Con el poder municipal establecido ya se pueden sacar algunas conclusiones que dejaron en el aire las victorias sin gobierno y derrotas con apoyos suficientes como para formarlos. Estas conclusiones evidencian relatos políticos muy diferentes a los que ostentaban hace apenas unos meses; lejos quedan marcos como el pacto de perdedores, el no pactaremos con Vox o aquí no se pacta con independentistas.
El PP ha sido el gran vencedor de las derrotas con apoyos. Pablo Casado detectó la misma noche electoral que lo de la lista más votada era solo un espejismo, que donde residía el poder real era en la capacidad de tejer apoyos para obtener los gobiernos municipales y autonómicos. La lección andaluza que hizo presidente a Juanma Moreno le ha valido para recuperar alcaldías importantes, mantener autonomías emblemáticas como Murcia o Castilla y León, a pesar de que el PSOE, tras décadas, ganaba las elecciones. El líder del PP se implicó personalmente en los gobiernos, presionó a la opinión pública con portavoces a todas horas en medios de comunicación y supo conjurar bajo un mismo membrete a dos partidos que parecían incompatibles: Ciudadanos y Vox.
Casado detectó la misma noche electoral que lo de la lista más votada era solo un espejismo, que donde residía el poder real era en la capacidad de tejer apoyos
El partido de Albert Rivera cumplió con el oxímoron en el que está enredado y que provoca a su alrededor el ruido intenta evitar, como el provocado por alguno de sus fundadores, como De Carreras o Espada. Con la excepción del territorio manchego y alguna alcaldía más, fruto de deserciones personales, como el caso de Manuel Valls -a estas horas ya defenestrado del partido-, Ciudadanos ha dado apoyo a quien señaló como socio prioritario, el PP, al mismo tiempo que se encadenaba a Vox como socio imprescindible para la suma necesaria. La estrategia naranja de sorpassar al PP ha sido sustituida por la de apoyar al PP, dándole el respaldo necesario para que sobreviviera al nuevo ciclo electoral sin perder el poder que le habían quitado las urnas. Solo el tiempo dirá si el golpe de timón premia a Ciudadanos o al PP, pero si nos quedamos en el presente, el fuerte recelo de los socios europeos de Rivera merma sus opciones de ser el nuevo partido mimado por la intelligentsia europea.
Con los alcaldes y alcaldesas ya con sus bastones de mando, ahora quedan por despejar las dudas autonómicas y las del Gobierno de España. En cuanto a las autonomías, parece que el pacto PP, Cs, Vox es un triángulo consolidado en el que los liberales son los peor parados. El Partido Popular consolida gobiernos en bastiones tradicionales; Vox consigue ser el valedor imprescindible en acuerdos con membretes de tres logos. Pero ¿qué consigue Cs?; ¿presidencias en parlamentos y vicepresidencias? No se puede desdeñar el poder institucional y, sobre todo, la posibilidad de colocar al personal, pero se quedan sin uno de los elementos más importantes en la política actual: el relato. El partido que venía a regenerar la vida política española está apoyando al PP en autonomías donde la alternancia política hace décadas que no se produce. El argumento que les sirvió para cancelar su apoyo a Susana Díaz deja de ser válido en Castilla y León o Murcia, porque de serlo, facilitaría un cambio de gobierno que los jóvenes votantes todavía no han llegado a ver. Si Cs acuerda con Vox y no facilita la renovación, cuál es el relato del partido naranja.
Cs, que venía a regenerar la vida política español, ha acabado apoyando al PP en autonomías donde la alternancia política hace décadas que no se produce
En lo referente a al agotamiento del relato, resulta interesante el vuelco que se ha producido en Cataluña en el espacio soberanista, sobre todo por la importancia que tras el veto de Cs al PSOE recobran los independentistas en el plano nacional. El PDeCAT desapareció como oferta electoral en favor de Junts per Cat en el penúltimo golpe de mano orgánico de Puigdemont. El partido que ostentaba los derechos electorales fue sustituido por el movimiento del expresident desde Waterloo. Todos los alcaldes y alcaldesas, otrora del PDeCAT, tuvieron que asumir la decisión de Puigdemont bajo pena de traición y ante la atenta y pasiva mirada de David Bonvehí. El presidente del PDeCAT, o lo que queda de él, ante la disyuntiva de la guerra o el deshonor, parece haber elegido ambas.
El espacio post convergente ha pasado de tener 440 alcaldías en el 2015 a 368. En Barcelona, donde presentaba el tándem Quim Forn y Elsa Artadi, ha recortado a la mitad sus apoyos en una de las derrotas más importantes de la formación en la Ciudad Condal. La batalla intraindependentista la ha ganado ERC sin paliativos, que ha conseguido 359 alcaldías, incluyendo Lleida y Tarragona, cien más que en el año 2015. Los números son evidentes y los apoyos vasos comunicantes; ERC está consiguiendo la hegemonía territorial en los feudos nacionalistas que antaño lideraba CiU, en lo que parece reafirmar la tendencia de las elecciones generales de pasado 28 de abril. Episodios como el del President Torra, llamando “literalmente” a la candidata de su ciudad, Santa Coloma de Farners, para que deshiciera el pacto alcanzado con el PSC, o el mensaje de Bonvehí y Nogueras para controlar férreamente los pactos en las alcaldías, es un signo más de la debilidad de un partido mermado y sin dirección.
Tras este ciclo electoral, muchas fuerzas deben revisar sus relatos. El PP dejará de abogar por la lista más votada; el PSOE se verá obligado a pactar con los soberanistas; Cs deberá resignificar la palabra regeneración y explicar a sus socios europeos cómo se pacta sin pactar con la ultraderecha; y en JxC tendrán que explicar cómo destruyó un espacio que le era propio para regalárselo a ERC. Disponen de 4 años para construir nuevos relatos, porque los pactos han matado los existentes.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación