La enésima polémica del Ministerio de Igualdad viene por las palabras de Ángela Rodríguez “Pam” en uno de los actos que celebra Podemos bajo el título de "Feminismo para todo el mundo". La número dos de Igualdad ha comentado entre risas las acusaciones de que su Ley de Libertad Sexual (conocida como “Sólo 'sí' es 'sí'”) ha permitido que un buen número de violadores y pederastas hayan visto reducida su condena -o directamente queden en libertad.
Este desastre es posible porque el “gobierno feminista” ha decidido legislar en base a pancartas. Han encajado en el Código Penal aquel lema que se popularizó a raíz del caso de La Manada: “¡No es abuso, es violación!”. Refundiendo los delitos de abuso y agresión sexual en un único tipo de agresión, han conseguido dos cosas. En primer lugar, desaparece la diferencia entre un acto sexual sin consentimiento claro y una violación sexual con violencia física adicional. Y, en segundo lugar, la pena mínima por agresión queda reducida respecto de su equivalente previo, de forma que un condenado puede solicitar una rebaja retroactiva que queda al criterio de cada tribunal.
La gracia de los chistes de Pam estaría en que -como dice el himno feminista- “la culpa no era mía” (del Ministerio de Igualdad), sino del resto de instituciones, del poder judicial y de los medios de comunicación y sus bulos. Y, por supuesto, culpa de la “extrema derecha”, una categoría que engloba a todo el que les critique (incluyendo a buena parte de la izquierda y del feminismo, a los que Pam señala como “progresía machista” y “feminismo carcelario”).
Es cierto que hay un complicado debate (en el que no entraremos aquí) sobre la depuración de responsabilidades, el derecho transitorio, el espíritu de la ley y su interpretación. Pero una cosa es clara: el Ministerio de Igualdad mintió. Mintió María Naredo, asesora de Montero, cuando tachó de "bulo en toda regla" que violadores fuesen a quedar libres. Mintió también Victoria Rosell, candidata de Podemos al CGPJ: “no habrá revisión de penas, ni atenuación ni despenalización”.
Mintieron diciendo que no iba a pasar lo que ha pasado, así de simple. Igual de falso y de ridículo que Rajoy prometiendo que no habría referéndum en Cataluña el 1 de octubre de 2017. Y, en fin, cuando se miente, o se da la cara o se opta por culpar de todo a los demás. Concretamente al patriarcado, que (como Hacienda) somos todos, aunque en realidad sea más un recuerdo del pasado que un mecanismo aún funcional (también como Hacienda). Pero, pese a todo, Pam y compañía se han propuesto derrotar a ese fantasma y no preocuparse tanto por mantener entre rejas a los verdaderos monstruos: violadores, maltratadores y pederastas.
Pam y el desprecio a la ley
Pam comienza diciendo que “no minusvalora la importancia que tiene que un agresor termine en la cárcel, pero…”. La clásica fórmula “yo no soy racista pero…”. Efectivamente, lo que sigue a continuación es Pam despreciando las condenas de cárcel. “La verdad es que el agresor a lo mejor va a la cárcel después de haberla asesinado ya o después de haberla violado ya”, añade Pam, decepcionada. Pues sí, “a lo mejor” los criminales son condenados solamente después de haber cometido su crimen. ¡“A lo mejor”! Yo diría que es la norma, Pam. Y diría que la condena no es irrelevante solamente porque el daño a la víctima ya no se pueda deshacer.
Las penas tienen otros fines además de la reparación. Hay, por ejemplo, una finalidad retributiva en el encarcelamiento, que tiene que ver con restablecer el orden social y la seguridad de la comunidad. Esto el feminismo no lo contempla, pues como teoría liberal e individualista que es, entiende la cuestión como una lucha de todos contra todos. De todos los hombres contra todas las mujeres. Uno a uno, uno contra uno. La guerra de sexos es la única realidad y hay que exacerbarla. No entienden la comunidad como un todo, donde la justicia debe proteger de criminales a la mayoría pacífica tanto de hombres como de mujeres.
El enemigo omnipresente es un cualquiera, un señor de pueblo o de barrio que bautiza genéricamente como “Juan Antonio”
Otra finalidad de las penas de prisión es la prevención: se busca persuadir de que delinquir trae consecuencias que no compensan la satisfacción que aporte el delito. Esto también le es indiferente al feminismo, pues (según dicen las compañeras de Pam) “es una técnica de inquisidores y fascistas” a la que llaman “punitivismo”. Lo que verdaderamente les encantaría (y es lo que traslucen sus palabras) es que se pudiese juzgar y castigar antes de que haya delito y juicio. Al fin y al cabo, dicen, “todos los hombres son potenciales culpables”, “son per se machistas desde que nacen”; una compañera de mesa Pam pondera que sería imposible "meter en la cárcel a la mitad de los hombres". Pero si fuera posible…
La referencia literaria es obligada. Es el “pre-crimen” de Minority Report, escrito por Philip K. Dick y llevado a la gran pantalla por Steven Spielberg: eres culpable incluso antes de delinquir. O el “crimental” (crimen mental) de 1984 (George Orwell): los pensamientos contrarios a la ideología dominante son ya un indicador criminal. Así se construye la distopía feminista. Todos los hombres son violentos y violadores, porque las estadísticas del feminismo se encargan de clasificar como “violencia machista” un amplio espectro de acciones que va desde la crítica política hasta el simple insulto entre particulares, desde cotillear un móvil hasta reírse de un chiste que pueda ser tildado de sexista. Ya se sabe que de ver El Hormiguero al feminicidio hay un paso.
La aburrida justicia, con sus presunciones de inocencia, sus preguntas a las víctimas, sus garantías procesales, etcétera, solamente "individualiza el problema", dicen Pam y cía., cuando la culpa y la condena deberían ser colectivas. Porque está claro que ese porcentaje mínimo de hombres asesinos, violadores o pederastas es en realidad el porcentaje que define a la totalidad de los hombres. Igual que la minoría de terroristas define el Islam, ¿verdad? ¡Y que no se quejen esos moros diciendo que “no todos los musulmanes bla bla bla”! Este planteamiento es lo que convierte al feminismo en una ideología del odio, que debería ser tratada en consecuencia.
Jueces machistas
Un odioso pollavieja con toga y peluca blanca tendrá que meter a algún paleto peludo entre rejas a hacer manspreading durante un tiempo determinado por un calendario gregoriano inventado por hombres blancos cis-heterosexuales, todo ello en alguna provincia de la poco glamurosa España vaciada. ¿A quién va a interesar eso? No es ni remotamente tan atractivo para la élite feminista como las revoluciones teóricas, culturales y simbólicas que esperan hacer desde los campus universitarios, las páginas de Vanity Fair o las excursiones a Times Square.
Pam prosigue con su razonamiento: “cuando lo que nos estamos planteando es cómo acabar de verdad con el machismo y la violencia machista, [no es tan importante] que un señor esté en la cárcel 11 años o 12 años… o 10 años y 5 meses, según la decida cada audiencia provincial" [aquí se ríe sonoramente]. Eso de los meses y los años son menudencias, cosas provincianas. Al fin y al cabo, así es como este gobierno entiende la justicia: como regateos irrelevantes e intercambio de cromos, como reparto de sillones del poder judicial y como liberar a malversadores corruptos para contentar al independentismo catalán. El respeto a la ley y a lo que su cumplimiento implica sólo debe importarle a la plebe, ellos son la élite y están por encima.
El feminismo de Pam y el Ministerio de Igualdad no es más que una carroza llena de mercancía intelectual averiada que, por lo tanto, tiene nula capacidad de cambiar la realidad
El elitismo y el clasismo es una constante en el discurso de Pam y del feminismo que representa. El enemigo omnipresente es un cualquiera, un señor de pueblo o de barrio que bautiza genéricamente como “Juan Antonio”, un nombre normal y corriente. El enemigo es un señoro, un machirulo, un onvre, un tipo que podría ser tu padre, tu abuelo, tu amigo, un profesor, un vecino. Es el español promedio que se traga los “bulos anti-feministas” (que acaban siendo ciertos).
“No descarto que un señor llamado Juan Antonio se lo pueda llegar a creer, ahora bien, los diputados que dicen estas cosas en el Congreso, ¿se lo creen? Porque entonces empieza a preocuparme qué gente estamos mandando al Parlamento". Pues estamos mandando a gente como Pam, que entiende que el pueblo es ignorante y que sólo pueden gobernar aquellos que han accedido a una verdad superior revelada, sea la vulgata de género en la izquierda o la vulgata del libre mercado en la derecha. Eso es lo que estamos mandando a las instituciones, y en este sentido la “nueva política” es una continuación de la “vieja”.
La nueva élite feminista debe, repitiendo las palabras de Pam, interesarse solamente por acabar con el patriarcado y el machismo, descritos como una superestructura imperceptible, una cárcel invisible, una serie de condicionamientos desde el nacimiento, una concatenación de micro-acciones no observables con el ojo desnudo. Es decir, una “batalla cultural” contra gigantes que perfectamente podrían ser molinos.
Seguramente tenía razón Concepción Arenal con aquello de "abrid escuelas y se cerrarán cárceles": prevenir con educación es mejor que recurrir a los grilletes. Pero, ¿vale cualquier educación y cualquier sistema cultural, o hay remedios que pueden ser peores que la enfermedad? Pensemos en los centros de reeducación en China, donde se pretende transformar a yihadistas en maoístas, cambiando el Corán por el Libro Rojo. ¿Están capacitados Pam y el Ministerio de Igualdad para enseñarle nada verdaderamente valioso a nadie?
Este equipo de cráneos privilegiados ha perpetrado campañas publicitarias infames que manipulan los hechos, señalan a ciudadanos particulares o roban imágenes personales. Estas son personas que creen (y quieren hacerte creer) que “el matrimonio institucionaliza la violación”, que no existen los sexos biológicos o que “los niños tienen derecho a mantener relaciones sexuales con quien quieran”. Son gente que, como dice Pam en el dichoso acto, piensa que el concepto de “perder la virginidad” está “vinculado a la existencia de la Virgen María” y que “los Reyes Magos representan la cultura de la violación”. Es decir, son gente con deficiencias intelectuales y humanas graves.
Una colección andante de sesgos, traumas y falacias a los que llaman “perspectiva de género”. Unas “gafas moradas” cuyas lentes están hechas del cristal del Callejón del Gato, que deforma la realidad hasta lo grotesco.
Precisamente por estas carencias es que las fases de acción más intensa del Ministerio de Igualdad, los momentos de mayor dotación presupuestaria, de máximo adoctrinamiento escolar e ingeniería social, coinciden siempre invariablemente con el aumento de las violaciones, el repunte de los asesinatos de mujeres o los récords en la destrucción de empleo femenino. El feminismo de Pam y el Ministerio de Igualdad no es más que una carroza llena de mercancía intelectual averiada que, por lo tanto, tiene nula capacidad de cambiar la realidad, o de cambiarla sin que sea a peor. Nutriéndose de basura conceptual, su feminismo solamente es capaz de producir, como la propia Pam reconoció, “diarrea legislativa”.
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