Opinión

Pablo Iglesias y la prostitución de menores

Ha sido Podemos, junto a socialistas y nacionalistas baleares, quienes han vetado una comisión de investigación sobre el escándalo de las niñas tuteladas 

Talleyrand era conocido como el maestro del engaño y la mentira. Inventaba historias increíbles ante mandatarios europeos que sabían perfectamente que mentía. Esa deshonestidad tenía el objetivo de ocultar mentiras que parecían verdades. Sus interlocutores aceptaban el papel de crédulos, se dejaban embaucar, y si alguien osaba resaltar una contradicción o falsedad, Talleyrand respondía con una dosis de impostada dignidad. De esta manera, su interlocutor quedaba como un maleducado o un desinformado que perseguía intereses espurios.

El vicepresidente Iglesias no está a la altura del estadista francés del XIX, lógicamente, pero lo intenta. La profundidad de sus mentiras y contradicciones es tal que la simulación de dignidad debe acompañarla de insultos. Poco importa que los diputados de la oposición resalten la incoherencia de sus ideas con su vida, de sus propuestas con su práctica, de su discurso con el fin que dice perseguir.

Es un comunista clásico pasado por el carnaval del populismo. Un aventurero de la política que, sin más brillo universitario que la algarada, fue aupado a la primera línea de la vida pública. Todo es y fue mentira en Iglesias. Habló de transparencia y democracia en su partido, y convirtió a Podemos en una organización caudillista en Vistalegre II.

Acabó con las deliberaciones, las críticas y la oposición interna. Ahí están esos cadáveres políticos que le acompañaron en el primer sóviet, como Errejón, y que hoy arrastran su fracaso en el Congreso de los Diputados. El partido de la gente ni siquiera pasó al clásico centralismo democrático, sino al caudillismo; sí, ese mismo que en lugar de rodearse de los mejores solo busca súbditos.

En tan solo cinco años, Pablo Iglesias ya se ha convertido en un miembro más del 'establishment', que guarda con usura el poder

Prometió enfrentarse a la casta, al régimen del 78 y devolver el poder al pueblo, y en tan solo cinco años ya se ha convertido en un miembro más del establishment, que guarda con usura el poder. Nada queda de esa “Democracia Ya” y del “No nos representan” que gritaba la pobre gente engañada que se acercó a la Puerta del Sol el 15-M.

Los “ayuntamientos del cambio” fueron un fracaso. Carmena dejó un Madrid sucio, pueblerino, despersonalizado y crispado, que tan solo se recordará por las peleas internas entre las facciones de Ahora Madrid. Fueron muy torpes. Las elecciones las pierde el gobierno, no las gana la oposición. Eso fue lo que pasó. El amiguismo y los contratos a dedo sorteando la ley, las estructuras paralelas para “resistir” cuando gobiernen “los otros”, como dijo Errejón, eran la demostración de que la ciudad podemita e inhóspita había cambiado, sí, pero a peor.

Era mentira, como todo en el universo de Podemos. Representantes del proletariado con chófer y servicio doméstico en un chalet de lujo. Predicadores del carril bici que no se bajan del coche oficial o que conducen un automóvil de lujo. Una ministra de Igualdad que discrimina a los hombres. Un ministro de Comercio que sueña con prohibir el mercado. Una ministra de Trabajo que se ríe cuando le dicen que en su primer mes hay 250.000 parados más. Y un ministro de Universidades que defiende que hay demasiados centros universitarios públicos.

La tutela efectiva de esas niñas es del Gobierno autonómico balear, que es responsable de su estado de salud, integración y formación

Que todo esto sea así no sorprende. Lo que avergüenza es que su partido, Unidas Podemos, junto a los socialistas y los nacionalistas baleares (sic.), se negara a la formación de una comisión de investigación sobre la prostitución de menores en Baleares. La tutela efectiva de esas niñas es del Gobierno autonómico balear, que es responsable de su estado de salud, integración y formación, así como del respeto a sus derechos.

En el año 2017 una diputada balear denunció la labor del Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales en el cuidado de menores. La llamaron “loca” y la podemita Marta Maicas exigió a la prensa que silenciara esas informaciones. Tres años después sabemos que al menos 16 menores tuteladas -pueden ser muchas más- fueron prostituidas en pisos, bares y hoteles. Hablamos de niñas de entre 13 y 17 años, sometidas a una red mafiosa con complicidad en la administración. Este 18 de febrero el Parlamento balear, con mayoría socialista, podemita y nacionalista, se ha negado a investigarlo, claro, para no depurar sus propias responsabilidades.

En la sesión de control al Gobierno de este miércoles, los diputados de la oposición pidieron explicaciones de esa negativa a Pablo Iglesias. La respuesta del vicepresidente fue el insulto y la falsa dignidad. Tras llamar “fascistas” a su interpelantes ha soltado: “Hay cuestiones en las que en las que por salud democrática sería razonable que no se produjera una disputa política". Lo chusco es que Iglesias, siguiendo esa batalla permanente contra la verdad y la coherencia, anunciaba unos días antes, el 10 de febrero, que pondría en marcha “una ley que sea referencia a nivel mundial” para defender a “niños y niñas” de las agresiones sexuales. No cuela, camarada.

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