Estos de Europa deben de andar muy mal para haber concedido esa millonada a España. Si usted fuera prestamista, un banco por ejemplo, y le pide tanto dinero una empresa gestionada por tipos cuya propuesta básica de progreso es el endeudamiento exponencial (valga la hipérbole, siempre tan in en los media), es seguro que se negaría de plano a soltar un céntimo y, a lo sumo, aconsejaría un plan ordenado de default. En este caso dicen que una mitad es regalo y la otra préstamo.
No importa la sonrisa entre pícara y bobalicona del presidente: deja que presten, luego ya veremos quién devuelve. Y a la sonrisa, bien vestida de tópicos y consignas, respondieron los suyos con salvas de aplausos. Los políticos hodiernos solo saben que darse aplausos, así con los brazos estirados hacia el aplaudido, que los devuelve raudo con ese gesto de arrobo que suele poner en uno la vanagloria. El aplauso es el gesto favorito de estos políticos gentiles, convertidos en claque permanente de sí mismos.
Se supone que los millones europeos van con condiciones, y que los ofrecen por subsistencia misma de la Unión, no porque les demos tanta pena. Pero Europa, si alguien se la cree aún, no puede fiarse de estos sirvientes patrios que empobrecen lo que tocan, como un Midas al revés, y promueven, los muy evangélicos, la pobreza general para conseguir el paraíso en la tierra. Esta gente, y con trabajo, vale apenas para una foto. Puede, pues, que la millonada europea solo sirva si con ella vienen también sus gestores y ponen las cosas a funcionar, mientras los representantes del pueblo siguen aplaudiéndose. La alternativa es otro plan Ñ, recuerden, o robar a los ricos para dárselo a lo pobres.
-O sea que quieres que nos intervengan.
-Mismamente.
De la noche a la mañana se pasa de la revolución a la servidumbre voluntaria y de reventar el sistema a denunciar a quien pasea al perro a cara destapada
Las almas bellas ya sé que dirán uy, y que el pueblo ha votado y que la democracia no puede permitirlo, porque entonces todo eso del pueblo soberano. ¿Pero cómo dejar toda esta pasta en manos de los soberanos? Los soberanos, cuando no tienen bañador y una caña en la mano, aunque para beberla tengan que bajarse una mascarilla, pueden hacer deposiciones de votos muy curiosas. Ya lo tenemos bien comprobado en este tiempo demagógico. De la noche a la mañana se pasa de la revolución a la servidumbre voluntaria y de reventar el sistema a denunciar a quien pasea al perro a cara destapada. Esa veleidad, esa delación, esa levedad cansa y hasta da asco, pero la vida en bande trae estos vaivenes y hace que uno se acueste monárquico y se levante ya saben.
Sardanas y chistus
Muchos están ya pensando en repartir el dinero europeo para generalizar las limosnas y, si acaso, dar un poco de alimento a las independencias regionales, y que sigan sonando sardanas y chistus. Como las inversiones no vengan dirigidas y planeadas con sentido común, la propensión soberana a vivir del cuento puede que dé paso a redes clientelares de complexión granítica. Y entonces tendremos ya a los soberanos siempre pobres, pero con bañador y caña, y a los políticos aplaudiéndose sin freno mientras aguardan una nueva ola pandémica, a ver si da para otro confinamiento y vuelven a sentir así el calorcito del poder absoluto. Hasta la victoria siempre.
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