La izquierda política y mediática española está de los nervios ante el final del régimen que todos llevan mascando desde hace meses –concretamente, desde la mayoría absoluta del PP en Andalucía- y que ya dan por hecho tras el varapalo del 28-M y el espectáculo cainita desencadenado a la izquierda de Pedro Sánchez entre el macho alfa, las ministras vetadas y la vicepresidenta Yolanda Díaz a la que el adelanto electoral del presidente ha pillado con el pie cambiado porque ella, ilusa, pensaba que no iba a ser víctima de los cálculos y mentiras del superviviente de la Moncloa.
Y digo que está de los nervios porque, en su desesperación, la izquierda política y mediática se ha lanzado a una cacería contra los medios “de la derecha” por hacer, por fin, lo que desde la izquierda se ha venido haciendo desde hace años: usar el poder de la televisión para criticar, sin complejos de inferioridad, lo que hace el gobierno supuestamente progresista.
Y en su desesperación, al ver que se les acaba el chollo y el monopolio, han arremetido sin disimulo contra todo lo que amenaza su estado del bienestar actual, su ecosistema político y mediático donde ellos marcan las leyes y reparten carnés de demócratas y de periodistas. Y se muestran dispuestos a acabar con Ana Rosa Quintana, con Frank de la Jungla, con Iker Jiménez y, sobre todo (porque es el programa líder del prime time y llega a millones de espectadores) con Pablo Motos, su tertulia, Tamara Falcó y hasta fumigar a unas hormigas y sacrificarlas por “peligrosidad social”.
A Pablo Motos, varios millones de personas le ven cada noche sacudir, criticar y hasta reírse de la ideología woke dominante. Y, por eso, Sánchez e Iglesias querían 'matarle' y silenciarle… pero ya es demasiado tarde
Vídeo contra Pablo Motos
El Ministerio de Igualdad –ese que Alberto Núñez Feijóo ha prometido desmontar y que dirige la vetada Irene Montero ayudada por la inefable Ángela Rodríguez ‘Pam’- abrió la veda en noviembre del pasado año con un vídeo (pagado por supuesto con un millón de euros de dinero público) en el que se señalaba directamente a Pablo Motos como "baboso y machista".
Fue solo el aviso. En la pasada campaña electoral y a medida que los sondeos auguraban el batacazo morado, todo el Ministerio de Igualdad y Podemos, con Monedero y Echenique incluidos, se lanzaron contra Motos y un colaborador que habían osado criticar el eslogan con el que Montero presentó a la candidata de Podemos –“bollera y sorda”- al Ayuntamiento de Valencia. Le llevaron hasta a la Fiscalía.
Desde entonces, y pese al golpe en las urnas, la campaña no ha hecho más que incrementarse. También con los supuestos gurús mediáticos en las redes y en el periodismo de la izquierda, tanto moderada como radical. Uno de ellos, tuitero con cientos de miles de seguidores y un sentido del humor esquinado siempre al mismo lado, escribía en CTXT ‘Así opera la derecha televisiva’:
“Igual ya no lo recuerdan, pero antiguamente la política televisada era un asunto de los informativos y no de los programas de entretenimiento (...) El viaje ha sido progresivo. En la última década, a medida que el brazo político de la derecha iba perdiendo capacidad –derrotado en lo económico tras el colapso financiero de 2008 y en lo emocional con ETA desaparecida–, su brazo televisivo iba ganando músculo hasta llegar a la actual vigorexia”.
En otros medios, como El País ayer mismo, se señalaba directamente la politización de El Hormiguero: “El programa presentado por Pablo Motos ha acentuado su carga ideológica en los últimos años. Los comentarios de sus tertulias de actualidad saltan a los círculos políticos”. Y sigue: “Casi 2,3 millones de espectadores vieron cada día, de media, El hormiguero en mayo. Su éxito le convierte en el lugar preferente al que toda persona quiere acudir a hablar de su libro, su película, su disco... o a intentar convencer al ciudadano de que es la mejor opción para gobernar el país”. Vaya, ¡¡anatema!!
En ese mismo texto, se recuerda un hilo que en la noche del 31 de mayo, el director de Comunicación del PSOE, Ion Antolín, escribía en Twitter: “Y las hormigas graciosas se transformaron en escorpiones. De cómo un programa familiar, terminó en un magma de trumpismo en prime time”.
Como siempre, la progresía mal entendida cree tener el monopolio de según qué cosas. Patrimonializa como algo exclusivo la crítica, la creación y hasta el humor. Y en su visión siempre tuerta por el mismo ojo ignora, o no quiere recordar, que el Gran Wyoming, icono de la izquierda, lleva haciendo lo mismo que hoy critican desde hace más de tres lustros, incluyendo sonarse los mocos con la bandera de España.
O no recuerdan que el primer político que acudió a un programa de entretenimiento nada menos que en Tele5 fue el entonces ministro y hombre fuerte de Zapatero, Pepe Blanco, hoy lobbysta de postín en Bruselas con clientes tan adinerados como el régimen de Marruecos.
El 16 de mayo de 2010, el ministro acudió a ‘La Noria’ y así lo glosó la prensa amiga: “Acudió sin complejos y a sabiendas de que iba ser criticado. Pero el Gobierno no puede desaprovechar cualquier oportunidad de explicar el recorte del gasto público, sobre todo si se emite en horario de máxima audiencia. Quizás por eso acudió a un foro inhabitual para un ministro. Blanco, sin corbata y con muchas adhesiones entre el público, aseveró que los políticos «deben ir allí donde está la gente».
Años más tarde, era el propio Pedro Sánchez quien llamaba a 'Sálvame' para hablar con el hoy defenestrado Jorge Javier Vázquez durante la sobremesa –también en Telecinco-. Era el 17 de septiembre de 2014 y el entonces secretario general del PSOE llamaba al móvil del presentador por los incidentes del Toro de la Vega. “Si a mí me dices que ese es tu compromiso, te devuelvo mi voto", zanjaba JorgeJa. Entonces, todo se vio como una jugada maestra de Sánchez y el PSOE mostraba su “sorpresa” por quien criticase a Sánchez: “El secretario general traslada su mensaje a toda la ciudadanía sin distinción ni prejuicios". Entonces, no importaba saltar del espectáculo a lo político...
Pablo Iglesias, antes de llegar a ser el vicepresidente de Sánchez por la vía del abrazo, lo tuvo siempre muy claro: quien controla los medios –y en especial, la TV- tiene ganada gran parte de la batalla por (seguir en) el poder. En 2013, decía ufano que “el periodismo sirve para disparar. Punto (…) A mí me gustaría que un partido de izquierdas ganara las elecciones y me nombrara director de una televisión pública. Eso es lo que más me gustaría (…) que el PSOE pusiera en nuestras manos una televisión tomando como referencia lo que han hecho en Argentina, Ecuador o Venezuela…”.
Luego, Iglesias le pidió la RTVE a Sánchez y este se la negó: RTVE sería suya. Pero, ¿qué hacer con las privadas? A Pedro y a Pablo se les ocurrió entonces (noviembre de 2020) crear la ‘Comisión Permanente contra la desinformación’ que tiene como objetivo frenar la «difusión deliberada, a gran escala y sistemática de desinformación, que persiga influir en la sociedad con fines interesados y espurios». Era una especie de ‘Ministerio de la Verdad’ que abría la puerta a censurar o, cuando menos, amedrentar a los medios díscolos.
En ese Ministerio de la Verdad se integraron el CNI, la Presidencia del Gobierno y los gabinetes de comunicación de todos los Ministerios. Lo coordina la Secretaria de Estado de Comunicación y la preside nada menos que el director del Departamento de Seguridad Nacional, el general Ballesteros.
En febrero de 2022, año y medio después de su creación, el Gobierno se negaba a desvelar al Parlamento cualquier detalle operativo o funcional sobre la misteriosa Comisión y se niega a contestar a una decena de preguntas del Congreso sobre qué hace exactamente el «grupo de trabajo interministerial» o la «identidad de los miembros que asisten” o quién es la persona que en representación de la Secretaría de Estado de Comunicación asiste y reporta directamente a Presidencia.
“Si Jorge Javier es progresista (hasta el punto de echarme de vez en cuando un cable incluso a mí y a otra gente de Podemos), Motos es básicamente el facha que encarna el cuñadismo de las masculinidades empequeñecidas en España”Pablo Iglesias
Sánchez,a lo largo de su mandato, ha puesto en marcha todos los mecanismos posibles para intentar controlar la información e incluso el entretenimiento. Pablo Iglesias, fuera ya del Gobierno y supuestamente de la política, directamente ha montado un medio de comunicación que no pasa por su mejor momento y que pide a sus suscriptores que pague las cuotas atrasadas.
Y entre tanto, ambos, Pedro y Pablo y sus terminales mediáticas, dirigen sus cañones contra Ana Rosa, contra Iker, Frank, unas hormigas y, sobre todo, Pablo Motos. Porque, como dejó por escrito Iglesias en noviembre pasado tras el vídeo difundido por el Ministerio que dirige su pareja, “si Jorge Javier es progresista (hasta el punto de echarme de vez en cuando un cable incluso a mí y a otra gente de Podemos), Motos es básicamente el facha que encarna el cuñadismo de las masculinidades empequeñecidas en España”. Y varios millones de personas le ven cada noche sacudir y reírse de la ideología woke dominante. Y, por eso, había que 'matarle'... pero ya es demasiado tarde.
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