Vivir en democracia, y sobre todo en una democracia plena, es la excepción más que la regla. Según el Democracy Index (2020) que anualmente elabora The Economist, casi la mitad de la población del planeta, el 49,4%, vive en algún tipo de democracia, pero solo el 8,4% lo hace en una democracia plena.
Por democracia plena, The Economist considera aquellos países que no solo respetan las libertades políticas y civiles básicas, sino que también tienden a sustentarse en una cultura política que conduce al florecimiento de la democracia. Donde el gobierno funciona “satisfactoriamente”, existe una pluralidad de medios de comunicación y estos son independientes, existe un sistema de controles y contrapesos eficaz, el poder judicial también es independiente y las decisiones judiciales se hacen cumplir. Estos países, en el índice de democracia obtienen una puntuación superior a 8.
Desconsolidación democrática
Autores como Foa y Mounk (2016, 2017) han sugerido que nos encontramos en un momento de desconsolidación democrática. A partir del análisis de los datos de la Encuesta Mundial de Valores de 1995 a 2014, estos señalan que la confianza en las instituciones políticas de la democracia liberal (el parlamento o los tribunales), así como la participación de los votantes, la identificación partidista y la membresía de los partidos políticos en las democracias consolidadas en América del Norte y Europa Occidental ha disminuido. Mientras que el apoyo explícito a candidatos populistas, partidos “antisistema” o formas de regímenes autoritarios está aumentando.
Hay otros datos que nos permiten sostener esta hipótesis. Tal y como recoge el Instituto Internacional de Democracia y Asistencia Electoral, más países que nunca están sufriendo una “erosión democrática” incluso en las democracias establecidas. De hecho, el número de países en “retroceso democrático” nunca ha sido tan alto como en la última década. Según Freedom House, el 75% de la población mundial vive en un país que ha visto deteriorada su calidad democrática.
Desde 2015, el número de países que han emprendido una transición hacia la democracia y el número de países democráticos ha disminuido sistemáticamente
Cuando hablamos de erosión democrática nos referimos a la pérdida de calidad democrática que se observa cuando se produce un declive estadísticamente significativo en alguno de los aspectos fundamentales que conforman los atributos de la democracia (concurrencia de elecciones libres, pluralidad e independencia de medios de comunicación, estructura de pesos y contrapesos que limitan el abuso del poder y división de poderes, entre ellos).
Esta tendencia se ha agravado en los últimos años. Desde 2015, el número de países que han emprendido una transición hacia la democracia y el número de países democráticos ha disminuido sistemáticamente. Y la proporción de países No Libres es ahora la más alta de los últimos 15 años.
Este proceso ha tenido lugar de la mano del ascenso de partidos iliberales y populistas en el gobierno de países tan dispares como Bolivia o Ecuador, India o Turquía, o Hungría o Polonia. También se debe a niveles crecientes de polarización política y afectiva y a bajos niveles de apoyo a la democracia. Así como a las consecuencias de la crisis económica y del creciente proceso de globalización que han generado “perdedores” y sobre todo han frustrado muchas expectativas.
Tendencia tras la covid
La pandemia ha exacerbado la tendencia hacia el empeoramiento de la democracia y la libertad en el mundo que se estaba produciendo en los últimos años. Según Freedom House, la situación de la democracia y los derechos humanos ha empeorado en 80 países. De hecho, el número de países que se movieron en una dirección autoritaria en 2020 superó en número a los que iban en una dirección democrática.
Ante la amenaza que supuso un virus del que se desconocía el origen, su comportamiento y la forma de hacerle frente, un gran número de gobiernos respondieron mediante el abuso de su poder, silenciando a sus críticos y debilitando o cerrando instituciones importantes, a menudo socavando la transparencia y la rendición de cuentas necesaria para proteger la salud pública.
En un análisis realizado por Freedom House sobre 192 países se han registrado episodios de violencia policial contra civiles y detenciones y abusos relacionados con la respuesta a la pandemia. Además, la actividad parlamentaria se ha visto interrumpida y los parlamentos cerrados por las restricciones sanitarias y las leyes de emergencia. Derechos fundamentales como la movilidad se han visto no solo restringidos sino totalmente anulados en muchos países.
A su vez, tanto los líderes de países autoritarios como los de países democráticos no han sido sinceros sobre el impacto del coronavirus. Esto ha provocado un incremento del escepticismo sobre la información expresada por el gobierno sobre el coronavirus. Esta falta de transparencia ha abierto la puerta a la corrupción: entrega de contratos de emergencia a empresas de conocidos sin experiencia en la producción de material sanitario, o políticos que se han saltado el orden de vacunación establecido por ellos mismos para vacunarse antes, por poner algunos ejemplos.
La libertad de expresión y creencias se ha deteriorado vertiginosamente durante los 14 años consecutivos de disminución de la libertad global general
La erosión de la democracia y las libertades durante la pandemia ha afectado sobre todo a los medios de comunicación. Estos a menudo han visto obstaculizada la realización de su trabajo, lo cual ha dificultado la rendición de cuentas y la difusión de información vital. En los países analizados se han registrado arrestas y ataques violentos a periodistas, hostigamiento e intimidación; los gobiernos han ejercido control sobre el contenido, suspendido la impresión de periódicos, negado credenciales de prensa y han limitado la realización de preguntas en las ruedas de prensa (esto último sucedió en nuestro propio país).
Además, se han impuesto restricciones gubernamentales a la libertad de expresión y críticas al gobierno en al menos 72 países. La libertad de expresión y creencias se ha deteriorado vertiginosamente durante los 14 años consecutivos de disminución de la libertad global general.
Me gustaría terminar con una advertencia. A diferencia de las dictaduras o los regímenes autoritarios o híbridos, las democracias consolidadas que transitan hacia regímenes híbridos e incluso hacia regímenes autoritarios, utilizan las mayorías obtenidas mediante elecciones inicialmente liberal y un alto nivel de apoyo electoral, para desmantelar gradualmente los controles sobre el gobierno, la libertad de expresión, la independencia de los medios de comunicación y los derechos individuales. Este proceso es gradual pero a menudo se dispara con cuestiones como la vivida durante la pandemia, y aunque los procesos de desconsolidación democrática son reversibles y las democracias no mueren de la noche a la mañana, no podemos bajar la guardia.
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