A la semana se le acumulan las imágenes como al 2021 los días históricos. La borrasca que sepultó Madrid bajo la nieve y desplomó los termómetros en toda España terminó por congelar la paciencia. La foto más poderosa de los días pasados se repitió en esquinas, casas, avenidas, carreteras y autovías: hombres y mujeres removiendo nieve, abriéndose paso por sí mismos a punta de pico y pala.
Entre los mocasines impolutos de Pedro Sánchez bajando de un coche sin pisar hielo y la peripecia del líder de la oposición retirando nieve a modo de performance, ha quedado el camino provisional con el que cientos de ciudadanos consiguieron salir de sus casas para buscarse la vida, desde los que necesitaban un cartón de huevos hasta los que tenían que salir a trabajar.
A estas alturas de la pandemia, la metáfora de la pala se revela bastante más clara de lo que quisiéramos. Como objeto, remite a la responsabilidad individual de quienes la usan para solucionar el problema concreto del bloque de hielo que tapona su puerta, pero también hace visible la incomparecencia de aquellos de quienes se espera algo, de los que son más de echar paladas como si estuvieran rellenando un hoyo en lugar de despejar una vía por la que podamos salir todos.
Tiene más puntos Illa en las encuestas que vacunados en el país. Así va el Ejecutivo sepulturero, esparciendo tierra sobre el resto
La fosa para los más de 70.000 fallecidos a causa de la covid-19 les da bastante trabajo a los responsables de su gestión, desde el presidente de Gobierno hasta su ministro de Sanidad o Fernando Simón. Andan ellos también pala en mano, pero esta vez ejerciendo de sepultureros, echándonos tierra encima a los ciudadanos y a las instituciones. Ha quedado a la vista un Gobierno que trae incorporada su propia oposición, y al que las grescas entre sus miembros lo convierten en un Gobierno inservible (Agustín Valladolid dixit).
Si hemos politizado hasta las uvas, cómo no iba a ocurrir con las palas, los trineos, la nieve o las vacunas. La crispación y la propaganda son como el agua: se meten en todas partes. Hay campaña, y no de vacunación precisamente. Deshojando la margarita (renuncio o no renuncio), el ministro Salvador Illa oficia de candidato a las catalanas mientras el porcentaje de vacunación en España se sitúa en una cifra ligeramente superior al 1%. Tiene más puntos Illa en las encuestas que vacunados en el país. Así va el Ejecutivo sepulturero, esparciendo tierra sobre el resto.
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