Sorprende ver al Emiliano García Page de hoy. Es el mejor ejemplo de que tres meses en política son un mundo. En abril, cuando ya los partidarios de Susana Díaz -él entre ellos- veían las orejas al lobo de una victoria de Pedro Sánchez, decía esto: "Las primarias van a determinar, y mucho, la perspectiva y seguramente también la agenda personal de muchos, también de la mía. Por tanto, pospongo cualquier planteamiento personal y mi propia decisión sobre qué hacer en los próximos años a lo que pase”.
Una forma como otra cualquiera de advertir que si ganaba Sánchez el 21 de mayo no contaran con él. Pensaba en aquel momento no volver a presentarse a la Secretaría General del PSOE-castellano-manchego, aguantar como presidente autonómico hasta 2019 y renunciar a ser candidato electoral de nuevo.
Los más cercanos y gentes de peso como el expresidente José María Barreda se llevaron las manos a la cabeza al principio. Luego lo tomaron a beneficio de inventario, un calentón propio de la batalla interna que el PSOE vivía por aquellas fechas. Y el tiempo parece haberles dado la razón.
García-Page no ha recompuesto su relación con Sánchez más allá de la mera formalidad; probablemente no lo haga nunca. Siguen sin soportarse. Los últimos movimientos de líder del PSOE con la "plurinacionalidad" y, sobre todo, el episodio de las asambleas obligatorias para ratificar el pacto con Podemos, no han hecho sino confirmar a Page en sus tesis iniciales... pero de irse y poner alfombra roja al PP, nada.
García-Page no ha recompuesto su relación con Sánchez más allá de la mera formalidad. Siguen sin soportarse. Pero de irse y poner alfombra roja al PP, nada
Su amenaza de convocar elecciones anticipadas por falta de apoyo parlamentario al presupuesto le ha salido bien; ha surtido el efecto de hacer recaer sobre los hombros de los morados la posibilidad de una vuelta de María Dolores de Cospedal al poder castellano-manchego. Hasta tal punto que uno de los teóricos más refractarios a pactar con el PSOE, José García Molina, ha acudido en socorro del vencedor para apoyar el presupuesto, sí, pero sobre todo ponerse de vicepresidente de su odiado Page.
Para ello no ha dudado en embarcar a las bases de Podemos, las cuales han apoyado muy mayoritariamente el pacto en una consulta que tenía una pregunta imposible: "¿Crees que Podemos Castilla-La Mancha debería votar sí a los presupuestos si con un acuerdo de gobierno se garantiza la puesta en marcha y el control de políticas propias como la Renta Garantizada o el Plan de Garantías Ciudadanas?" ¡Viva la claridad!
Veremos cómo acaba esta historia pero, de momento, el episodio confirma que la historia de los partidos en España, los de izquierda en particular, está llena de supuestas enemistades eternas dentro y fuera de los mismos, que duran... lo que un azucarillo en un café. Que se lo digan a Page.
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