En política, lo que no es posible es falso. Cierto. No hay que ir a una facultad de Ciencias Políticas para dar por buena una máxima como esta. Es simple y clara, y porque lo es, no precisa de explicación. Y además, una vez pronunciada, obliga a quien la formula. Por ejemplo, a Pablo Casado. Era el 22 de octubre de 2020, y ese fue el día en que el PP rompió -¿definitivamente?- con Vox: “La izquierda llevaba 30 años queriendo que hubiera un partido como Vox, usted se lo ha regalado” le espetó a Abascal. Hoy, dieciséis meses después, el líder del PP se ve obligado a olvidar lo dicho, a cambiarlo o matizarlo. No abrirá la puerta del Gobierno en Castilla y León sin llamar antes a la de Abascal. Son hechos, y ya se sabe lo que suelen decir en esa tierra, que contra hechos no valen razones. Pero, si alguien diera en discutir los hechos, habrá de enfrentarse a los números, a la aritmética, bastante menos dúctil que los razonamientos más pertinentes.
Como todo va tan rápido. Como los titulares a penas duran el tiempo de ser leídos y enseguida llegan otros nuevos, contradictorios muchas veces, pero sin fuerza para que nos detengamos un momento y nos preguntemos: pero vamos a ver, ¿qué está pasando aquí? ¿Cómo es posible que nos tomen el pelo de tal forma que parezca que no pasa nada, que no está dicho lo que han dicho?. Sólo un pacto no escrito, y claramente desde el inconsciente colectivo se explica lo que nos pasa: hemos decidido creer que la mentira, la impostura, la demagogia y la falta de principios es moneda corriente, y que con ella hemos de vivir y dejar vivir.
Este domingo daba un no se qué escuchar la peregrinación de Fernández Mañueco por todo el dial radiofónico español explicando lo que no tiene explicación posible. De pronto cambia los conceptos: estabilidad por diálogo. Ahora el PP quiere dialogar, si bien hay que recordar que convocaron atropelladamente estas elecciones para no hacerlo, porque presumían de una mayoría que le permitiría gobernar esa comunidad con una tranquilidad y un sosiego que Mañueco no va a tener ni un solo día. Entonces soñaban con ayusazo. La mentira, la gran mentira de las razones en que se basó el adelanto electoral trae consigo una mentira mayor ocultada en el espejismo de una victoria chata y menor.
Y si el PSOE se abstiene…
Hemos pasado del sueño de una mayoría a la madrileña a contemplar -¿no les dará vergüenza?- una circunstancial abstención del PSOE que facilite su reelección. Por considerar, hay quien echa cuenta y piensa que Igea, desde su único escaño sería capaz de pastorear las siglas cantolanistas de León, Ávila y Soria, o sea, un Frankenstein pero regional. Cuantas más fórmulas se sugieren mayor es el disparate.
A esta hora, los ciudadanos de Castilla y León seguirán preguntándose para qué han votado, qué necesidad había de cambiar un gobierno moderado por otro que, incluso antes de constituirse, trae la señal de la confrontación y el disparate, pero sobre todo de la inestabilidad. ¡Fugite, partes adversae! ¡Huid, enemigo! Ni siquiera invocando el deseo del exorcista hay espacio para la estabilidad que nos vendieron como el gran logro. Ni con un exorcismo expulsarán de la política aquello que han dicho detestar, o sea Vox. Necesitan a Vox. No tienen futuro sin Vox. Tendrán que respetar a Vox. Harán suyas algunas políticas de Vox. Tendrán que negociar, suplicar, convencer y, finalmente, dialogar con Vox. Y ésta es la situación, por mucho que Mañueco haga las cuentas imposibles que él mismo sabe que lo son. Y porque en política lo que no es posible es falso.
Uno de Burgos con cara de vicepresidente
Al candidato de Vox, un desconocido y lenguaraz abogado burgalés, se le está poniendo cara de vicepresidente. Se confirma así que en España, la experiencia política tiene un valor relativo, que la gestión y los conocimientos necesarios para administrar millones de euros no importan. La sigla, todo lo puede la sigla, y en este es el caso la de Vox, un partido sin ninguna experiencia más allá de la bronca y la confrontación. O el ruido y la furia, con permiso de Willian Falkner.
En realidad Mañueco sabe, y el padre de este engendro con despacho en Madrid lo sabe mejor que él, que es imposible dar un paso sin los de Abascal. Ese sapo se lo va comer Casado, por mucho que aún resuenen sus palabras el día que rechazó la moción de Vox. “No somos cobardes, ni furia ni ruido, no queremos ser como usted”. Mucho ruido y pocas nueces, como todo lo que hacen ustedes. Quizá no lo recuerden, pero esto fue lo que Pablo Casado dijo mirando a la cara a Santiago Abascal.
Pero, quién recuerdo ahora todo esto. Un día después de conocer el adelanto electoral escuché decir a alguien que pasa por formar parte del círculo de Casado que todo lo que no fuera sacar 35 escaños les dejaría en evidencia. Cuatro menos, 31, lo que significa en porcentajes un avance del 0,1%. ¿De verdad hacía falta toda esta sucesión de soberbia y torpeza? Y la gran pregunta, ¿está hoy Pablo Casado más fuerte y asentado al frente del PP? ¿Más cerca de llegar a la presidencia de España? No me diga lo que está pensando, amigo lector, es justo lo que yo respondería. Lo extraño es que el propio Casado no piense lo mismo, en cuyo caso tiene un problema a la hora de percibir la realidad de las cosas. Quizá el presidente del PP crea hoy que fue otro el que lo dijo. Es igual: en política, lo que no es posible es falso.
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