Salvador Illa ya es presidente de la Generalitat, con el apoyo de ERC y los Comunes, por lo que, en la práctica, a los catalanes nos espera otro tripartito como los del periodo 2003-2010. La investidura de Illa coincidió en el día con la bochornosa visita de Puigdemont a Barcelona. Son dos actos de la misma astracanada, indisociables entre sí.
El 8 de agosto del 2024 pasará a la historia de la infamia en Cataluña, junto con las ominosas jornadas parlamentarias del 6 y 7 de septiembre de 2017 y los aciagos 1 y 27 de octubre del mismo año, referéndum ilegal y espectral declaración de independencia de apenas ocho segundos.
Un socialista, Salvador Illa, alcanza la presidencia de la Generalitat gracias, por un lado, a un pacto con ERC lo suficientemente explícito como para afirmar que despedaza la igualdad y la solidaridad entre españoles, y, por otro, a costa del ya de por sí cuestionado prestigio de los Mossos d’Esquadra, definitivamente sacrificado por sus jefes políticos en el altar de la invención nacional. Una pena, porque son muchos los Mossos que cumplen cada día con su deber de defender los derechos y libertades de los ciudadanos de Cataluña y que ven con indignación cómo los responsables políticos de la Generalitat arrastran el prestigio del Cuerpo para mayor gloria de sátrapas de medio pelo como Puigdemont.
Estado plurinacional asimétrico
El siempre clarividente Daniel Gascón, viendo cómo los partidos separatistas volvían a poner a los Mossos a los pies de los caballos para servirse, se preguntaba en Twitter qué no harán con la agencia tributaria que les ha prometido Sánchez para mantenerse en la Moncloa. La combinación entre separatismo y socialismo degrada las instituciones y desnaturaliza el sentido de la autonomía política en aras de un inconstitucional Estado plurinacional asimétrico que solo puede desembocar en la desintegración de España.
La efímera vuelta de Puigdemont solo ha servido para dar la puntilla a los Mossos y la enésima estocada a nuestro Estado de derecho, tan maltrecho por la acción corrosiva del sanchismo. Puigdemont es un personaje grotesco que se deslizaba hacia la irrelevancia política hasta que Sánchez, ávido de poder, decidió revitalizarlo. Y ahí lo tienen, carcajeándose con Sánchez de Llarena y el Tribunal Supremo. Costará restañar la democracia y el Estado de derecho en España tras la larga noche del sanchismo.
Todo empezó con Maragall y su Estatut abiertamente inconstitucional y acabó con Montilla encabezando la manifestación contra el TC
Volviendo a Illa, resulta delirante que aún haya quien sostenga que su investidura supone el fin del procés. La última vez que los socialistas gobernaron Cataluña (2003-2010) llegaron a la Generalitat para acabar con la cerrazón de la Cataluña pujolista y acabaron siendo el Gobierno más nacionalista de la historia de Cataluña. Todo empezó con Maragall y su Estatut abiertamente inconstitucional y acabó con Montilla encabezando la manifestación contra el TC -por su sentencia sobre el propio Estatut- bajo el lema “Som una Nació, nosaltres decidim”. De aquellos polvos anticonstitucionales vendrían los lodos antidemocráticos que anegaron Cataluña en 2017.
Entre tanto, el tripartito encabezado por el PSC apuntaló la exclusión del español de la escolaridad pública; impulsó el reconocimiento internacional de las selecciones deportivas catalanas y, en definitiva, llevó a cabo una política identitaria aún más excluyente y sectaria que la de Pujol. El tripartito sentó las bases conceptuales del procés: el “dret a decidir”; el “choque de legitimidades”; el “expolio fiscal” y toda la letanía victimista que recitaban de corrido los apologetas procesistas y que ahora, lamentablemente, también entonan Sánchez, Puente, Bolaños y compañía. De Zapatero a Sánchez, pasando por Maragall, Montilla y el propio Illa, los socialistas, cual caballo de Troya de los nacionalistas, llevan dos décadas debilitando desde las instituciones la unidad de España y la igualdad entre españoles. Por desgracia, la investidura de Illa es otra vez lo de siempre en Cataluña.
Mientras Cataluña no tenga un Gobierno realmente comprometido con la Constitución y con la libertad y la igualdad de todos los españoles, el procés no habrá acabado
El numerito de Puigdemont; el simulacro de los Mossos; el silencio de Sánchez y la afirmación de Illa sobre Puigdemont de que “nadie debe ser detenido”, todo ello basta para constatar una vez más que, en la práctica, el PSC actúa como un partido nacionalista más y que, mientras Cataluña no tenga un Gobierno realmente comprometido con la Constitución y con la libertad y la igualdad de todos los españoles, el procés no habrá acabado. Ni que decir tiene que desde el Partido Popular de Cataluña, con Alejandro Fernández a la cabeza, seguiremos trabajando para conseguir por fin un Gobierno de la Generalitat que trabaje para todos los catalanes, sin complejos frente al nacionalismo y con lealtad al resto de los españoles.
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