Opinión

Pánico en la casta sanchista

Estos tipos, ahora asustados, esperan que el juguete izquierda-derecha disimule los desastres del mal gobierno, y les salve de nuevo

Sostiene Tezanos que los que desmovilizan a los votantes socialistas son los poderes fácticos. ¡Qué malos! ¿Se refiere a quienes financian las empresas mediáticas, empezando por Prisa (La SER, El País), que han estado sosteniendo al sanchismo contra viento y marea? El desvarío del curandero demoscópico del PSOE es reflejo del pánico que ha invadido al bloque de gobierno. En un artículo de la revista socialista Temas se sorprende al descubrir que la gente ni les ama, ni les teme, ni les respeta.

El mismo desconcierto que demuestran con el decreto para el ahorro energético, una síntesis de todos los despropósitos habituales del gobierno de Pedro Sánchez. Puesto en circulación un conjunto de normas que se demuestran absurdas ya antes de aplicarse, se niegan a modificar nada para no parecer ineptos y débiles. Aún más patético, obligan a hacer el ridículo a su ejército de propagandistas en todos los platós. Muestras de desesperación, como la obsesión enfermiza por atacar a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. ¡Pánico!

En el fin de aventura que olfatean, se despedazan entre ellos a la vista de todos. En ese contexto se explican las dentelladas entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias, ambos educados en la academia de guerra de las Juventudes Comunistas, y los tortazos diarios entre ministros. O la violencia del conflicto mediático entre los sanchistas Ferreras y Roures, con Villarejo de por medio. Y todos amenazan al PSOE, al que recuerdan de quiénes depende para resistir en Moncloa. Pero, no engañarse; todo es por dinero. El estado de pánico tiene su origen en el riesgo cierto de perder los privilegios de casta que se han fabricado.

Los jueces y fiscales favorecidos por PSOE y UP para formar parte de estas instituciones representan menos del 10% del total de ambos colectivos. Es decir, se trata de una ínfima minoría

Se suele analizar la no renovación del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional como un asunto doctrinal sobre Estado de derecho, pero invito a otro enfoque de la cuestión. Los jueces y fiscales favorecidos por PSOE y UP para formar parte de estas instituciones representan menos del 10% del total de ambos colectivos. Es decir, se trata de una ínfima minoría que utiliza el poder político para convertirse en mayoría. ¿Son una casta? Ellos dicen que no. Se trataría, según su retórica, de una forma de compensar el predominio conservador de jueces y fiscales. ¡Qué desvergüenza!

No son los únicos en la utilización de los recursos del Estado para beneficio privado, como demuestra la composición de todos los Consejos de Administración de las empresas controladas por el Gobierno. ¿De dónde, tanta avaricia? La filósofa Hanna Arendt explicaba estas corruptelas con su claridad habitual: “Tienen familias a las que alimentar”. Se necesitan toneladas de cháchara izquierdista para tapar tanta miseria. El honorable expresidente del Congreso de los Diputados Gregorio Peces-Barba ya advertía sobre las trampas de quienes se comportaban como fundamentalistas para imponer su moral privada en el ámbito público. No es por ideología, es por dinero.

Como muestra: ¿es de izquierdas comprometerse activamente con las peores prácticas del fascismo lingüístico? No hay narrativa progre que pueda justificar este atropello a los derechos de castellanoparlantes ampliamente mayoritarios en sus comunidades, incluida esa solemne tontería del “catalanismo socialdemócrata” de Iceta y compañía. Los hechos son contundentes. Las brigadas de sociolingüistas del secesionismo vasco, por ejemplo, se indignan al detectar que entre el 65% y el 85% de los alumnos, según los niveles educativos, hablan castellano en los patios de los centros a pesar de la vigilancia policial. Respuesta: buscar fórmulas impositivas para modificar pautas. En eso están.

La trampa consiste en camuflarlo todo en supuestos conflictos izquierda-derecha, donde el independentismo se colorea como antifranquismo. Pero esas falsificaciones tienen las patas cortas

Se trata de cambiar los hábitos de los alumnos fuera del aula, allí donde no les pueden controlar -chateos incluidos-. Fracasarán, pero harán mucho daño, como demuestran los sociólogos Mariano Fernández-Enguita y Julio Carabaña en sus estudios. La trampa consiste en camuflarlo todo en supuestos conflictos izquierda-derecha, donde el independentismo se colorea como antifranquismo. Pero esas falsificaciones tienen las patas cortas.

Basta preguntarse por qué los independentistas vascos, PNV y EH Bildu, le denominan Proyecto Arrue a los informas plurianuales sobre resultados de la eucaldunización forzada, como el último de 2011-2017. Antonio Arrue fue un carlista enemigo a muerte de la República y, finalmente, un franquista hasta la médula. Destacado procurador de las Cortes de Franco, los nacionalistas vascos lo ocultan. Incluso, con esos antecedentes, llegan a afirmar que no era “realmente” un franquista. ¡Son independentistas, no antifranquistas!

Según sus tesis compartidas, el capitalismo habría multiplicado el número de pobres, y provocado más crímenes que el comunismo. Asombroso

El PSOE sanchista, y no hay otro, sirve para homologar como progresistas todas estas mercancías averiadas. Hace unos días la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, en unas declaraciones a un periodista amigo, soltaba esta perla: "El interés de quienes velan por la rentabilidad para sus negocios no es el interés del Gobierno”. Que el hecho de que las empresas españolas sean rentables le parezca a la portavoz un asunto ajeno al Ejecutivo retrata a este grupo. Anticapitalismo como bandera, de eso va ahora el Partido Socialista, que circula sin un proyecto autónomo.

El sanchista Sánchez-Cuenca y el podemita Monedero, en una conversación en Público, propiedad del proindependentista Roures, desarrollaban esta idea. Según sus tesis compartidas, el capitalismo habría multiplicado el número de pobres, y provocado más crímenes que el comunismo. Asombroso, pero lo que importa es que muchos electores a los que repugnan estas ideas, pero quieren seguir identificándose con de izquierdas, puedan librarse de la trampa. En este sentido, ni Ciudadanos comprendió su éxito en Cataluña como refugio para quienes, siendo antisecesionistas, no quieren votar derechas.

Tezanos, al que como a los niños se le entiende todo, explica las claves de la estratagema electoral en el artículo citado. Argumenta que el PSOE debería ganar siempre porque las bases sociológicas de la izquierda superan en casi un tercio a las de la derecha en España, según “sus datos”. Si no vence en las elecciones, ya está dicho, sería por los poderes fácticos que emplean sus medios para desanimar a esos electores. Sí, es una tontería, pero estos tipos, ahora asustados, esperan que el juguete izquierda-derecha disimule los desastres del mal gobierno, y les salve de nuevo.

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