silencio cómplice de las antaño activas bases socialistas, uno de los activos políticos de los que Sánchez se valió para conquistar el poder interno y que antes de su llegada de Sánchez al poder exigían participar hasta en la elección del menú de la cafetería de Ferraz 70.
¿Qué ha sucedido en menos de dos años para que este cambio pueda producirse en medio de un silencio solo roto por las tímidas quejas de cuatro barones regionales conscientes de que este giro va a dificultar su reelección en las próximas elecciones autonómicas?
La decadencia del PSOE
Pues no es demasiado complicado de explicar. Lo que ha sucedido es la decadencia del PSOE como herramienta de transformación social basada en la demolición de sus órganos de check & balance, especialmente su Comité Federal, la centrifugación del talento que atesoraba en sus cuadros intermedios y especialmente la puesta en marcha de una nueva forma de ejercicio del poder interno.
Tenía toda la razón del mundo el sociólogo Ulrich Beck cuando escribía en su obra de 2002 Macht und Gegenmacht im globalen zeitalter, Neue weltpolitische Ökonomie: “La obviedad, el olvido y la grandeza del poder se correlacionan positivamente. Se puede decir que, ahí donde nadie habla del poder, está incuestionablemente ahí, con seguridad y, al mismo tiempo, con grandeza en su incuestionabilidad. Cuando el poder se convierte en tema es cuando comienza su desintegración”
La voluntad de Sánchez
Ese es el nuevo poder que ha impuesto Sánchez en ese PSOE del que solo queda el cascarón, un poder tan incuestionable que nadie habla de él, convirtiendo una organización en la que las decisiones se tomaban en órganos fuertemente deliberativos en una mera proyección de su voluntad soberana e incuestionable, de tal suerte que parafraseando a Byung-Chul Han en su obra de 2020 Sobre el poder podríamos afirmar que el actual PSOE y sus dirigentes, lejos de evaluar de forma crítica las decisiones del Gobierno del que forman parte, las quieren expresamente por sí mismos, obedeciendo la voluntad de Sánchez como si fuera la suya propia, o incluso anticipándola para mejor servir a su soberano.
El actual PSOE y sus dirigentes, lejos de evaluar de forma crítica las decisiones del gobierno del que forman parte, las quieren expresamente por sí mismos
Solo una transformación de este calado podría explicar cómo un cuerpo político en el pasado rico, diverso y complejo ha podido transformarse en tan escaso margen de tiempo en una organización tan servil como para aceptar, sin expresar una sola queja, un perverso giro táctico que puede dejar seriamente tocadas las posibilidades electorales del PSOE en ayuntamientos y comunidades autónomas, significando la decadencia del proyecto socialista en nuestro país como ya sucedió en Francia y está sucediendo en Alemania.
Romper el silencio
Y una última consideración. Si la actual dirección del PSOE piensa que el silencio sepulcral interno de su organización va a extenderse a sus votantes más moderados y que no van a pagar ningún precio por ello, es que no conocen el país que gobiernan.
Dicen los beduinos, expertos transportistas del desierto del Sáhara a lomos de camellos sobrecargados, que hay que ser extremadamente prudentes, porque 'nunca se sabe cuál es la brizna de hierba que romperá la espalda del camello'.
Y esto de pactar los presupuestos con Otegi no es que sea precisamente una ligera brizna de hierba.
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