A poco que hayan visto algún documental de animales sabrán lo que pasa cuando los bóvidos acuden a beber al río. El ñu, la gacela de Thompson, incluso el elefante, beben con un ojo puesto en el agua y el otro vigilando. Porque su instinto les advierte del peligro, dado que los depredadores están al acecho para pillarlos con la guardia baja y zampárselos tan ricamente. Es la ley de la naturaleza. Hay quien mata para sobrevivir y quien huye por la misma razón.
Trasladado a la política española, la pregunta es si Feijoó debería negociar con Sánchez el desbloqueo del Consejo General del Poder Judicial. A Sánchez le interesa, siempre y cuando el resultado dé un número de jueces afines a su persona; al PP no le conviene precisamente por eso mismo. Siendo sinceros, el pecado original fue aquel lamentable “Montesquieu ha muerto” que se atribuye a Alfonso Guerra y que éste siempre ha negado haber dicho. La cosa se remonta a 1985 cuando el PSOE aprovechó su mayoría en la cámara y reformó la Ley del Poder Judicial. Entonces como ahora el socialismo patrio consideraba que los jueces eran demasiado de derechas y se decidió que fuese el Parlamento quién eligiera los miembros del Consejo General del Poder Judicial. Craso error que metió a los políticos en el terreno de la justicia. Recordemos que a los miembros del organismo judicial los eligen Congreso y el Senado, debiendo tener la aprobación de 3/5 de cada cámara. Esto no le gusta al presidente, que desea que se aprueben por mayoría simple. Y que sean los jueces quienes se elijan entre ellos, ni hablar; si el Parlamento le provoca urticaria, los togados ni les cuento.
En la cúpula del PP se plantean sentarse con el gobierno para intentar llegar a algún tipo de acuerdo. Si les sale como hicieron con el Constitucional, mal vamos
No es un asunto menor. Basta repasar la Ley Orgánica 1/1980 del Consejo General del Poder Judicial en sus primeros tres artículos para ver el hondo calado de esta institución. Pero aquí lo único que hay es el deseo de Sánchez de fagocitar el último reducto que podría poner pegas a su golpe de estado por la puerta de atrás. Sánchez no quiere negociar con el PP. Sánchez quiere es que Feijoó le dé la razón, se rinda con armas y bagajes y condenarlo al papel de una oposición que no tendrá camino alguno para vehicular sus protestas más allá de un parlamento dominado por el sanchismo y unas instituciones controladas por el mismo. En la cúpula del PP se plantean sentarse con el gobierno para intentar llegar a algún tipo de acuerdo. Si les sale como hicieron con el Constitucional, mal vamos. No deberían temblarles las piernas a los populares. Ni ante Sánchez, ni ante esa UE que pide es que se renueve el Consejo sin entrar en el fondo. Todo eso cae fuera de la lógica gubernamental. Su objetivo es conquistar la mayoría del CGPJ. Repasen los populares lo que se hizo en la república, como se sustituyeron a jueces y fiscales por personal adicto a la causa, pervirtiendo la justicia y retorciendo su finalidad, y verán con quién pretenden llegar a acuerdos. Porque Sánchez es, lo dice el mismo, alguien que se inspira en Largo Caballero. En su bando hay socialistas iluminados, comunistas capaces de todo, separatistas fanáticos, en fin, lo mismo que en 1936. En el otro yo no sé ver a ningún militar dispuesto a levantarse, ni partidos con milicias armadas, ni a una Falange combativa en la calle ni mucho menos a potencias extranjeras que puedan apoyar un nuevo 18 de julio. Un lado sigue estando donde estaba; el otro, no. Los pactos de estado siempre deben mirar hacia el futuro, jamás hacia el pasado, y mucho menos si es tan lamentable como el nuestro.
Llegados aquí, no hay más preguntas, Señoría.
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