El pasado martes, 28 de diciembre, me enteré de que el Gobierno eleva a categoría de "amenaza" para la seguridad del Estado la desinformación. Bien hecho: lo es.
Dice una comunicación colgada en Presidencia de Gobierno que "como consecuencia de la experiencia de la gestión de la pandemia" el Ejecutivo ve la necesidad de adelantar un año la revisión de la Estrategia de Seguridad Nacional. En ella, junto a desafíos clásicos y emergentes, se introduce "la desinformación" como un riesgo nuevo puesto que "el ámbito cognitivo es un espacio más en el que ejercer influencia". Las campañas de desinformación "tienen clara repercusión en la Seguridad Nacional/…/ y deben diferenciarse de otros factores como la información falsa —fake news— o información errónea —missinformation—". Se dice en el documento que la desinformación pretende "distorsionar la realidad mediante contenido manipulado/…y/ sus elementos inherentes son la voluntad de generar confusión".
El Gobierno no lo define, pero la comunidad científica sí lo ha hecho. La desinformación se suele producir en escenarios de información asimétrica: es decir, cuando un participante tiene datos que otros no conocen. Así pues, la desinformación se relaciona casi siempre con supresión de información. Su objetivo es "llevar a" o "mantener en" un estado de falsa creencia al otro y tiene fórmulas (analizadas profusamente por los académicos) para conseguirlo. Por ejemplo, una vía es camuflar hechos importantes en "ruido" (u otros mensajes de fondo) para introducir incertidumbre (el llamado modelo de la degradación). Otra, evitar que se recopile información, interrumpiendo o dañando medios empleados para tal efecto (el denominado modelo de la negación).
Los efectos de la desinformación han sido objeto de preocupación no sólo en el mundo militar, sino también en la sociología y la opinión pública desde principios del siglo pasado. Así que la inquietud de este Gobierno no es nada original. Sí lo es, sin embargo, que se centre únicamente en el contexto exterior, sobre todo viendo el escenario comunicativo que el equipo de Sánchez ha creado y que estamos sufriendo los españoles.
Lo dice este Gobierno que ha suspendido durante meses el Portal de Transparencia, que ha negado respuestas de documentos esenciales a los parlamentarios, que ocultó datos de contagios e inventó comité de expertos"
"Por su potencial peligrosidad, cabe señalar las estrategias de desinformación de actores extranjeros, tanto estatales como no estales, que desarrollan aparatos de propaganda con la intención de polarizar a la sociedad y minar su confianza en las instituciones".
Lo dice este Gobierno, con la más que cuestionable gestión de la información que ha desarrollado durante la pandemia. Este Gobierno que ha suspendido durante meses el Portal de Transparencia, que ha negado respuestas de documentos esenciales a los parlamentarios, que ocultó -a la opinión pública y a la prensa- datos de contagios y avisos de organismos internacionales y que nos vendió comités de expertos fantasmas. Lo dice este Ejecutivo que hoy usa las consignas, practica la censura, y ejerce el reparto (o la veda) de carnets de prensa al estilo más cool de los sistemas autoritarios de prensa.
A los hechos me remito. Un día después del anuncio del “riesgo de la desinformación”, Sánchez, en su balance del año, colocó en todas las portadas que “la pandemia no ha sido un freno, sino un acelerador”. Por cierto, en una comparecencia en la que únicamente dio turnos a seis medios afines (La Sexta, Cadena Ser, Agencia EFE, TVE, El País y elDiario.es) silenciando al resto. El súmmum ha sido ya el veto de Moncloa a 7MM, con la retirada de la acreditación de periodista a Josué Cárdenas.
Comprenderán que todos estos hechos me hagan dudar de que la noticia de la "Estrategia de seguridad de 2021" (colgada en el Gabinete de la Presidencia el 28 del 12) no haya sido una inocentada. Parece que no lo es.
Buscaba ayer un término que definiera este contrasentido. Me venían a la cabeza varios: cinismo, procacidad, desvergüenza, obscenidad…. Encontré uno mejor: oxímoron, esa figura retórica que a veces se usa en publicidad y que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado opuesto: "instante eterno", "luminosa oscuridad", "sociedades unipersonales"...
Convendrán conmigo que "Sánchez combatiendo la desinformación" es un oxímoron semejante a "hipoteca remunerada". Un oxímoron digno de premio de Festival de Cannes de publicidad.
Manda narices, con perdón.
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