Tengo un gran amigo que trabaja en una de las compañías hoteleras más notables del país. El turismo da empleo a casi tres millones de personas y representa más del 12% del PIB pero encara un precipicio. La legión de imbéciles que puebla la nación dice que no podemos depender tanto de este sector enormemente competitivo y ejemplar que nos reportaba hasta ahora 80 millones de visitantes al año. En su equivocada opinión, ahora debemos reindustrializar España. ¿Con qué? ¿A qué precio? ¿Sobre la base de las subvenciones y del dinero público? ¿Con qué clase de empleados, dado el infame sistema educativo impuesto secularmente por los socialistas? ¿No sería mejor proteger por todos los medios el turismo antes que ensayar las especulaciones de los intelectuales de salón que no entienden una sola palabra de economía?
La semana pasada, el consejero delegado de la compañía de mi amigo reunió a sus directivos y les dijo lo siguiente: “Estamos en una situación preocupante, dramática y tremendamente grave. Si no tomamos decisiones pronto todo empeorará. Tenemos que volver a posicionarnos como el primer destino del mundo. En los últimos meses nuestra marca se ha visto muy deteriorada. Muchos países a nuestro alrededor como Grecia y Portugal han aprovechado la situación para ganarnos terreno y atraer a los viajeros que no han venido a visitarnos. Es preciso una campaña de comunicación colectiva para volver a recuperar nuestro valor reputacional. Una colaboración honesta y sincera entre el sector privado y el público”. ¿Ustedes creen que el presidente Sánchez se vería conmovido por esta declaración que casi parece la antesala de la tragedia?
"Somos la nación que peor lo ha hecho del mundo, la que más ha maltratado al sector turístico y la que peor disposición está mostrando para combatir la debacle"
Según los últimos cálculos de Exceltur, que es la patronal de estas compañías temblorosas, hasta el mes de julio el sector ha perdido casi 900.000 empleos. Y decía el consejero delegado: “Nosotros todavía somos fuertes. Estamos bien asentados en el exterior. Esta es la única garantía de que podamos mantener la nave a flote, y que esto nos permita llegar hasta la primavera, si para entonces la epidemia empieza a disiparse. Si no es así estamos muertos, porque España es la nueva Wuhan”. (¡Reténgalo, por favor!, la nueva Wuhan, la ciudad china que nos exportó el virus que asuela el planeta, como no se cansa de repetir con acierto Trump. Somos la nación que peor lo ha hecho del mundo, la que más ha maltratado al sector y la que peor disposición está mostrando para combatir la debacle”.
El ejemplo italiano
Este lunes converso con el socio de uno de los principales despachos de abogados de España. Lo encuentro desolado. Somos el cubo de la basura de Europa, afirma. “Hablo con mis colegas del Continente y lo único que me dicen es: lo habéis vuelto a hacer. Fuisteis un desastre colosal durante la pandemia, y ahora estáis siendo los más ineptos durante los rebrotes. ¿Cómo es posible?, ¿no habéis aprendido nada?”. La respuesta es NO. Italia, que fue la avanzadilla del ‘cafarnaúm’ epidemiológico, ahora tiene controlada la situación. Como bien ha explicado Maria Jesus Pérez en ABC, el cierre del ocio nocturno en agosto -mientras aquí el petimetre Sánchez nos alentaba a disfrutar de los días de vino y rosas del verano después del confinamiento más brutal- una importante inversión en rastreadores, una desescalada más estudiada y un Ejecutivo sensato que mantiene los poderes de emergencia ha logrado persuadir a los impredecibles italianos del valor inexcusable de su responsabilidad.
Mi amigo el abogado apunta otro dato clave. El encargado del plan de reconstrucción de Italia fue ni más ni menos que Vittorio Colao, un empresario portentoso de una reputación incólume. Aquí en España, el responsable del plan de reconstrucción fue Patxi López, que es una de las personas más inútiles e incompetentes que ha producido la naturaleza humana, así como el comunista Enrique de Santiago, que en su momento dijo, y no está arrepentido al respecto, que, si se dieran las condiciones oportunas, iría rápido a la Zarzuela a liquidar al Rey.
Sánchez se dedica en cuerpo y alma a asegurar su supervivencia sin clase alguna de escrúpulo, al precio que haya que pagar, ya sea la demolición del régimen del 78 y la pena de guillotina para la Corona
El drama del país es que, desgraciadamente, estas condiciones ya se dan. Como bien han explicado en estas mismas páginas el director Cacho, Vara y la gran Karina, el Rey ya está preso en el Palacio de Invierno, degradado e inerme. En lugar de defender el sector turístico o de impulsar un plan sensato de reconstrucción nacional como ha hecho Colao en Italia, aquí Sánchez se dedica en cuerpo y alma a asegurar su supervivencia sin clase alguna de escrúpulo, al precio que haya que pagar -ya sea la demolición del régimen del 78 y la pena de guillotina para la Corona-, aunque esto implique de paso la ignominia de volver a ser considerados una nación presidida por la ineficacia, pasto de la desidia y peligrosamente contaminante para el futuro de la propia Unión Europea.
También quiere matar Madrid para devastar al PP, sin reparar en que se pega un tiro en el hígado, pues para los europeos Madrid es la capital de España, y todo lo que la desprestigie o extienda sobre la ciudad o la comunidad la sospecha es como regar con gasolina combustible el conjunto de la nación.
Espejismo económico
En España -en Europa menos- vivimos todavía una suerte de espejismo económico. Los mercados de deuda pública siguen anestesiados por la intervención masiva y recurrente del Banco Central Europeo, que es la institución que nos está salvando de la quiebra a la que estamos abocados y que probablemente merecemos por nuestra abulia reformista, de manera que la prima de riesgo del país es relativamente modesta. Todavía podemos seguir financiándonos. Hasta ahora. Además, los ERTEs están dilatando la quiebra en cadena de empresas y deteniendo el paro descarnado que se producirá más pronto que tarde, y que es la única posibilidad de que este Gobierno macarra encalle y convoque elecciones.
Pero hay otro mercado que no está anestesiado. Se trata de la bolsa, que es la quintaesencia de la libertad de comercio. El mercado intervenido de la deuda pública hace posible que un bribón como Sánchez respire hasta que le llegue la hora fatal, porque no es ni posible ni aceptable ni conveniente que el BCE siga alimentando la irresponsabilidad fiscal de los países miembros. Así será mientras dure este experimento de oxigenación asistida que no impedirá que España se convierta en el foco de atención de las preocupaciones de Bruselas, si ya no lo es. Pero la bolsa en cambio no está drogada. Allí se compra y se vende en función del nivel de higiene de las cuentas empresariales, de los resultados presentes, de las expectativas de negocio futuro y de la estrategia política que favorece o perjudica la sana ambición por prosperar.
El Ibex 35 español ha caído un 30% mientras el Eurostock lo ha hecho poco más del 16%, la bolsa italiana un 20% y el Dax alemán un 6%. ¡Señores! Estos son los jueces implacables de las políticas económicas
Y lo que nos dice este mercado singular tan del poco gusto de los socialistas y de los intelectuales de salón es que el Ibex 35 español ha caído un 30% mientras el Eurostock lo ha hecho poco más del 16%, la bolsa italiana un 20% y el Dax alemán un 6%. ¡Señores! Estos son los jueces implacables de las políticas económicas que despliegan los países. Y lo que nos están indicando de manera palmaria es que somos el cubo de la basura de Europa, según dicen tanto el abogado como el hotelero.
Esta es una conclusión, por cierto, que debería concernir muy mucho a nuestros plutócratas del Ibex 35, menesterosos del poder político y pasivos ante unas políticas que les están literalmente arruinando. ¡Literalmente! Además de hacerles cómplices -por omisión- de la maniobra de destrucción acelerada en marcha de la Monarquía y de cualquier vestigio de orden y de ley en el país, que tanto debería importarles, pues una nación falta de seguridad jurídica y al albur de la arbitrariedad política es la enemiga más declarada del mundo de los negocios y del sistema capitalista que tanto bienestar y progreso ha impulsado hasta la fecha.
Intervencionismo masivo
El Gobierno social comunista que tenemos no solo no está protegiendo el turismo -el principal motor del país-, no sólo será incapaz de construir un modelo industrial competitivo y decente -que es de por sí un objetivo ilusorio en las manos en que estamos-, pero a cambio está demostrando una inagotable habilidad en destruir el mercado laboral con su afán de intervencionismo masivo, con su determinación para otorgar a los sindicatos un protagonismo que no les corresponde y con su actitud insidiosa con los empresarios, determinado como está a que la crisis “no les salga gratis”, como afirma malvadamente la pijo progre comunista Yolanda Díaz.
“Lo estamos haciendo otra vez”, “la estamos cagando otra vez”, afirman en Europa. Y es así porque tenemos el Gobierno menos propicio del Continente no sólo para salvaguardar la salud, la vida y el bienestar de los ciudadanos sino también para asegurar su hacienda, su empleo y su prosperidad.
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