Opinión

¿Y si Pablo Iglesias tiene razón?

Y no, no estoy pensando en esa boutade de que España no tiene una democracia normalizada. Suele despistarnos su imagen de tipo desastrado tirando a un Carpanta famélico y siempre en busca

Y no, no estoy pensando en esa boutade de que España no tiene una democracia normalizada. Suele despistarnos su imagen de tipo desastrado tirando a un Carpanta famélico y siempre en busca de argumentos provocadores. Un sicofante de ley. Siempre al quite con soflamas que la derecha le compra para su mayor gloria. Habla bajito, con mucha bambolla. Algunas veces casi susurra. Raramente sube el volumen de su voz. Salen de su boca groserías y barbaridades, pero las dice con el mismo tono y modulación que un cisterciense leyendo el Cantar de los Cantares. 

Y así, de esa forma, advirtió desde su escaño a las bancadas de la derecha de que tienen de todo, Bárcenas incluido, menos posibilidades de volver a sentarse en el banco azul del Gobierno de España. Habla con esa seguridad propia de quien no tiene ningún miedo al futuro. Con esa forma de comerse el presente que él mismo fabrica, dice estar seguro de que la derecha está como aquella canción de los Sex Pistols, No future. 

Era 3 de junio del año pasado,

-Usted (a Pablo Casado) nunca será presidente del Gobierno

Y era 20 de septiembre del año pasado,

-La derecha no volverá a gobernar en España durante mucho tiempo. 

Las matemáticas, contra el PP

He de reconocer que al escuchar a Iglesias pensé en su pulsión totalitaria, propia de un neocomunista bravucón. Hoy no pienso lo mismo. Sabíamos, con las matemáticas encima de la mesa, que aunque el PP ganara unas elecciones generales, Casado podría no ser presidente del Gobierno. Así era antes de las elecciones catalanas, y así es hoy, con mayor claridad incluso, en este momento en el que se empieza a hablar de guerra civil entre las derechas. ¡Cómo si no fuera así desde el siglo XIX!

No sabemos cómo suena la voz de Casado tras el hundimiento de su partido. Un estafermo de libro, en eso se ha convertido. Hoy sabemos bien que no debemos pedir a la gallina que vuele como un águila. Pero aquellos de Vox que hoy muestran su cara más amable han de saber que su voto sirve para poco.  Y tampoco aquellos que se lo dieron a Ciudadanos, un voto que no sirve para contener la sangría, que terminará en muerte dulce de un partido cuya utilidad está en cuestión desde hace meses. En el futuro y se vote lo que se vote, y tratándose de un partido de derechas, han de saber que lo suyo, al acercarse a la urna, volverá a ser un estallido de melancolía y nostalgia por lo que nunca será. 

Cierto: la derecha española en Cataluña no existe para ganar, o sea, para gobernar España. Y ahora sí, ahora sí creo que Pablo Casado no será presidente. Su presencia en la campaña electoral cosida a base de errores con el único afán de separarse del marianismo nos ha enseñado la pasta con la que está hecho. Es un buen hombre, voluntarioso y humilde, con la mirada limpia, pero no es un líder. Ni él puede serlo ni sus barones se lo van a permitir.

Sánchez, los principios y los intereses

Lo sucedido en Cataluña es la peor noticia para España. El resultado es premonitorio, y nos debería preparar para lo peor, con un referéndum o cosa parecida sobre el futuro de esa parte de España. Sánchez empieza a dormir tranquilo. La incoherencia entre intereses y principios hace tiempo que ya no le quita el sueño. Ha conseguido lo que quería, fracturar a la derecha, dividirla y radicalizarla hasta el punto de que sea Vox la fuerza política que, siendo lo que es, enarbolará la bandera constitucional en un lugar en el que hace años que no se aplica. Podríamos acordarnos hoy de Mariano Rajoy y de Albert Rivera, pero no servirá de nada, aun sabiendo que con ellos comenzó este desastre que hace que la historia de España siempre esté en las urgencias. Con ellos comenzó la mojiganga catalana que hoy tan cerca del drama se encuentra.  

Cierto, España será lo que los españoles quieran, pero siempre que los partidos que la representan sepan escuchar. Cómo decirle al PP y a Casado que un partido inexistente en el País Vasco y en Cataluña no puede gobernar España. Cómo explicarle a Ciudadanos que, aunque no lo sepa, es un partido muerto y dirigido por una líder que no sabe que va a dimitir. Cómo decirle a Abascal que los resultados catalanes son sólo cantos de sirena episódicos, circunstánciales. Por si les resulta de utilidad, para Casado, y especialmente para Inés Arrimadas, Elías Canetti tiene escrito: "Toda decisión tiene algo liberador, aunque lleve a la desdicha".

Vox y el espejismo catalán

Conviene recordar que en las últimas catalanas la victoria de Ciudadanos se presentó como el inicio del sorpasso nacional de Rivera sobre Rajoy. Y ya hemos visto cómo terminaron ambos. Ojo con las cuentas que se hacen con Vox. Que el llamado sorpasso se ha producido en Cataluña es un hecho singular y complejo sin posibilidad en el resto de España.  Vox ha conseguido votos que antes estuvieron en el partido naranja. Sin ninguna posibilidad de influir en la política catalana, de modo que la extrema derecha poco tiene que hacer. No así la extrema izquierda que es la CUP, que puede ser muy determinante de cara al futuro. Hacen gala de culpable miopía política los que se encaran con los de Abascal sin reparar en los estragos para la democracia y convivencia de los de la CUP.  

El domingo por la noche Pere Aragonés dijo que ERC aspira a una república independiente. Lo dijo en tres idiomas, para que no hubiera dudas. Desde esa posición se entiende mal el optimismo de los socialistas. El PSC no puede estar junto a ERC si éste es el tablero en el que se va a jugar la partida. Hoy me parece un movimiento burdo el que anuncia acuerdos simétricos en Madrid y Barcelona entre socialistas y republicanos. Pura tautología política.  Pero puedo equivocarme de nuevo. En realidad, más factible que esto es la premonición de Pablo Iglesias de que la derecha no gobernará España. O Casado, Abascal y Arrimadas, tres cabezas llenas de viento, buscan alguna solución valiente, generosa e innovadora, o Iglesias tendrá razón. Y Pere Aragonés, también. Si no se va a mejor se va a peor. No hay otra.

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