Hace sólo un mes alcanzamos el pico de lo que en Europa se ha dado en llamar tercera ola de la pandemia. Lo hemos denominado así porque en la gráfica de la mayor parte de países europeos se distinguen a la perfección tres picos. El primero entre marzo y abril, el segundo entre septiembre y octubre y el tercero entre diciembre y enero. Desde mediados de enero en prácticamente todos los países de Europa los contagios empezaron a caer, las muertes, que van desacopladas con aproximadamente una semana de retraso, no iniciaron su descenso hasta una semana más tarde.
En países como España, Francia, Alemania o el Reino Unido se han dibujado tres olas casi con la misma cadencia. En otros, especialmente los pequeños como Grecia o Portugal tuvieron una primera ola muy suave, apenas perceptible, una segunda más fuerte y, al menos en el caso de Portugal, una tercera devastadora. En Irlanda la primera y la tercera han sido muy duras mientras que la segunda fue suave. En Italia más que de tres olas se puede hablar de dos. Allí la segunda arrancó a mediados de octubre, toco techo en diciembre y desde entonces ha ido cediendo.
La curva de contagios y fallecimientos decae, las restricciones se aflojan, la vida se va normalizando hasta que un día repuntan los contagios, con ellos las hospitalizaciones y vuelta a empezar
Bien, si nos quedásemos exclusivamente con la instantánea europea habríamos salido ya de la tercera ola y nos encontraríamos de camino hacia la cuarta. La historia ya la conocemos porque hemos pasado por esto dos veces en el último año. La curva de contagios y fallecimientos decae, las restricciones se aflojan, la vida se va normalizando hasta que un día repuntan los contagios, con ellos las hospitalizaciones y vuelta a empezar. Pero el mundo no es sólo Europa. Si echamos un vistazo a la curva mundial lo primero que advertimos es que, a escala global, no ha habido tres olas, sino una.
Arrancó en febrero del año pasado, se colocó en unos 80-90.000 contagios nuevos al día y fue ascendiendo lenta y parsimoniosamente hasta alcanzar el pico máximo el 8 de enero con 845.000 casos nuevos detectados en un solo día en todo el mundo. En el caso de la curva de fallecimientos vemos un comportamiento similar. Subida repentina el primer mes, que colocó el número de fallecimientos en torno a los 7.000 diarios, meseta durante buena parte del año con unos 5.000 muertos al día y repunte final con un pico máximo registrado el 27 de enero de 17.500 fallecidos. Mirado así, en conjunto, parece claro que a lo largo del último año no hemos encontrado el modo de poner freno a esto.
Una excelente noticia
Empleo el pretérito perfecto compuesto porque parece que esa maldición ha tocado a su fin. Desde la última semana de enero podemos ver que, tanto los contagios como los fallecimientos, han caído de manera significativa en todo el mundo. No estamos ante un diente de sierra, sino ante una caída sostenida. En contagios diarios hemos pasado de los 844.000 del 7 de enero a los 289.000 de este martes, una reducción del 65% en mes y medio. Si durante los próximos 45 días, es decir, de aquí a la segunda semana de abril, este ritmo se mantiene se habrá bajado a unos 100.000 nuevos casos diarios en todo el mundo, lo cual es una excelente noticia porque nos pondría en cifras de hace unos diez meses, teniendo en cuenta que serían a la baja no cabe más que felicitarse por ello.
Evidentemente es pronto para cantar victoria, pero no es aventurado decir que podemos atisbar ya la luz al final del túnel. Toca, por lo tanto, preguntarse a qué se debe esta bajada de los contagios y, como consecuencia inevitable, de los fallecimientos. Podríamos pensar que es por la vacunación, pero la realidad es que, exceptuando algunos países como Israel (90% con la primera dosis) o los Emiratos (58%) la vacunación va bastante lenta. Quizá no bastante porque el desafío industrial y logístico era inmenso, pero si más lenta de lo que nos gustaría. A escala global sólo un 2,7% de la población ha recibido la primera dosis. Este es un dato importante porque esta enfermedad viaja de persona a persona y de país a país con tanta facilidad que no podremos estar completamente seguros hasta que toda la población mundial sea inmune.
Podríamos pensar que la vacunación si que ha hecho posible, por ejemplo, que en lugares muy localizados como Israel la tasa de contagio y el número de muertes hayan caído de una manera muy acusada en el último mes. Pero eso mismo observamos en otros países donde no van tan avanzados. Veamos tres casos que lo ilustran. En Israel, con un 90% de la población ya con al menos la primera dosis, el número de casos nuevos ha pasado de un pico máximo de unos 10.000 casos nuevos diarios a los actuales 4.500. Es decir, se ha reducido un 50%.
Aquí se ha producido un descenso muy acusado desde el pico de la tercera ola que se produjo el 15 de enero con 35.000 casos nuevos a los 7.400 del 23 de febrero. Una reducción del 78%
En España se ha administrado la primera dosis ya al 7% de la población y el 2,5% (1.230.000 personas) tienen ya las dos dosis. Aún falta mucho para llegar al 70% que nos otorgaría la inmunidad de grupo a escala nacional. Pero, a pesar de ello, se ha producido un descenso muy acusado desde el pico de la tercera ola que se produjo el 15 de enero con 35.000 casos nuevos a los 7.400 del día 23 de febrero. Una reducción del 78%.
Tomemos ahora un país en el que apenas se ha vacunado. En Colombia la tasa de vacunación es puramente anecdótica. A 23 de febrero había recibido la primera dosis un 0,09% de la población, es decir, casi nada, unas 45.000 personas. Pero la curva de contagios también ha descendido de forma muy apreciable desde el pico de esta ola, que en Colombia se produjo el 20 de enero con 10.000 casos hasta los 4.500 del 23 de febrero, una reducción del 55%, más o menos la misma que Israel sin que haya mediado la vacuna de por medio.
Aquí es donde habría que hacerse una batería de preguntas. La primera es si habrían descendido en la misma medida los contagios en Israel de no haber vacunado al 90% de la población. La segunda es si ese descenso en lugares como Israel o España se ha debido a un recrudecimiento de las restricciones. Y la tercera y fundamental es por qué están cayendo los contagios en todas partes del mismo modo. Desconozco las respuestas. Llevo varios días documentándome sobre el tema tratando de responderme a estas preguntas y he encontrado algunas pistas, pero son necesariamente parciales y en algunos casos parten de especulaciones más o menos bien fundamentadas.
Es evidente que las restricciones a la movilidad han tenido que ver en países como el Reino Unido, la propia Israel o incluso España, donde hay comunidades autónomas en las que viven semiconfinados con los comercios cerrados y fuertes limitaciones en la cantidad de gente que se puede reunir. Si interrumpimos el contacto también se interrumpe el contagio. Otros apuntan al efecto acumulado en los comportamientos individuales tras un año de pandemia. Esto ya no es algo nuevo. Tanto los habitantes de Tel Aviv como los de Sevilla o los de Medellín saben a lo que se enfrentan, se lavan las manos más a menudo, se ponen la mascarilla, guardan la distancia de seguridad y evitan las aglomeraciones. Hay excepciones, por supuesto, pero lo normal es que todos hayamos modificado en mayor o menor medida nuestro comportamiento. Sin vivir obsesionados con esto nos hemos ido adaptando a lo que hay. Esto necesariamente ha tenido que influir.
Algo contará el hecho de que la seroprevalencia es cada vez mayor. En España ronda el 10% aunque es posible que sea más alta. Encontrarse con gente que ya ha pasado la covid cada vez es más habitual, especialmente en ciudades muy castigadas por la epidemia como Madrid, Milán o Londres. En Madrid hicieron un estudio de seroprevalencia a mediados de diciembre y era del 18,5%, así que no es arriesgado conjeturar que tranquilamente una cuarta parte de los madrileños ya han padecido la enfermedad. Esto cuenta porque el virus va perdiendo huéspedes en los que reproducirse y seguir contagiando.
Por último, la vacuna. Los resultados preliminares de Israel son muy esperanzadores. Hace un par de semanas el Gobierno israelí hizo público un estudio en el que informaban de una reducción del 85% en los contagios entre los que se ha administrado una sola dosis de la vacuna. En marzo, conforme avance esto en otras partes del mundo y se concluya la vacunación en Israel se podrán sacar conclusiones más definitivas. Entre tanto, ahora sí que sí, podemos ver la luz al final del túnel.
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