Opinión

Pablo sin complejos

Nos creemos que es verdad lo que nos cuentan que ocurre, sobre todo si nos lo repiten mucho; y, claro, eso no tiene siempre una relación directa con la realidad objetiva

Carretero, mi padre, anda curioso ante lo que, según se dice, parece ser la llegada masiva, por miríadas, por hordas, por enjambres enteros, de migrantes a nuestras fronteras y playas. Bien es verdad que su curiosidad no tiene nada de nueva porque eso lleva sucediendo desde hace décadas; pero mi padre sabe, como lo sé yo, que la verdad no es ya lo que ocurre sino lo que uno se cree que ocurre. Digámoslo con mayor claridad: nos creemos que es verdad lo que nos cuentan que ocurre, sobre todo si nos lo repiten mucho; y, claro, eso no tiene siempre una relación directa con la realidad objetiva. Pablo Casado, el nuevo presidente del PP, se está mostrando como un muchacho diligente y cantarín y servicial, siempre atento y presuroso para correr a salvarnos de cualquier cosa de la que él crea que debemos ser salvados.

Son unas cuantas. Bastantes. Así ha dicho que “España no puede afrontar la llegada de millones de africanos”. Luego se ha hecho una foto con seis o siete de esos africanos y después ha corrido a un acto de su partido, oculos suos gementes et flentes, para clamar que él nunca caería en la indignidad de hacerse una foto publicitaria con africanos inmigrantes, que eso solo lo hace un golferas como Pedro Sánchez, que es un tal por cual y persona muy poco seria. Sánchez jamás se ha hecho una foto así, pero mi padre va a lo que va:

–¿Millones, ha dicho este chico que vienen?

–Millones. No ha aclarado cuántos millones, pero millones.

–Caramba. Pues no va a haber suficientes pateras, tendrán que hacer más. Igual los de la Gürtel pueden echar una mano en eso, que esa gente está acostumbrada a ver el negocio donde sea. Así que millones, ¿eh? Bien, bien. Oye, ¿tú recuerdas cuántos barcos participaron en el desembarco de Normandía?

–Más o menos cinco mil.

–No va a llegar –menea la cabeza mi padre, con mucha preocupación–, van a tener que llamar a Ryanair, a ver si se puede hacer algo.

Me explica luego Carretero que Líbano, un país que tiene el tamaño de Asturias y una población de seis millones de habitantes, aloja ahora mismo a más de un millón de refugiados. Y no parece que haya allí mayores discusiones por ese asunto. Y que Turquía, que es más grande (un poco más que Francia, tampoco mucho), alberga a tres millones.

Los analfabetos de hoy son los peores, porque han tenido acceso a la educación. Saben leer y escribir, pero no ejercen. Cada día son más, cada día el mercado los cuida más"

–Eso son millones y no lo que dice ese chico que va a venir. Qué decepción con Pablo Casado, ¿verdad? Y qué pronto.

–¿Por qué decepción?

–Por las mentiras. Nos está mintiendo, ¿no lo ves? Yo tenía la esperanza de que este chaval fuese otra cosa. La derecha española necesita un cambio radical para volver a esperanzar a los españoles, y el cambio más asombroso podría ser el de decir la verdad: como nadie lo hace, en ningún partido, pues no tenemos costumbre. Pero está claro que él tampoco va por ahí. Y cuando uno miente a la gente a la que luego pedirá el voto, es que les toma por gilipollas. No se me ocurre otra explicación.

Desde enero hasta finales de julio habían llegado a España, como pudieron, alrededor de 20.000 migrantes. Más o menos la mitad que en el mismo periodo de 2017. Más o menos la cuarta parte que entre enero y agosto de 2016. De dónde coño se saca este chaval los millones que nos están invadiendo como en la película aquella de Chalton Jeston, Cuando ruge la marabunta, se ríe mi padre.

–Se trata de asustar a la gente como se asusta a los niños –dice–. Basta ver los números para darse cuenta de que la migración está bajando. Pero eso a este chico no le interesa. Este Casado está buscando el voto de la gente que en Hungría, en Italia, en Polonia, en Austria, en Holanda, en la misma Francia, en muchos sitios, se ponen como fieras con los inmigrantes, dicen que nos están invadiendo (¡millones, millones!), que vienen a quitarnos el trabajo (lo cual es otra gigantesca falsedad) y los usan como pretexto para imponer sus políticas de extrema derecha, para recortar libertades, para imponer censuras, para acojonar a la gente con cosas que no pasan pero que necesitan salvadores.

–Eso es la novela de Orwell, 1984. Las terribles amenazas que justificaban la represión eran todas inventadas.

De dónde coño se saca este chaval los millones que nos están invadiendo como en la película aquella de Chalton Jeston, 'Cuando ruge la marabunta', se ríe mi padre"

–Exactamente, Orwell. Ellos y sus periódicos no dejan de repetir que estamos ante la llegada de los bárbaros y que hay que tomar medidas drásticas. Es mentira, porque en todo lo que llevamos de año ha invadido Europa entera más o menos la misma cantidad de gente que vive en Torrelavega, que ya es invadir, ¿eh? Pero es igual. Casado ya dijo que él quería ser “el PP sin complejos”. Muy bien, lo está haciendo. Y el primer complejo que se ha quitado de encima es el de la sinceridad. Este quiere ser el Le Pen español. Perfecto, está en su derecho. Lo que me pregunto es si en España necesitamos un Le Pen. Que hasta ahora no lo había. De eso nos habíamos librado. Buscará votos asustando a la gente con la invasión de los africanos (¡millones, millones!) y luego, si los obtiene, ya lo ha dicho, la emprenderá con el aborto, con los disidentes, con los librepensadores, con los desafectos, con los… Ah, mira, tened cuidado tú y tus hermanitos masones, que sois todos unos encantadores ingenuos que creéis en la bondad humana, pero que estáis en la lista. Al tiempo.

Decía Jesús Quintero hace años: “Siempre ha habido ignorantes y analfabetos, pero nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un p… libro en su j… vida (…) Los analfabetos de hoy son los peores, porque han tenido acceso a la educación. Saben leer y escribir, pero no ejercen. Cada día son más, cada día el mercado los cuida más y piensa más en ellos (…) El mundo entero se está creando a la medida de esta nueva mayoría. Esos son socialmente, la nueva clase dominante, aunque… siempre serán la clase dominada, precisamente por su analfabetismo y su incultura”.

Millones, millones. Al agua con ellos. Y sin complejos, que no vamos a caber.

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