La inefable Ángela Rodríguez Pam –la amiga de Irene e Isa, la cuchipandi que se fue a Nueva York en falcon y a costa del mismo erario público que le sopla 120.000 euros al año a la secretaria de Estado de Igualdad- ha cerrado la semana grabando a menores y riendo la gracia del cántico en la manifestación menos numerosa del 8-M del último lustro: “Qué pena me da que la madre de Abascal no pudiera abortar…”
Pam es la misma que se burló de las excarcelaciones de violadores y abusadores por obra y gracia del espantajo pergeñado en su ministerio junto a Irene Montero y la asesora condenada Isa Serra; la misma que se indigna por que las jóvenes españolas prefieran la penetración a la autosatisfacción (la obsesión franquista de esta gente por meterse en el dormitorio de los españoles es digna de estudio); la misma que, junto a Montero, se apropió sin permiso de la obra de una fotógrafa para una campaña de normalización de cuerpos; la misma que, cuando era aún menos que ahora, llamó ‘puta coja’ a su rival en las primarias de Podemos en Pontevedra… y que acabó perdiendo.
Pero da igual. Pam es de izquierdas. Muy de izquierdas, bisexual y gorda, y ya ha denunciado que los medios y la sociedad la persiguen por machismo, gordofobia, homofobia y, por supuesto, por el fascismo reinante. No pidió disculpas a ninguna de las más de 700 víctimas que han visto cómo sus agresores y violadores se beneficiaban de su ley como para pedir disculpas al 'fascista de Abascal'. En un acto de cobardía, solo borró el vídeo después de que la madre de una de las menores se lo exigiera.
Pam: sin disculpas en la izquierda
Pam, como Irene, como Lilith, como Isa o como Boti -600.000 euros de sueldos públicos detrás de la pancarta del Ministerio de Igualdad el pasado 8M- no es más que el ejemplo de la superioridad moral de esta izquierda que exige –como es lógico, por otra parte- que el PP expulse a un concejal impresentable de un pueblo perdido en la Mancha porque ataca la dignidad de Irene Montero pero es incapaz de pedir disculpas o exigir dimisiones por desear que un rival político no hubiera nacido.
Es la misma ley del embudo que aplica Patxi ‘Qué Más Dará’ López, para quien la trama del ‘Tito Berni’ está zanjada con la expulsión en diferido del diputado canario –con un más que probable chivatazo mediante para borrar pruebas y quedarse la tablet personal-. ¿Alguien se imagina lo que hubiera dicho este PSOE y esta izquierda –con sus cañones mediáticos retumbando en webs, radios y tertulias- si quien se hubiera retratado en calzoncillos, con meretrices y con sus socios esnifando en la habitación de un hotel hubiera sido un diputado del PP, ya no digamos de Vox?
Para Patxi la respuesta es clara: es un "asunto zanjado" y la respuesta, con el inestimable apoyo de los Comunes y Podemos, exigir una comisión de investigación… sobre la Kitchen y el PP. Que eso sí es corrupción, y no lo de ahora: como dijo Su Sanchidad, “la corrupción ya no preocupa a los españoles”.
Nuestra izquierda exige –lógico- que el PP expulse a un concejal impresentable de un pueblo perdido porque ataca la dignidad de Irene Montero pero es incapaz de pedir disculpas o exigir dimisiones por desear que un rival político no hubiera nacido
La misma semana en la que el PSOE y Podemos rompían por la reforma del ‘solo sí es sí’ y Pedro Sánchez ordenaba dejar solas a Montero y Belarra en el banco azul –no estaba Yolanda y ni siquiera el ministro Alberto Garzón, que se buscó un bolo en el Senado para borrarse de la foto- como si fueran ellas solas las responsables únicas del desaguisado, y el PP votaba la reforma junto al PSOE –no le quedaba otra si quería frenar el desaguisado de las rebajas-, la misma semana, digo, Pedro Sánchez volvía a dar muestras de su catadura.
Apenas unas horas después de recibir los votos del PP, Pedro Sánchez sacaba a pasear en el Congreso la imagen de Alberto Núñez Feijóo con el narco gallego en un barco… hace más de 30 años. Como dicen en Génova, muestra lo desesperado que está el presidente del Gobierno. Pero también, todo lo que está dispuesto a hacer de aquí hasta las elecciones, con una coalición rota y que solo se sostiene a la espera de ver el calibre de la derrota el 28-M.
Haría bien el PP en quitarse complejos y en saber cuáles son las armas que está dispuesto a emplear Pedro Sánchez. De momento, Esteban González Pons ya ha contraatacó en la radio pública recordando las saunas madrileñas del suegro de Sánchez. Es un primer paso para sacudirse, de una vez por todas, el complejo frente a la supuesta superioridad moral de esta izquierda que, con este secretario general del PSOE y sus socios de Podemos, ha alcanzado cotas insultantes.
La campaña, hasta el 28-M, va a ser dura. Muy dura. Las encuestas mantienen desde hace meses una imagen más o menos fija: más de 35 escaños de diferencia entre PP y PSOE y un electorado socialista desmotivado. Sánchez, por muchos vídeos de figurantes que le preparen en Moncloa, sabe –como dicen todos los demóscopos serios- que las encuestas anticipan un batacazo.
La legislatura muere el 28-M
Y que después del 28-M, la legislatura estará muerta: en junio se constituirán los ayuntamientos y los Gobiernos autonómicos, y en julio, los socios del Gobierno Frankenstein estarán pensando en alejarse lo más posible de Sánchez si en las elecciones se visualiza una España ‘azul’. Y el presidente estará centrado en la promoción de su figura como líder internacional: el semestre de la presidencia española de la UE arranca el 1 de julio, y Sánchez será invitado por ello, además, a las cumbres del G7 y el G20. En agosto no hay Congreso y en septiembre habrá que convocar.
Este calendario solo se habría podido alterar con lo que le estuvieron susurrando en su entorno al oído en las últimas semanas: que –pese al miedo de los barones- disolviera y adelantara elecciones para juntarlas con las municipales y autonómicas. Pero la tramitación de la moción de censura de Vox lo impide constitucionalmente: hasta que no se celebre, el presidente no puede disolver las Cortes. Algo bueno debía tener la moción de Tamames.
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